La película se repite. En Cuba la revolución de los Castro subsiste hace 6 décadas y en Venezuela el régimen respaldado por La Habana se acerca a los 26 años. Conjeturas de todo tipo desplegada por innumerables analistas predijeron la caída de Fidel Castro, de Hugo Chávez y ahora de Nicolás Maduro, este último ha usurpado el poder desde 2013.
Pero la verdad es que Fidel Castro murió de viejo admirado por sus seguidores comunistas, políticos de todas las ideologías y con sus manos llenas de sangre. No pagó por sus pecados. Al morir dejó a su hermano Raúl quien no va a entregar el poder. En Venezuela en un intrincada historia, el fallecido Hugo Chávez, dejó a su heredero, Nicolás Maduro, un personaje sin formación alguna, sin valores y mucho menos escrúpulos.
En medio de mentiras, ilusiones, falsas batallas y una guerra a través de las redes sociales por las que navegan las mentiras, siendo la gran perdedora la verdad, Venezuela trata de buscar una salida a su fatal destino, sin encontrar hasta el momento la clave para hacerlo. La mayoría de su irresponsable sociedad espera que el milagro del Tío Sam llegue con sus seals y le resuelvan sus problemas, pongan preso a Maduro y sus cómplices y colorín colorado este cuento se ha acabado.
En Venezuela no hay dolientes, el chavismo se convirtió en la metástasis del cáncer que ya habían creado los partidos que dominaron la escena política durante 40 años de democracia. Ahora se han conformado hordas políticas a las que poco les importa el país y sus problemas, y solo les interesa llenar sus bolsillos y gozar de las mieles del poder. Esta élite que controla Miraflores ha recibido el apoyo de falsos empresarios, pasando por aparentes académicos que se convirtieron en sus cómplices y justificadores de sus desmanes, militares sin valores y dirigentes que vendieron su alma por una cuota o un contrato.
Esas hordas políticas degeneradas por un modelo petrolero obsoleto y corrompido no tienen límites para sus ambiciones. Traicionan, pactan con el régimen, hacen negocios sin remordimientos y si afectan a las mayorías les importa poco. Lo importante es crear su burbuja en la que viven entre la opulencia y disfrutan la vida a plenitud, proyectando un país que se levantó de las cenizas.
Pero la falsa burbuja solo muestra la faceta de una Venezuela ostentosa y de falsa riqueza, de una nación en ruinas que produce poco y su demanda solo es generada por las remesas y el lavado de dinero proveniente del narcotráfico y la corrupción. Por las redes sociales solo circulan los falsos conflictos generados en el interior del régimen y la proximidad de su caída provocada por los colmillos de la fuerza bélica norteamericana en el Caribe, cuyo pobre balance arroja el hundimiento de seis lanchas, algunas con motores fuera de borda, y una supuesta disminución del flujo del drogas hacia el mercado de la decadente sociedad estadounidense.
Ese balance bélico, dice el investigador norteamericano Christopher Sabatini (NYTimes 1-10-2025), es injustificable porque Venezuela no es uno de los principales proveedores de drogas ilícitas de Estados Unidos. La cocaína de Venezuela representa muy poca de la que entra en Estados Unidos, y el país casi no desempeña ningún papel en el comercio de fentanilo, según la Administración de Control de Drogas.
La intención de fondo del gobierno de Donald Trump es cambiar de gobierno presionando militarmente, pero debe considerarse que la mafia que controla a Venezuela tiene pocas opciones de sobrevivir si abandona el poder. Ya el Presidente de EUA intentó este cambio en su primer gobierno y fracasó. También es cierto, dice Sabatini, que podrá usar drones para atacar puntos estratégicos para intimidar y hacer un mínimo sacrificio de vidas humanas. El objetivo es cobrar la venganza por la humillación que sufrió con el fracaso de Juan Guaidó y la falta de movilización de la oposición y los militares en 2019.
Los cambios en Venezuela solo existen en las redes, diariamente los comunicadores sociales, que operan en su mayoría desde el exterior, muestran un país que no existe. Incluso entre esos factores opositores ya existen confrontaciones por un poder inexistente o recursos que algunas agencias les dan. En sus informaciones persisten la falta de objetividad, la especulación y muchos no tienen moral porque fueron cómplices de los partidos que ocasionaron el desastre nacional y generaron el régimen chavista.
Internamente la oposición se desdibujó. Los negocios con el régimen son la constante y la credibilidad es inexistente. La normalidad en la vida cotidiana es visible, incluso -por ejemplo- las universidades nacionales muestran una aparente estabilidad. Una ciudadana narraba recientemente que la Universidad Central era una maravilla y la del Zulia (la segunda en importancia) se siente orgullosa porque aparece de quinta en el escalafón de las universidades nacionales. Es decir todo está marchando perfectamente a pesar del éxodo de investigadores, estudiantes y el deterioro de sus centros de investigación, aulas y el resto de su infraestructura ¡Si la situación es tan buena entonces para que cambiar a Maduro!
En los períodos vacacionales los hoteles en la región andina son copados por los turistas, así como las playas del litoral cercano a Caracas o las del estado Falcón. Los restaurantes y los depósitos de licores son abarrotados los fines de semana, y los escándalos de dirigentes “brinca talanquera” de los partidos opositores los muestran partiendo la torta de los contratos con sus homólogos del Partido Socialista Unido de Venezuela, como ocurrió con el dirigente de Primero Justicia, Henrique Capriles, el de Acción Democrática, Henry Ramos Allup, o el ex presidente de Un Nuevo Tiempo, José Luis Alcalá.
Son 26 años de régimen, en los que Maduro ha permanecido 12 años en el poder, asesinando, robando, violando la justicia nacional e internacional sin que nadie lo condene ni a él ni a sus cómplices. Aprendieron a controlar el poder, a engañar, a mentir, a reprimir, siguieron la pauta histórica de sus homólogos cubanos de “mamarle gallo” a Estados Unidos , a Europa y Latinoamérica. Entendieron en 2015 que el poder no se comparte y que el dinero lo puede todo. La transformación de la oposición en hordas es el mejor ejemplo que “por la plata baila el mono”.
A lo mejor, como dice Sabatini, Trump puede generar miedo entre los componentes del régimen, indicándoles que “sus días están contados”, lo lamentable de esta salida es que el futuro de Venezuela seguirá en manos ajenas y que su irresponsable sociedad continuará, un siglo después, dependiendo del petróleo.
Cupertino Flores





































