Alberto Barboza: Involución y evolución como doctrina política

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A estas alturas del desarrollo político, económico, social y tecnológico bien entrado el siglo XXI, todavía políticos, sobre todo en Latinoamérica, siguen acuñando en su retorica los términos “izquierda” y “derecha” para definir posiciones y tendencias. Recordemos que el significado de esos términos tiene su origen en el marco de la Revolución Francesa por el año de 1789, a raíz que se conforma en Francia la Asamblea Nacional Constituyente, a los efectos de redactar una Constitución. En ese proceso, los diputados se ubicaron unos a la derecha del presidente y otros a su izquierda. A la derecha estaba el grupo denominado “Los Girondinos” y a la izquierda “Los Jacobinos”. Los primeros apostaban por una monarquía parlamentaria, derecho al sufragio no universal y tenían el apoyo de una parte de la nobleza, de la burguesía y de los propietarios. Los segundos, en cambio, eran partidarios de una república, de un sufragio universal y tenían el favor de las clases populares.

De allí se desprende que toda posición política con ideas moderadas, defensora del “Statu quo” sea tildada de “derecha” y aquella con posición orientada a los cambios y proclives a un nuevo orden, fuese bautizada de “izquierda”. En Latinoamérica, a raíz de la “revolución cubana”, se le impregnó un aire de romanticismo a la “izquierda” por aquello del síndrome de “David contra Goliat”, y la mayoría de los partidos de tinte socialista asumieron con orgullo el termino de “izquierda”, no así, los configurados de derecha, creyentes del mercado y defensores de la propiedad privada, que decidieron no autocalificarse de derecha, como si el termino los “rallara”. Quizás por ello, los movimientos democráticos  hayan asumido diferentes gamas de organización, como por ejemplo, los de centro, centro izquierda, centro derecha y cualquier otra combinación, demócratas cristianos, social demócratas y así por el estilo, pero casi nunca se autocalificaron de “derecha”. Posiblemente el concepto de “derecha” no tuvo el marketing suficiente, seguramente de debió a la ineficiencia de gobiernos de ese estilo. También es cierto es que la gestión de los gobiernos de “centro” resulto ser muy opaca, no fueron una cosa o la otra, y mantuvieron un estado demasiado interventor en los asuntos económicos, que a la postre dio lugar a una especie de “capitalismo de estado”.

Siempre me llamo poderosamente la atención, que el gobierno constantemente descalifica a la oposición llamándola de “derecha”. Pero lo más extraño, es el hecho que casi nadie haya respondido asertivamente, y optaron por callar ¿A qué se debió esa actitud?, ¿Será que sienten que si se declaran de “derecha” pierden algo debido a lo satanizado del término? Creo que esa postura fue un gran error, han debido defender su posición de “derecha”, aunque en el fondo no lo fuesen, haber contraatacado al régimen, haber defendido su credo, la economía de mercado, las libertades económicas, la privatización, en fin, defender el liberalismo en contraste con las economías de planificación centralizada o socialistas.

En mi caso, estoy convencido que esos términos son un anacronismo, en su defecto se tiene que hablar de evolución e involución. En este sentido, aquellos gobiernos que cercenan el estado de derecho, la democracia, destruyen la economía, empobrecen a la gente y pretenden perpetuarse en el poder, irremediablemente son gobiernos “involucionarios”. Por su parte, los que refuerzan el estado de derecho, fomentan la democracia, diversifican y desarrollan la economía, generan riqueza y prosperidad en la gente y garantizan las libertades individuales y colectivas, definitivamente son gobiernos “evolucionarios” porque evolucionan emergiendo de situaciones iniciales no deseadas.

El próximo gobierno en Venezuela, para trascender y sepultar el pasado, tiene que ser “evolucionario” ytransitar hacia una economía de mercado, con la propiedad privada garantizada, donde el papel del Estado sea de rector en términos de política económica para crear las condiciones apropiadas a los efectos que el hecho productivo se desarrolle a sus anchas. El estado debe asumir un proceso de privatización a ultranza de todas las actividades que no les son propias por naturaleza, incluyendo, hasta las actividades petroleras y petroquímicas, donde, incluso, se puede plantear la figura de empresas mixtas, que en otrora dieron excelentes resultados. Con estas privatizaciones el estado gana por partida triple. En primer lugar, recibirá recursos por la venta de sus activos, en segundo lugar participara en alrededor del cincuenta por ciento de las utilidades netas de las corporaciones, que más vale la mitad de algo que todo de nada, y tercero, obtendrá los respectivos y sagrados impuestos, que serán interesantes debido al nivel de productividad y rentabilidad de los negocios administrados con criterios de excelencia. ¿Qué mejor negocio que este esquema? En definitiva, la grandeza del estado venezolano está íntimamente ligada a la reducción de su tamaño.

Alberto Barboza

Coach Gerencial en liderazgo, planificación y productividad

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