Antonio Ledezma: La tierra y sus depredadores

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Estamos viviendo de forma descontrolada, al margen de los derechos de otros miles de millones de seres vivos. Llevamos mucho tiempo poniendo en escena un consumismo desaforado que nos lleva al límite de agotar la mismísima tierra, de persistir, sin correcciones urgentes, en esa conducta, llegaremos al fin del mundo. Nos estamos comportando como nuestros propios depredadores. Estamos produciendo y devorando comida y todo tipo de bienes a capricho. Nada nos detiene. Salvar a especies, con medidas simbólicas, ya no es suficiente, el atentado contra el habitad es una acción nociva que traería sus consecuencias, ya a la vista y sentidas por todos.

Este tema del cambio climático y sus consecuencias del calentamiento global, debe ser de obligatoria atención de todos los ciudadanos llamados a contribuir a salvar el planeta, que equivale a salvarnos a nosotros mismos. Pudiera recomendar muchos textos que abordan esta materia, desde el diagnostico de lo que está pasando con los gases de efecto invernadero, hasta las alternativas que se deben asumir para sustituir progresivamente los combustibles fósiles que despachan millones de toneladas de carbono hacia la atmósfera, como serían las energías limpias que ya funcionan en muchas partes del mundo, energías que van desde la hidráulica, la solar, la eólica, la geotérmica, la nuclear y la que se obtiene como biocombustibles. He visto muchos documentales que se transmiten por medios audiovisuales, pero hay uno en especial que sugiero ver en familia y que presenta la experiencia de un ciudadano que se ha dedicado por más de 80 años a investigar este problema. Me refiero a las vivencias del Sr. David Attenborough que transmite Netflix.

Relata el protagonista de ese documental como en Asia, ya en 1956, tres cuartas partes de la superficie de Borneo estaban cubiertas por selvas tropicales, y resulta que para finales de siglo ese territorio se había reducido a la mitad. Más del 50% de las especies terrestres viven en esas selvas, son variadas especies que existen en pequeños grupos, aprenden a alimentarse para poder completar su rol dispersando semillas, ayudando a que se mantenga la diversidad de arboledas, llegando a existir hasta 700 especies de árboles. Esa extraordinaria riqueza natural ha dado paso a la monocultura de palmas aceiteras. Es lo que se vió y describe David Attenborough, en tono justificadamente dramático. Afirmando que es el resultado de la voracidad y el interés económico en sembrar esas plantas, negocio que se ha impuesto por encima de la vida misma. Da cuenta Attenborough de la tala de más de tres billones de árboles, crímenes horrorosos, que no los justifica el interés de quienes se benefician de la madera y de las tierras devastadas para luego realizar siembras. Miles de animales se van reduciendo. El hielo del Ártico se está derritiendo en porcentajes alarmantes, lo que era el más prístino de los ecosistemas da pasos acelerados hacia el desastre.

“Esos negocios de la madera son insostenibles, sencillamente porque están matando el sistema que no está a salvo de los depredadores”, apunta Attenborough, para agregar que “ningún ecosistema está a salvo de esas agresiones. Ni siquiera el mar está libre de esos abusos”. Y es absolutamente cierto. En buena parte de su extensión el mar está vacío. Pero vemos en esas imágenes que recopila el documental que, en ciertos lugares, hay focos de actividad a donde las corrientes trasladan nutrientes a la superficie y desencadenan una explosión de vida. En dichos lugares se dan cita inmensos bancos de peces. El problema es que las flotas de pesqueros tienen habilidades para encontrar esos espacios y arrasan esos portentos con mucha facilidad, avanzando hacia aguas internacionales y no se paran en atrapar esas riquezas con la mayor facilidad. ¿Qué ha podido investigar Attenborough?, la tragedia representada en la eliminación del 90% de los peces grandes del mar. Los pescadores, que al principio atrapaban millones de ejemplares en sus redes, ahora, con el transcurrir del tiempo regresan a sus puertos con las redes casi vacías. Han agotado las especies.

El costo por esos ataques desproporcionados a esos reinos, como los que han ido reduciendo a los depredadores, ocasionan el declive de los nutrientes oceánicos en las aguas superficiales, ya que sin depredadores no se da el reciclaje de esos sustentos, sin ellos se perderán y esos focos de bancos desaparecerán progresivamente y la vida oceánica irá mermando. Los arrecifes de coral, claudicarán como desiertos bajo el agua. Los manglares también irán mermando y solo ganará terreno el calentamiento del planeta que abarcaría al mar, ya que la furia de los carbonos harían allí estragos. Las aguas marinas venían absorbiendo el exceso del calor camuflando en el poderoso impacto que sale a flote en el día. Ahora las cosas están variando. El océano comienza a calentarse, los efectos de gases invernaderos van dejando sus huellas. La tierra se está desequilibrando. El habitad más remoto, en los extremos norte y sur de la tierra, esas regiones polares con sus peculiares paisajes y especies singulares que sobreviven en condiciones extremas, allí están cambiando las cosas. El deshielo es un aviso claro y contundente, el mar está cediendo a los efectos del calentamiento.

No podemos ser ilusos creyendo que Venezuela está libre de esas amenazas, por lo tanto, ¿no es hora de pensar en nuestros arrecifes como el de Las Aves, Los Roques y Morrocoy? ¿Qué le espera a nuestros manglares ubicados en el Delta del Orinoco (los cuales, con una superficie de 459.000 ha, correspondientes al 68.1% del total de manglares del país, se encuentran en cuarto lugar en la lista de manglares deltaicos más grandes del mundo, después de los famosos “Sunderabans” de Bangladesh, del río Amazonas brasileño y del Níger africano), los manglares de La Restinga y de la laguna de Las Maritas, en la isla de Margarita, los cuales suman 2.300 ha, equivalentes al 0.3% del total de manglares de Venezuela, los manglares en los alrededores del rio San Juan y los que bordean el Golfo de Paria?

