Neuro Villalobos: Despertar y sacudirse

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(AP Photo/Fernando Llano, File)

“Nada hay tan hermoso y legítimo como actuar bien y debidamente como hombre, ni ciencia tan ardua como saber vivir esta vida bien y naturalmente.” Michel de Montaigne

Una de las debilidades, y quizás la mayor de nuestra sociedad democrática, es la carencia de un liderazgo futurista que haya podido sacar provecho de la debilidad más clara del régimen que nos oprime, como lo es su mal desempeño en términos de definición y ejecución de políticas públicas dirigidas a beneficiar a la población en áreas como la seguridad personal, patrimonial y social; la inversión, el empleo; el estímulo a la producción y distribución de bienes y servicios, y el freno, desde el comienzo, a la desbordada corrupción que hoy se ha puesto en evidencia y que lo resume la oposición democrática en una sola frase: “no es el bloqueo, es el saqueo”, tan descomunal que ha causado el más grande desbarajuste económico de nación alguna, en cualquier época, sin mediar una guerra.

Tampoco la sociedad democrática venezolana ha puesto su foco en evitar que la práctica política se haya degradado, que se haya envilecido de tal manera que su ejercicio se ha vaciado de todo contenido moral y ético por lo que la carrera política se ha constituído en una vía de enriquecimiento fácil y súbito, más aún si para acceder al poder se organizan, disfrazados de partidos políticos, bandas delictivas que garanticen una vinculación diádica entre los “líderes” y sus seguidores.

En la vinculación diádica, el líder concede favores especiales a los integrantes de la camarilla a cambio de su lealtad, compromiso y producción por encima del promedio. En el caso venezolano, los dirigentes como Chávez, Maduro, Cabello, los Rodríguez, Padrino y Al Aissami, por ejemplo, han creado sus camarillas internacionales, además de las venezolanas, seducidos por el poder, que tiene fuertes lazos con ellos y cuya relación se caracteriza por un elevado grado de confianza, intercambio, lealtad e influencia mutuos. Son los que tienen asientos en las primeras filas, debajo de los toldos, obligación de aplaudir y licencia para robar, enjuiciar, trampear, engañar, perseguir, injuriar y matar.

Hay otro tipo de seguidores que no forman parte de las camarillas que sólo tienen que cumplir con los requisitos de su función normal y sujetarse a la dirección del líder, sin chistar, sin reclamar, calladamente, pendejamente, los cuales se han venido cansando de la verborrea oficial y se han puesto respondones ante el diferimiento permanente de la solución de sus problemas a pesar de la danza de millones de petrodólares, cuyos montos sólo se saben por algunas denuncias, si las dejan publicar.

De acuerdo con el analista político John Magdaleno debemos tomar como referencias positivas de la gente que asocia capitalismo con riqueza y socialismo con solidaridad y responsabilidad social, de modo que sólo hace falta un liderazgo que se conecte sinceramente con la forma de pensar de la gran mayoría, esa que no debate sobre estos temas sino que dedica su tiempo a cómo sobrevivir cotidianamente, tanto dentro del país como los que conforman la diáspora venezolana en el exterior. Es decir, cómo mitigar su hambre; calmar sus dolores; conseguir empleo; educar a sus hijos; tener una vivienda digna, mantener su fe y no perder la confianza en Dios.

De allí la urgencia de un liderazgo transformador y ético que actúe de inmediato. Si bien el clima electoral nos atosiga y preocupa, también es verdad que la gente empieza a pensar y cuestionar la eficacia real de la abstención y la no participación. Hay que luchar por lograr un proceso electoral transparente, por lograr la unidad por encima de las diferencias y por una oferta dirigida a la solución efectiva de los problemas vitales de la gente, no para satisfacer mezquinas aspiraciones personales. Tenemos que despertar y sacudirnos el “quietismo irónico”, ese que según Harold Bloom “cuando mejor estamos es cuando no hacemos nada con respecto a las realidades mundanas. Rechazamos el orden de la sociedad de manera tan absoluta que, en la práctica, es como si lo aceptáramos todo.” Es una misión para líderes futuristas.

Neuro J. Villalobos Rincón
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