Hugo Delgado: El botón cubano

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El “julio cubano” es irreversible. Difícil será predecir la caída del régimen cubano porque todo dependerá de los factores internos de control, coerción y fortaleza de la sociedad para mantener sus demandas, y los externos sujetos a la presión que puedan hacer las naciones democráticas. Esta “revolución” que se inició en 1959 y que la longevidad se encargará de enterrar, no sobrevivirá por el desfase de su propuesta basada en la fuerza y sangre que muestra resultados económicos y sociales muy pobres.


“El totalitarismo no puede vivir sin la mentira; la democracia se suicida si se deja invadir por la mentira, el totalitarismo si se deja invadir por la verdad”, escribió en su obra “El pensamiento Inútil”, el filósofo francés, Jean Francois Revel. Sin duda, la propaganda mentirosa de la izquierda mundial y en especial la de Latinoamérica, sonó como una orquesta sinfónica, algunos sin vergüenza alguna, otros tibiamente apoyaron al régimen de Miguel Díaz-Canel.


Desde la Organización de las Naciones Unidas (su Alta Comisionada de los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, se pronunció días después y no fue contundente como lo hizo cuando las fuerzas de seguridad de Chile, Colombia y Ecuador actuaron contra las violentas manifestaciones) y la Comunidad Europea (con su silencio sepulcral), Black Lives Matter, pasando por los presidentes López Obrador de México y Alberto Fernández de Argentina, y los grupos de apoyo político, cultural y académico -en distintas partes del mundo-, salieron a exigir la suspensión de las sanciones norteamericanas, con el roído argumento del cese al “bloqueo económico que durante 54 años no ha dejado evolucionar la mediocre revolución”, y la no intervención en sus asuntos internos (aunque hay que evocar sus complicidades en las injerencias violentas de Fidel en Colombia, Venezuela, Granada, Centroamérica, Angola, Perú, Ecuador, Chile, etc).


Era lógico que Díaz-Canel y su combo contra-atacaran, acusando de imperialistas, terroristas y tarifados por la CIA, a los pobladores de las más de 20 ciudades que salieron a protestar por la escasez de alimentos y medicinas, generadas por las recientes medidas aprobadas por el régimen, y su crisis económica ocasionada por la caída de los ingresos provenientes de Venezuela. Las redes sociales, afianzadas luego de la visita del ex mandatario Barack Obama (20 de marzo de 2016), mostraron imágenes de lo ocurrido y sirvieron de medio para denunciar los hechos represivos ordenados por el delfín de Raúl Castro.


El crucial episodio de ese año, dijo el cubano, Arturo López Levy, profesor de Política en la Universidad de Texas Río Grande Valley, en Estados Unidos, a BBCMundo (20-02-2016) evidenció la visión norteamericana sobre Cuba: «Obama es consciente de que hay una transición inter generacional y hacer este gesto antes del congreso, transmite una visión de que Estados Unidos está abierto a dialogar con las nuevas voces del nacionalismo cubano».


Las imágenes mostraron irreverencia y la llegada de los manifestantes al palacio de gobierno de La Habana, evidenciaron el hastío y agotamiento generacional de un modelo que ha limitado y controlado la vida de una sociedad ahora motivada por otros intereses, más integrada con el mundo a través de las redes sociales y las facilidades de la comunicación, que exige mayor libertad y mejores condiciones de vida. La protesta y la represión son dos visiones de país que solo el tiempo se encargará de resolver.


El New York Times publicó en su edición del 12 julio de 2021: “El gobierno cubano atribuye sus longevos problemas económicos al embargo comercial estadounidense, que corta su acceso a la financiación y a las importaciones. Pero la pandemia ha empeorado las condiciones…El Ministerio de Salud de Cuba dice que el país de 11 millones de habitantes tiene ahora más de 32.000 casos activos de COVID-19. El domingo, informó de 6923 casos diarios y 47 muertes… Solo el 15 por ciento de la población está totalmente vacunada”. Pero el régimen desconoce que a pesar de las tensiones con Norteamérica, el 67% de los alimentos los provee su aparente enemigo.


Para la dirigencia cubana, la muerte de su líder revolucionario Fidel Castro (1926-2016) fue un golpe histórico certero para el control del poder. La debacle es cuestión de tiempo, al desaparecer sus últimos íconos –entre otros- Raúl Castro (90), Ramiro Valdés (89), se repetirá la historia de la Unión Soviética y de la caída del Muro de Berlín, aunque la lección china muestre otra cara, lo único comunista que existe en ese país es el partido, ya que el resto de la sociedad es totalmente capitalista.


El momento histórico que le permitió avivar la aventura romántica y revolucionaria de Cuba se desvaneció en medio de las mentiras, aunque quedan rezagos del mensaje del encantador de serpientes, el indiscutible malabarista Fidel Castro, que embruja y genera alucinaciones en Latinoamérica y Europa, gracias a la persistencia del resentimiento social.


Estados Unidos demostró que sus intereses nacionales son únicos, no importa quién gobierne: Obama, Donald Trump y Joe Biden lo han evidenciado. El primero penetró a Cuba con su sonrisa, las redes de comunicaciones, inversiones, remesas, intercambio comercial y turístico, y el afianzamiento de las relaciones familiares cubano-norteamericanas; el segundo con las sanciones a Venezuela que rompió con el financiamiento de dos décadas al régimen cubano. Y Biden utilizando ambas acciones se está encargando de acelerar la salida.


Aunque el régimen del Díaz-Canel intente controlar la lava volcánica de la sociedad cubana, los intereses de la generación de hoy, aunque se formó en revolución, no son los de ayer. Los efectos de la influencia cultural de la humanidad destacan en las emociones de una población habida de libertad, y aunque la represión y la cárcel regulen circunstancialmente el “magma”, cuando éste rompa la corteza terrestre, este brotará con su fuerza natural.

@hdelgado10