La historia es el olvido de los recuerdos que intentamos hacer pasar como los hechos que sucedieron. Por lo tanto lo que creemos recordar es una nebulosa pretensión de dudosa veracidad. El estudio del pasado es el estudio de fantasmas prisioneros de los sobrevivientes que en el presente los invocan. “¡Fuerzas del aire, tierra, mar y fuego! a vosotros hago esta llamada: si es verdad que tenéis más poder que la humana gente, limpiad de maldades a nuestra tierra y haced que aquí y ahora, los espíritus de los amigos ausentes, compartan con nosotros esta queimada”. El Conjuro de la Queimada gallega procura conectar con los espíritus del mundo invisible para alejar a los malos designios. Los muertos merecen ser recordados más allá de los silencios.
La historia es un tema necrológico que no tiene nada que ver con la exactitud de los recuerdos; al contrario, eso que llamamos recuerdos es una completa ficción o un intento de literatura. Tampoco confiamos mucho en el principio de autoridad de la documentación oficial para recoger testimonios irreprochables. De hecho la historia es una metafísica al servicio del poder y no al servicio de la comprensión plural de los muchos recuerdos rotos y dispersos que existen. Es el error la sustancia suprema del historiador quien sin ser actor de los hechos que narra termina siendo su propio creador.
Veamos el caso del “historiador” Putin: “La aparición de tropas rusas cerca de Kiev y otras ciudades ucranianas no está relacionada con las ganas de ocupar Ucrania, Rusia no tiene ese objetivo. Pero, no permitiremos que Ucrania sirva de “trampolín” para acciones agresivas contra Rusia”.
Ya sabemos que la guerra y política de acuerdo a Heródoto, Tucídides y Polibio es la Historia. Lo demás es algo subsidiario. También sabemos que en la historia como relato de ficción el olvido prevalece y junto a ello la mentira. Por eso Putin dice sus “verdades” a quienes quieren creer en su versión. Y esto no es un acto de insania sino de tergiversar la realidad convirtiendo a la historia en propaganda de Estado y Guerra. Si Putin gana la guerra en Ucrania sus disparates cobrarán sentido. En cambio, si la pierde y es defenestrado del poder, pasará como un loco más criminal de guerra para la mayoría que sancionará la versión de los ganadores.
Lo que es evidente es que la guerra contradice las bondades de la existencia y el progreso moral y tecnológico humano imponiendo la tragedia. Y lo de Ucrania nos lleva, una vez más, a un olvido interesado e irracional de que las nuevas guerras pueden llevarnos al olvido más absoluto.
DR. ANGEL RAFAEL LOMBARDI BOSCAN
DIRECTOR DEL CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS DE LUZ
@lombardiboscan