Más de 320 millones de estadounidenses celebran la gran fiesta nacional del 4 de Julio

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Más de 325 millones de personas se disponen hoy a lucir las banderas y celebrar esta jornada de fiesta nacional con salidas al aire libre y fuegos artificiales por más que el país esté viviendo un momento económico especialmente delicado debido a las altas tasas de inflación y al descontento generalizado con la actual administración de la Casa Blanca.

El 4 de julio es un día cuasi sagrado que obliga a muchos a mirar atrás, al siglo XVIII, cuando las trece colonias fundadas por emigrantes británicos cien años atrás gozaban de un sistema político muy parecido al de Gran Bretaña, con cuyo territorio mantenían un fuerte vínculo comercial. Estas trece colonias formaban parte de los territorios de Gran Bretaña en el Nuevo Mundo, que también tenía colonias en Canadá y el Caribe, así como en el este y en el oeste de Florida.

Durante el siglo XVIII, el Gobierno central administraba sus propiedades en las colonias para beneficio de la metrópoli desde un enfoque mercantilista. Fuera de eso, las 13 colonias gozaban de un alto grado de autonomía, celebraban elecciones locales y, a partir de 1750, comenzaron a colaborar entre sí con lo que cultivaron un sentido de identidad compartido. Esto sirvió de base para desencadenar años después la revolución y el movimiento independentista.


En 1763, finalizó la guerra de los Siete Años que involucró a la mayoría de las grandes potencias de la época y en la que los dos principales contrincantes fueron Francia y Gran Bretaña. La principal finalidad del conflicto era establecer la supremacía colonial en todo el mundo y por eso esta guerra tuvo lugar en varios frentes: Europa, Norteamérica, Centroamérica, África Occidental, India y Filipinas. Con la firma del Tratado de París entre Francia, España y Gran Bretaña en 1763, los franceses renunciaron a sus aspiraciones sobre las 13 colonias británicas en Norteamérica.

Una victoria pírrica
Pese a haber prevalecido, los británicos quedaron en una situación muy delicada, con un Tesoro prácticamente en bancarrota. Es en ese momento cuando la metrópoli decidió imponer sobre las colonias una serie de impuestos (del azúcar, del sello, del té) que fueron muy impopulares y que cimentaron la rebelión. Las colonias no tenían representación en el Parlamento de Londres, por lo que muchos colonos consideraban ilegítimos los impuestos y leyes. “Ningún impuesto sin representación”, decían.

Aparecieron grupos de oposición, se organizaron reuniones como el congreso de representantes que en 1765 emitió una declaración de derechos y agravios, y empezaron a darse incidentes violentos y movilizaciones populares, entre las que sobresale el motín del té en Boston el 16 de diciembre de 1773, en el que se tiraron grandes cantidades de té británico al agua. Por su parte, Londres reaccionó con el envío de soldados a las colonias y la promulgación de leyes que recortaron las competencias de las instituciones autónomas y les dio más poder a los funcionarios y militares británicos.

Culminación del proceso
El proceso culminó en la unificación de todos los congresos provinciales —o equivalentes— de las colonias en el Primer Congreso Continental constituido en Filadelfia el 5 de septiembre de 1774 y al que asistieron representantes de doce colonias (todas excepto Georgia). Un año después, este órgano tuvo continuación en el Segundo Congreso Continental, que fue el que adoptó la Declaración de Independencia otro año más tarde.

Ni entre los colonos ni entre los británicos había unanimidad en cuanto a cómo abordar sus crecientes diferencias. En el caso de las colonias, había partidarios de mantener el vínculo con la metrópoli, los llamados “lealistas”, fieles a la Corona británica. Frente a ellos estaban los “patriotas”, partidarios de romper toda relación con Londres e independizarse.

La Independencia de Estados Unidos en 11 minutos

Al otro lado del Atlántico estaban quienes abogaban por reconciliarse con los colonos y los que defendían que se impusiera la soberanía británica con medidas de fuerza. A pesar de que hubo algunos intentos de darle una solución negociada al enfrentamiento, el choque era inevitable y el 19 de abril de 1775 comenzó la guerra de independencia, también conocida como la revolución americana o la guerra revolucionaria.

Descolonización
Este conflicto abrió la era de las revoluciones de la edad contemporánea y supuso la primera lucha independentista en la serie de procesos de descolonización que vinieron después. Las fuerzas británicas eran en principio más poderosas que las de los colonos, pero estos batallaban en su terreno y no desistieron pese a las batallas perdidas. Durante el invierno de 1775-1776, los miembros del Congreso Continental de las colonias se dieron cuenta de que las opciones de reconciliación con los británicos disminuían y que la independencia era la única vía de acción.

En enero de 1776, el político y escritor de origen inglés Thomas Paine, considerado uno de los padres fundadores de EE.UU., publicó el ensayo “Common Sense” (“El sentido común”), en el que abogaba por la independencia de las colonias. Hasta hoy, se trata de una de las obras más vendidas en EE UU y su amplia difusión en aquel momento fue de gran ayuda a la causa revolucionaria.

El 7 de junio de 1776, el abogado de Virginia Richard Henry Lee presentó una moción en la cámara para declarar la independencia. Otros congresistas estaban de acuerdo, pero pensaban que algunas colonias no estaban listas aún. Se creó un comité para elaborar una declaración de independencia y se le comisionó la tarea a Thomas Jefferson, un abogado y político también de Virginia que años después se convertiría en el tercer presidente de EE UU.


Benjamin Franklin y John Adams revisaron el borrador de Jefferson, redactado como “expresión del espíritu norteamericano”, al que se añadieron 86 enmiendas. Mantuvieron la idea original, aunque eliminaron algunos pasajes que podían encontrar más oposición, como por ejemplo los que eran contrarios a la esclavitud. Sus pasaje más renombrados dicen: “todos los hombres son creados iguales” y “la vida, la libertad y la búsqueda de felicidad” son derechos naturales e inalienables.

Aunque la separación jurídica de las 13 colonias que originalmente integraban la nación tuvo lugar el 2 de julio de 1776, se eligió el 4 de julio para celebrar el nacimiento del país porque se cree que fue ese día cuando se firmó la Declaración de Independencia, cuyo autor principal fue Thomas Jefferson. Curiosamente, tanto él como John Adams murieron el mismo día, el 4 de julio de 1826, justo cincuenta años después. James Monroe, otro padre de la patria que se convirtió en mandatario de la nación, murió el 4 de julio de 1831 y Calvin Coolidge, el presidente número 30, nació el 4 de julio de 1872.

La Declaración de Independencia no puso fin a la guerra con los británicos. Tendrían que pasar otros siete años hasta que llegara el final formal del conflicto, el 3 de septiembre de 1783. Los británicos ratificaron la declaración de paz el 9 de abril de 1784.

El 4 de julio está cargado de simbolismo. Por ejemplo, la bandera tiene 50 estrellas, 13 franjas horizontales y tres colores que representa fortaleza, pureza y justicia. La celebración de la Independencia con fuegos artificiales se remonta a 1777 cuando, para conmemorar el primer año del nacimiento de Estados Unidos como nación libre, en Filadelfia se incluyó un espectáculo de 13 fuegos artificiales, en honor de cada una de las 13 colonias originales.

Lorena Sáez/ Larazón