La inflación en EEUU puede ser transitoria

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La recuperación económica de Estados Unidos se abre paso entre fenómenos extraños. Los coches usados se han encarecido tanto que, en algún caso, se han llegado a vender más caros que si se compraran nuevos. La tasa de paro sigue dos puntos por encima del nivel prepandemia, pero, aun así, los salarios han subido. El índice de confianza del consumidor cayó este mes de julio al nivel de abril de 2020, cuando la vida se había parado sine die, pese a que la economía ha recuperado al nivel anterior a la debacle del coronavirus, en un salto que se puede considerar como un suspiro. Y el índice Dow Jones de Wall Street —esto ya no es tan extraño— ha alcanzado esta semana niveles récord.

La subida de los precios planea sobre todas estas dinámicas, tras cinco meses consecutivos de saltos, y plantea una pregunta básica: a pesar de que el mundo está saliendo de su peor colapso en 70 años, ¿a partir de cuánta inflación hay que empezar a preocuparse? El debate sobre la necesidad de empezar a frenar las inyecciones monetarias se ha abierto en la Reserva Federal (Fed), que hasta ahora califica el fenómeno de “transitorio”. El presidente de EE UU, el demócrata Joe Biden, ha recibido una tormenta de críticas de los republicanos, que creen excesivos sus planes de estímulos y de ayuda social.

Cuando al mandatario le preguntaron hace unas semanas sobre las dificultades que algunos empresarios alegan para encontrar personal respondió simplemente: “Páguenles más”. La subida de sueldos, añadió, no es “un defecto” de esta recuperación, “sino una característica distintiva”. El pero es que el coste de las cosas ha subido más y se ha comido buena parte de esa mejora.

Karen Dynan, economista jefa del Tesoro entre 2014 y 2017 y miembro del Consejo de la Fed durante 17 años, cree que el indicador que debería hacer saltar las alarmas es el de las expectativas de inflación, del 4,8% en julio, ya que estas “son las que te dicen si los negocios van a empezar a subir los precios simplemente para cumplir con lo que todo el mundo espera que ocurra. Es decir, es una profecía que se autorrealiza”. De igual manera, “estas expectativas te dicen si los trabajadores van a empezar a pedir sueldos más altos, pero de momento han crecido de forma moderada”, añade Dynan, ahora profesora de Harvard. Los últimos datos de inflación, recuerda, reflejan que algunos de los productos que más han subido, como los coches usados, empiezan a frenar.

Coches un 30% más caros
Los precios subieron el pasado julio un 5,4% respecto al mismo mes del año pasado, lo que supone el mismo incremento interanual que el de junio, que fue el más elevado desde 2008, con la Gran Recesión. De mes a mes, el incremento fue del 0,5%, frente al 0,9% registrado en junio. Aunque las señales de tregua no se encuentran tanto en esta última comparación como en el comportamiento de algunos productos, entre ellos, los coches usados. La escasez de chips o semiconductores, unos minúsculos microprocesadores sin los que automóviles y toda suerte de dispositivos no pueden funcionar, ha generado problemas de producción de vehículos en todo el mundo y ha disparado la demanda de segunda mano, cuyos precios escalaron hasta un 30% en un año.

Otros sectores, como el de los muebles o las aerolíneas, han vivido situaciones similares. El despertar de la economía ha animado la demanda en los últimos meses, pero la vuelta a la actividad se ha producido con más lentitud y no han generado una oferta con la misma velocidad y volumen que los compradores buscaban, lo que ha propulsado los precios. Pero julio mostró un frenazo. Y este frenazo regala tiempo a los que quitan hierro a las tensiones inflacionarias. La Casa Blanca, preocupada por el efecto del coste de la energía y el fuel en el bolsillo de sus ciudadanos, ha pedido a los países productores de petróleo que eleven la oferta.

Laura Rosner-Warburton, economista y socia fundadora de la firma de análisis Macropolicy Perspectives, apunta que se puede seguir considerando la presión inflacionaria un asunto “transitorio” y subraya la suavización de los datos de julio, incluidos aquellos relacionados con la apertura de la economía. “Creo que vamos a vivir una recuperación con altibajos mientras el mundo aprende a vivir con la covid-19. Los modelos de negocio y el comportamiento de los hogares están aún fluctuando”, advierte. “La política de apoyo social ayudó a construir un puente en lo peor de la pandemia, pero está empezando a desdibujarse”, añade.

Menos crecimiento del previsto
La economía de Estados Unidos creció un 1,6% (un 6,5% en el dato anualizado) en el segundo trimestre del año, propulsada por la apertura, el avance de las vacunas y los nuevos estímulos económicos del Gobierno, y recuperó el nivel previo a la pandemia. Sin embargo, se quedó lejos del 2,1% que esperaban los analistas. Resultó, de hecho, solo una décima superior al crecimiento del primer trimestre, con la vacunación aún extendiéndose lentamente.

Para Karen Dynan, más que los actuales datos de inflación, los riesgos a corto plazo se centran en la posibilidad de una recaída en la pandemia que obligue a los negocios a volver a frenar su actividad y despedir trabajadores cuando los programas de ayudas se empiezan a terminar. Estados Unidos añadió 943.000 nuevos empleos en julio, el mejor dato mensual en casi un año, que permitió reducir en medio punto la tasa de desempleo, hasta el 5,4%. Aun así, con el actual ritmo, el mercado laboral no alcanzará su nivel previo a la debacle hasta mediados de 2022, es decir, seis meses después de que el PIB se haya recuperado.

Pese a las quejas puntuales de empresarios que tienen problemas para encontrar mano de obra, en buena parte por empleados que cambian de sector, a Dynan le preocupa lo que los trabajadores de sectores especialmente golpeados por esta crisis, como el turismo o la restauración, tarden en volver a colocarse: “No sabemos si todos los empleos van a volver después de la pandemia. Hay casos de empresas reduciendo sus plantillas porque han empezado a automatizar procesos y que cambian su oferta. Por ejemplo, hoteles que ahora dan la opción de no limpiar la habitación. Los trabajadores afectados cambiarán de sector, pero les puede llevar un tiempo”, concluye.

Amanda Mars/ El País