Hay historias personales de la negligencia. Aunque sea una negligencia disculpada dentro de los anales de una Historia Patria siempre invicta y aleccionadora.
El fracaso rotundo y unánime de la incursión del primer ejército caraqueño bajo el dictamen de la Junta Suprema de Caracas pone en evidencia muchas cosas. Lo primero: la precariedad marcial de sus principales instigadores con su jefe a la cabeza.
Que haya sido un Marqués el jefe absoluto de la expedición, ya nos pone en alerta, sobre las resistencias del viejo orden, a ceder sus prerrogativas. Los patricios caraqueños fueron los abanderados del 19 de abril de 1810. No hay Pueblo llano con sus pardos, indios y negros. Tampoco hay los albores de una nueva sociedad liberal o republicana.
Lo que tenemos es a una clase social directora de la sociedad colonial muy a gusto en sus tareas y privilegios. Ir contra la hispanidad nunca fue un programa político de parte de estos renegados con miedo. Lo del 19 de abril fue la continuación de la fallida Conjura mantuana del año 1808. En todo caso la reacción fue más contra Francia que contra España.
El terror francés de 1789 ya había tenido su espejo en el terror haitiano de 1791. Los emigrados blancos, casi todos señoritos y ricachones de la época colonial, avisaron a sus consortes en Venezuela de los peligros de la revolución social.
Los actores del 19 de abril de 1810, un evento estrictamente caraqueño, no fueron revolucionarios. Y si hoy nos confundimos con esto es culpa de una memoria deformada.
El ejército de Caracas, enviado para invadir a Coro, fue un ejército punitivo. Si bien plantearon el 19 de abril de 1810 un contencioso contra la Regencia y una solidaridad solapada en favor de Fernando VII, su principal motivación fue la de prevalecer como provincia dominante.
La Independencia tiene unos prolegómenos un tanto largos y escurridizos. Un caos argumental bajo la premisa libertaria. Y con una mentalidad conclusiva en el llegadero republicano luego de Angostura en 1819. Todo este relato es una ficción patriótica.
La libertad no fue un fin en sí mismo en la Independencia. El primer conflicto fue un viejo conflicto, aún hoy no dirimido satisfactoriamente, entre las distintas provincias que formaron parte de la Capitanía General de Venezuela (1777).
La guerra civil, de carácter interprovincial y luego la étnica y social, delinearon la Independencia de Venezuela entre 1810 y 1814. Y lo que tuvimos fue una lamentable guerra de exterminio con significados políticos e ideológicos confusos.
La dictadura militar de Morillo, una auténtica invasión con todas las de la ley, a partir de 1815, restituye el viejo edificio colonial puesto en duda por la guerra entre provincias y el ajuste de cuentas de una pardocracia mancillada por la aristocracia criolla. El odio a los peninsulares nunca tuvo una idéntica intensidad.
Lo que hizo el Marqués Francisco Rodríguez del Toro en los meses últimos del año 1810 contra Coro, lo repetirá el Generalísimo Francisco de Miranda contra el alzamiento de los pardos en la ciudad de Valencia luego de la declaración de la Independencia el 5 de julio de 1811.
Las posturas pro autonómicas solo fueron bien vistas si era Caracas su principal impulsora y el resto se le subordinan. Las disidencias sufrieron el castigo de la Provincia de Caracas. Aún hoy, Maracaibo, no tiene estrella en la bandera nacional.
Caracas se arrogó la supremacía como capital del nuevo sistema. Bolívar, principal jefe político y militar, siendo caraqueño, hizo el más grande servicio a esta causa.
Hasta el día de hoy seguimos estudiando y asumiendo una Independencia e Historia de Venezuela llena de encubrimientos y medias verdades.
DR. ANGEL RAFAEL LOMBARDI BOSCAN
@LOMBARDIBOSCAN
Director del Centro de Estudios Históricos de la Universidad del Zulia