«Hay que ser fuertes para llegar a ser grandes. Este es nuestro deber. La vida es una lucha de la que no podemos retirarnos; todo lo contrario, es necesario ganar». Padre Pío de Pietrelcina.
Veo, leo y escucho noticias en las redes sociales y también me entero a través de radio bemba de algunos comentarios, bolas, rumores, chismes, brollos y cuanta descripción permite la sapiencia. Aprecio actitudes saturadas, llenas y desbordadas de pesimismo, cargadas de lloriqueos, salpicadas de maldad, negatividad y vaticinios catastróficos acerca del destino de las Primarias opositoras. Asimismo encuentro en otros un desbordante optimismo. No dudo en la buena fe que existe en unos de quienes emerge preocupación por el éxito de esa elección, pero, escogiendo entre el Cielo o continuar en el Infierno terrenal, adonde nos trajo la Revolución Bonita, me anoto con lo primero, convencido que millones no estamos equivocados del resultado victorioso que arrojarán los comicios del 22 de octubre.
Si algo sabemos los venezolanos es que no somos fanáticos, ni apostamos o comulgamos con presagios de ser pájaros de mal aguero ni tampoco «personas que acostumbran a anunciar que algo malo sucederá en el futuro». Sabemos si, que muchas han sido las trabas, obstáculos y piedras que en el camino han colocado y continuarán haciéndolo los que sienten que el frío del miedo recorre sus cuerpos y desata pánico, intranquilidad y terror. Estamos enterados que son variadas y provienen de distintas direcciones lo que han dado en llamar la inexistencia de «condiciones» o lo que es lo mismo decir el «conjunto de circunstancias que determinan el estado de una persona o una cosa». Ese es un término que ha sonado en las últimas semanas para descalificar, desmotivar y disminuir el interés que millones de venezolanos tenemos en las Primarias, cercanas, en puertas, a menos de un mes de su realización.
Los que han hecho suyo el derrotismo y repiten como loro viejo que no hay garantías, seguridad y «condiciones» para las Primarias, les recordaría que «condiciones» abusivas, irrespetuosas y desconsideradas son las que la Revolución del Siglo XXI llevó a un país, a sus hijos, a la quiebra, destrucción y atraso de una nación joven, rica y bendecida por el Creador, sumiéndola en una pobreza extrema en nombre de una ideología mentirosa, falsa, embustera y entregada a intereses imperiales depredadores que lo menos que les importa es el bienestar de los venezolanos, merecedores de una mejor calidad de vida que de haber existido más de siete millones 400 mil personas no hubiesen decidido irse a otros países.
Condiciones físicas y mentales aún son las que tenemos para soportar prolongados cortes del servicio eléctrico por horas, dos y tres veces diarias. Condiciones, temple y resistencia es pasar más tiempo en una cola para surtir gasolina que compartir con la familia, enterándonos que muchos venezolanos han fallecido en una estación de servicio a la espera de cargar combustible. Condiciones es tener nervios de acero y paciencia en el ruleteo de trasladar de emergencia a un familiar o amigo de hospital en hospital, desabastecido de todo, buscando que le salven la vida.
Condiciones, paciencia y serenidad, nunca resignación, también es pasar días, madrugadas, cual vigilante montando guardia, esperando que Hidrolago en el Zulia y otras hidrológicas en el resto del país, mejoren un servicio vital para la vida y el desarrollo. Somos privilegiados en el planeta por tener kilométricos ríos, lagos, acuíferos y embalses construidos en la IV República, ninguno o terminado algunop en la V República. No obstante, 90 por ciento de los hogares venezolanos no reciben agua por tubería de manera continua y segura. En fin, son muchas, diversas y permanentes otras «condiciones» de las que adolece la gente por la mala gerencia en la prestación de servicios públicos elementales.
Por razones como las anteriores, no es casual que en el abanico de opciones que el chavismo tiene para dinamitar el camino de las Primarias, lo último ha sido que el CNE recobró milagrosamente la voz y anuncia la «disposición» de ofrecer apoyo técnico a la Comisión Nacional de Primarias que formalizó esa petición el 5 de junio pasado. Después de esa fecha el CNE entró en un estado de invernación y poco después se supo de la renuncia, sin derecho a pataleo, de la anterior dirección de mayoría oficial que, luego sin haber terminado el período de su elección a siete años, la Asamblea Nacional pidiéndole «prestado» al ministro Reverol el plan «Borrón y Cuenta Nueva», designó a otra dirección electoral del país.
Es sospechosa, dudosa y confusa la unanimidad conductual del CNE cuando apenas meses atrás la orden era mantenerse, cual emojis, ciegos, sordos y mudos. Obviamente este cambio no debe ser entendido como una concesión, gracia, morisqueta, regalo o favor del CNE. No olvidemos que el gobierno no da puntada sin dedal. En todo caso la directiva de la Comisión Nacional de Primarias procederá a hacer las consultas con los trece aspirantes a la elección del 22 de octubre y ofrecerá una respuesta seria, responsable y coherente. Es cierto que esta instancia electoral lo que tiene en sus manos es una verdadera papa caliente, pero la confianza en cada uno de ellos, —demostrada en su trabajo hasta hoy—, es el mejor aval de seguridad, credulidad y confianza de los electores.
Mientras tanto, las agujas del reloj no se detienen y tampoco las «condiciones» emocionales, entusiastas y alegres de la gente en cada acto de calle que observamos a través de las redes sociales en cualquier rincón de Venezuela, adonde los candidatos llevan su oferta para sacar al país del atolladero en el que nos metió un proyecto ideológico fracasado, cansado y agotado, cuando 24 años después de su llegada, seguimos ocupando los últimos puestos en cualquier estadística de organismos internacionales y ONG que estudian el comportamiento y la dinámica social de los países. Por algo, en el caso venezolano en cualquier medición de opinión pública, la respuesta es similar cuando revela que 85,2 por ciento de la población en edad electoral pide cambio de gobierno.
En resumen, en la palabra confianza puede decirse que está la clave que ha permitido la construcción de las «condiciones» que en medio de dificultades ha venido avanzando poco a poco hasta llegar a la meta del 22 de octubre, cuando de sus resultados los temores que asaltan a Miraflores será una decisión irreversible, inequívoca, de lo que sucederá en la elección de escogencia del próximo Presidente de Venezuela. Los acontecimientos por venir seguirán en pleno desarrollo. Le corresponde a la dirigencia del país, a sus aspirantes a cargos de representación popular, hombres y mujeres, hacer el mejor uso de sus neuronas. La inteligencia, sentido común, diligencia, esfuerzo, cuidado, interés colectivo y unidad ponganla a funcionar. La historia los recordará y los venezolanos lo agradeceremos.
¡Amanecerá y veremos!.
José Aranguibel Carrasco
Ilustración: Feyo