La sobrepesca, es una explotación irregular que produce malos efectos con la reducción de especies que trastoca la vida en los océanos y esos males repercuten en toda la tierra. Escuchemos los relatos sobre las dificultades de nuestros pescadores del oriente de Venezuela o los que se ganan la vida con esa actividad en las costas del estado Falcón.

La tala de más de 15 mil millones de árboles cada año es un asesinato a mansalva de la tierra. Esos podadores indiscriminados están haciendo daños a nuestros bosques. Las especies de agua dulce no se quedan atrás, más de un 80 % de sus variedades que tienen como habitad ríos y lagos están sufriendo los rigores de esas intervenciones irregulares. Se están sustituyendo especies salvajes por domésticas. La mitad del suelo fértil de la tierra es ahora terreno de cultivo. El 70 % de la masa de aves son domésticas, la mayoría gallinas. Las poblaciones de especies salvajes se han reducido a la mitad. Los invito a leer los informes, seriamente producidos, por #SOSOrinoco para que nos pongamos al corriente de los desastres que se están perpetrando en los estados Bolívar, Amazonas y Delta Amacuro.

La selva del Amazonas tiene como destino, ser víctima de la tala indiscriminada, con lo cual se va quedando sin suficiente humedad y pasa a ser una sabana seca, con pérdidas catastróficas de especies y alterando el ciclo hidrológico mundial. Nuestras reservas hídricas, las del rio Caroní, por ejemplo, están siendo mitigadas por esos asaltantes de la naturaleza. Lo mismo hacen con nuestro caudaloso Orinoco. Mas allá de nuestras fronteras, el Ártico, en verano se queda sin hielo, sin las capas polares, con menos energía del sol, hecho que se refleja de vuelta al espacio y la velocidad del calentamiento global se acelera. Por todo el norte el deshielo del terreno congelado libera metano muchas veces más potente que el dióxido de carbono, precipitando la tasa del cambio climático alarmantemente. Los campos fértiles se irán agotando por exceso de uso, la climatología será cada día más impredecible.

Hay que recuperar la biodiversidad, si no lo hacemos no saldremos de la crisis. Es imprescindible -recomienda, David Attenborough- resilvestrar el mundo, recuperar los árboles talados, los bosques quemados, los animales asesinados.

Para el 2100 más de 11 mil millones de habitantes tendrá la tierra. Esa tasa de crecimiento puede ser ralentizada antes de que llegue a ese borde. Sacar a la gente de la pobreza, garantizarle educación con calidad, igual calidad de vida, sin aumentar nuestro impacto sobre ese mundo que habitamos, será un propósito a compartir. En 2020, la superficie destinada a bosques en Venezuela fue estimada en un poco más de 46 millones de hectáreas, lo que representó un descenso de alrededor de 2,7% en comparación con la superficie de bosques reportada en 2010. De acuerdo a los datos presentados, Venezuela se encuentra entre los diez países con mayor superficie forestal en América Latina y el Caribe en 2020.

¿Cómo podemos recuperar la biodiversidad? Las plantas de la tierra capturan cada día, energía solar, o sea tres millones de kilovatios por hora de energía solar diariamente, 20 veces la energía que necesitamos y la proporciona el sol. El viento y el agua, son también energías eternas de la naturaleza, más la geotérmica. Hay que mirar hacia esas fuentes de energías limpias. Como lo hicieron en Marruecos que dependía del petróleo que importaba, y hoy cuenta con la granja solar más grande del mundo, situado a orillas del Sahara. Esta gran planta solar se va a centrar, totalmente, en energía renovable, con la combinación de la energía solar, hidráulica y eólica, Marruecos está produciendo más de la mitad de su energía de fuentes renovables desde el año 2020.

Venezuela cuenta con esas condiciones. Sol y viento suficiente para crear centros generadores de energías neutras en carbono y así proteger nuestra diversidad, caminando hacia una transición energética explotando las fuentes de recursos limpios de carbono. Venezuela, por encontrarse en la Zona Intertropical, posee un clima cálido. Desde el nivel del mar hasta 300M. La temperatura media anual son mayores a 26ºC y abarca la mayoría del territorio nacional. Un ejemplo de este clima son las ciudades localizadas en zonas áridas como Maracaibo, Punto Fijo, Coro; y ciudades ubicadas en zonas de sabanas como Apure, Barinas, Guanare y San Carlos. La verdad es que tenemos sol durante todo el año y vientos con suficiente potencia para producir energía eólica. Venezuela es uno de los países de Latinoamérica con mayor potencial para generar energía solar, de acuerdo con el mapa del Atlas Global de Energía Renovable, pero la falta de políticas públicas y de inversión impiden que el sol sea una opción para mitigar la crisis eléctrica declarada en 2009.

El potencial solar en Venezuela ronda los 236 vatios por metro cuadrado, sólo 40 puntos por debajo del desierto de Atacama en Chile, la zona con mayor capacidad para la energía fotovoltaica en América.

He podido leer las reflexiones del ingeniero Iván Díaz, especialista en energía solar fotovoltaica, ofreciéndole detalles a la agencia de noticias Efe, sobre el potencial solar venezolano que según el experto “no se limita a algunas zonas, sino que es posible encontrarlo en todo el territorio venezolano, debido a la “posición geográfica privilegiada” con entre cuatro y seis horas de irradiación solar diaria y vientos de entre 8 y 9 metros por segundo en los más de 1.200 kilómetros de costas”.

Es hora de proceder.

@alcaldeledezma