Alexis Andarcia: El diablo no necesita caricatura

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Como es característico de la política, por estos días, en Venezuela, una nueva incertidumbre sube al escenario. Pero precisamente por ser recurrente, ya no genera el asombro que sus guionistas y protagonistas quisieran.


Hoy, es Capriles Radonsky, dos veces candidato presidencial por la oposición: una vez contra Chávez, otra, contra Maduro. Esta última, quizás su derrota electoral y casi política.


Aquella, posiblemente, con la más evidente demostración de que algo oscuro venía pasando en el sistema electoral; algo que, de a poco, se perfeccionaba para que, recordando una obra teatral de Rodolfo Santana, con clara alusión al bipartidismo adeco-copeyano, donde habían dos electores (Sabado y Domingo) votando cada quien por sí mismo, al abrir las urnas, aparecía Sabado votando por Domingo.


Si me preguntan, creo que esa elección la ganó Capriles. Pero «lo que no tiene remedio, ya se sabe, remediado está» nos dice Saramago…

Hoy, surge Capriles, opuesto a Guaidó y su alianza nacional e internacional, y, a la estrategia trazada de no participar en las «elecciones » anunciadas por el régimen para el 6D. Antes de hacer pública una decisión que ya había tomado, pensado y tramado, se auto acreditó lograr la libertad de 100 o mas presos. Una acción, humana y deseada, imposible de no ser aplaudida. Pero, tampoco somos tan ingenuos, necesitaba una carta de presentación, unos reflectores iluminando su regreso: un adelanto de prestaciones.


A los pocos días, constituía un partido e inscribía candidatos. La oposición, de nuevo, se implosionaba. Algunos sectores volvían, por enésima vez su mirada al Norte, en espera de un milagro. La esperanza de Trump, el impredecible, incontrolable y locuaz, ante un Biden que, cada vez más, se me parece al Gerald Ford que sucedió a Nixon.


El régimen, por su parte lograba arrimar a sus brasas, la vos de un personaje un poco más pesado que Falcón, Bertucci, Leocenis, Fermín y la mesita. A su vez, la izquierda europea (mejor dicho, española) tenía una carta con la cual intentar socavar esa línea de «no apoyo» que la UE ha mantenido; intención que, por demás, tiene ese aditivo histórico de la mirada de reojo con la cual Europa siempre ve a Estados Unidos.


La mayoría de la minoría de quienes optan por ir a votar, parten del «discurso de la oportunidad». En ese caso, puede que Capriles considere esta, su oportunidad de regresar al pasado; por supuesto, se trataría de su pasado, pues el país ya es otro: Coronavirus, escasez de gasolina, no están los miles de jóvenes, no hay aire de triunfo, ni el CNE con cierto respeto a las formas, de aquel entonces. Surge la pregunta ¿Qué motiva a Capriles? Pues, la política y el poder, siempre ofrecen las mismas respuestas: gloria, dinero, reconocimiento y trascendencia.


En los niveles más bajos, en cambio, la «oportunidad » suele ser más básica: hacerse de las siglas de un partido, ser candidatos, manejar dinero para la campaña, ver sus rostros en un afiche; quién sabe si llegar a ser diputado y solucionar sus problemas económicos. Es el uso de «la oportunidad » sin contenedores; no muy lejos del uso de la oportunidad del delincuente que espera el momento para entrar a una casa, robar un auto o el celular a un ciudadano distraido. En fin, dirán ellos, que la política no es cuestión de ética sino de resultados.


¿Qué hacemos? No votamos ¿Y qué? son las interrogantes más usadas. En mi modesta opinión y miope visión, digo: qué tal si apoyar al único líder opositor que ha logrado hacer coincidir a Europa y América en torno a la exigencia de elecciones libres y transparentes…qué tal si fortalecer la unidad opositora, con un solo comando de acción, para promover la suspensión de dicho proceso y movilizarse en torno a ello..qué tal un momento de lucidez, para auto golpear los egos y pensar el país…


Si algo tienen las palabras simples es que no saben mentir. En un abasto, allí donde la política ha dejado de ser efectiva, pues la realidad lo es todo, una señora exclama «¡Qué voy a estar pensando en votar, me preocupa el almuerzo!» Yo, recordé a García Márquez «El diablo no necesita caricatura «.