Efraín Rincón: Huracán Latinoamericano

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En los últimos días, América Latina ha experimentado situaciones complejas que atentan contra la estabilidad de algunas de sus naciones. Dentro de ese nuevo escenario, Venezuela pasó de ser el problema para convertirse en uno de los problemasde la región, para infortunio de los venezolanos.
Si analizamos con objetividad lo qué está ocurriendo en Latinoamérica, se percibe el hartazgo de los ciudadanos contra liderazgos y políticas que profundizan la inequidad histórica de las mayorías, en combinación con un plan orquestado por grupos radicalespara desestabilizar la región, a través de la violencia y la anarquía. Se mezclan los aires de cambios con rasgos de un retroceso que amenaza la institucionalidad democrática de América Latina.
El caso de Chile resulta difícil de comprender para quienes no vivimos allí. En los últimos años, Chile fue considerado el país con el mayor grado de desarrollo económico y el mayor nivel de estabilidad democrática de la región, acompañado de una aceptable calidad de vida de sus habitantes. En el caso de los migrantes venezolanos, Chile se convirtió en uno de los destinos más atractivos para alcanzar el progreso que en su país no pueden tener. Es insólito observar como en cuestión de días esa percepción desapareció, sumergiendo al país en el peor escenario desde la salida de Pinochet del poder, lo cual nos obliga a hablar de un antes y un después, porque Chile no volverá a ser el modelo que soñábamos instaurar en muchas de las naciones latinoamericanas.
Creer que el ambiente de violencia que se ha adueñado de las calles de Chile, se debe sólo al aumento del precio del metro y a la acumulación de una deuda social, resulta bastante ingenuo, especialmente, por la cantidad de pérdidas humanas y el nivel de destrucción que han producido las protestas. Los daños en infraestructura y en servicios públicos, así como el incendio de edificios y centros comerciales, han dejado cuantiosísimas pérdidas económicas que afectarán el desempeño económico de la nación, trastocandola tranquilidad y el presupuesto familiar de millones de ciudadanos. Sin duda, estarán peor que antes.Al observar la ferocidad e irracionalidad de las protestas, parece que el propósito de fondo es la renuncia del presidente Piñera para implantar un modelo político de izquierda más radical, cuya legitimidad se fundamentaría en una asamblea constituyente que produzca una nueva constitución para Chile. De esa manera, la izquierda pretende conquistar nuevos espacios en su incansable afán de propagarse por toda la región.
En el caso de Ecuador, el plan de desestabilización aparentemente pudo frenarse a tiempo y el presidente Moreno, después de impulsar un diálogo nacional, logró calmar los ánimos al dejar sin efecto el decreto de eliminación del subsidio a los combustibles. La violencia dejó menos daños humanos y materiales que en Chile, pero en el fondo la idea igualmente era sacar a Lenin Moreno del poder, promovida por grupos radicales comandados por Correa y Maduro. Por ahora, Ecuador está a salvo pero la amenaza contra la institucionalidad democrática ronda por Quito.
En Argentina, la izquierda volvió otra vez al poder. El presidente y candidato oficialista, Mauricio Macri, reconoció inmediatamente la victoria de su adversario Alberto Fernández, ofreciéndole toda la colaboración institucional para que la transición sea lo menos traumática posible para el pueblo argentino. A pesar que la elección se desarrolló normal y pacíficamente, el futuro de Argentina no es promisorio, no sólo por la crisis que heredó la nueva administración, sino por la conocida manera con la que gobiernan los peronistas bajo la égida de la señora Cristina de Kirchner. Falta ver si el presidente Fernández gobierna con autonomía y criterio propio que le permita lograr los acuerdos necesarios para tomar decisiones, en el entendido que no alcanzó la mayoría parlamentaria; o, por el contrario, permita que se imponga el liderazgo de la vicepresidenta, con una posición radical y polarizada que, sin duda, empeorará el difícil escenario social y económico de la Argentina.
Finalmente, el presidente Evo Morales proyecta el rostro más visceral del autoritarismo en Bolivia. Después de 14 años en el poder, pretende mantenerse a través de un fraude electoral. Aquí es cuando se hace efectivo el refrán “si no ganan, arrebatan”. Los bolivianos exigen un cambio apoyado en el poder de los votos, sin embargo, Morales se empeña en conservar el poder haciendo uso de la fuerza que le proporcionan las armas de la República y el control de las instituciones, especialmente, la instancia electoral. De continuar en sus pretensiones autoritarias, Bolivia tendría un gobierno ilegítimo que llevaría al país a un escenario de conflictividad e inestabilidad política, económica y social, bajo el dominio de una dictadura de izquierda.
Es un momento crucial para la región. El régimen de Maduro tiene sus manos metidas en las acciones desestabilizadoras que estamos observando. Él sabe que en la medida que se debilite la influencia del Grupo de Lima y se pierda el interés por Venezuela por parte de aliados más ocupados en resolver sus propias crisis, contará con más tiempo para oxigenar a su debilitado gobierno. La libertad y la democracia están seriamente amenazadas; ojalá las democracias del mundo estén conscientes de este peligro y asuman la responsabilidad histórica de preservar la democracia, el modelo político más perfectible que conozca la humanidad hasta el momento.
Profesor Titular Eméritus de la Universidad del Zulia (Venezuela)