Hugo Delgado: La realidad va por dentro

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El asunto no es que el régimen  quiera mostrar una realidad inexistente, el  cuestionamiento  es que los venezolanos la acepten con naturalidad, asumiendo como si el país está funcionando.  Ese día viernes en Maracaibo, un grupo –la mayoría jóvenes- inauguraban un negocio en medio de la música y el consumo de licor. Sin distanciamiento, ni tapabocas, disfrutaban a plenitud del  evento; no había autoridad, tampoco conciencia.

En otro episodio el líder chavista, Diosdado Cabello, y el gobernador del Zulia, Omar Prieto, presidían un masivo mitin iniciando la campaña para las fraudulentas elecciones legislativas del próximo 6D. Para no quedarse atrás en la demostración de normalidad, el alcalde de Maracaibo, Willy Casanova, encendía las luces navideñas de la emblemática Plaza de la República, mientras la ciudad se cae a pedazos. Lo común: cero medidas de control sanitario anti Covid19.  

En Caracas se anunció, con “bombos y platillos”, que la sufrida población capitalina podía ir, durante el fin de semana al Litoral Central, a disfrutar de las playas, beber licor, comer frente al mar y tomar el relajante sol. Total la urbe es “la capital del cielo”, como dice un médico que emigró de Maracaibo, porque”aquí allá se sufre menos”. El régimen ha dispuesto los recursos y servicios para que la falsa percepción al visitante (diplomáticos y a turistas que todavía se atreven a venir),  refleje un mundo inexistente y no muestre la realidad de un país decadente.

El respetado economista, José Guerra, explicaba cómo el régimen liquidó el bolívar, lo desapareció prácticamente porque ya todo se cotiza en dólares. La odiada divisa yanqui que le coloca el precio  a todo, desde los productos básicos hasta lo que cobran las autoridades corruptas en la frontera colombo-venezolana. El gobierno anárquicamente y empujado por una realidad ineludible lo ha permitido y tácitamente suplantó la moneda nacional definida en la risible Constitución Nacional Bolivariana.

Pero la gran interrogante es quién y cómo se  estima valor el dólar libre que navega por las redes moviendo la economía, con la complicidad del régimen, estimulando la circulación de las remesas, los narcodólares y los dineros provenientes de oscuros negocios (corrupción). Y estas preguntas se abren porque en un país lleno de mentiras, con cifras oficiales inexistentes o dudosas, cómo hacen para calcular el precio de la divisa americana. Sin embargo, como corderitos amaestrados, empresarios, régimen y sus corruptos representantes y consumidores comunes y corrientes, corren tras él, provocando la descomunal hiperinflación que parece no tener fin.

El 13 de noviembre de 2020, el portal La Patilla abrió con un titular interesante: “Venezuela: Tiendas llenas, despensas vacías”. En la aparente normalidad  “del país de la dimensión desconocida”, ésta es la realidad. Ahora los supermercados y los proliferantes “markets”  están abarrotados de productos para todas las necesidades, incluso finos víveres y licores importados que acompañaran las mesas de remesados, enchufados y empresarios adinerados, que nunca imaginaron ganar tanto y tan fácilmente.  Pero esa no es la realidad de la mayor parte de los hogares venezolanos.

Sí, ahora los precios suben en dólares inexplicablemente, porque los productos en el exterior tienen los mismos precios, incluso muchos disminuyen. Pero en Venezuela la mano desinteresada de quienes reciben remesas también propicia  el aumento de precios, porque en ese afán de demostrar que “yo si tengo dólares” les importa poco pagar lo que sea, sirviendo así de motores de la hiperinflación. Es la patología social del “mostrar el status como sea”: con un celular, con dólares, con carros, con el whiskey que bebe o lo que gastan en un restaurant. Es la tendencia social, heredada de la cultura petrolera, de “Venezuela es un país rico”.

Mientras el régimen aumenta sueldos en 200% “sin muchos bombos y platillos” porque la hiperinflación calculada conservadoramente en 6500% liquidó el incremento, Venezuela muestra indicadores preocupantes que a la nomenclatura parece no importarle: 40% de la población azotada por la desnutrición, al 70% por debajo de la línea de la pobreza,  gran parte de los hogares priorizan la comida para los niños porque no alcanza  para todos (según la ONG  World Visión Internacional estima que eso ocurre  en 7 de cada 10 hogares), los hospitales están en crisis hace varios años, los colegios y universidades públicas están destruidas y los servicios públicos están quebrados.

Ante la situación, el régimen se promociona con programas sociales que solo existen en su discurso mentiroso. En su propaganda, la caja del Clap cubre las deficiencias, las pensiones y los bonos proporcionan los recursos suficientes para vivir dignamente,  el plan de suministro de gasolina es exitoso, Pdvsa y Cantv son empresas eficientes (realmente están quebradas y sus servicios son inexistentes), y la joya de la corona, la Capital Caracas se muestra como la ciudad ejemplar.

Co respecto a la crisis del virus chino Covid19, las cifras del régimen  parecen  definidas en un guión que leen todos los días: los casos oscilan entre 380 y 400, el número de muertos entre 2 y 4, rara vez las supera. Pero en las redes y las conversaciones personales, los venezolanos saben que no es cierto, quienes visitan hospitales y clínicas manejan otra información, y las redes con sus obituarios reflejan otra situación. En medio de la mayor amenaza de aumento de contaminados, el régimen quiere mostrar una  normalidad inexistente, todo para reflejar un país alegre  que espera con ansiedad las elecciones democráticas del 6D, y deseoso de disfrutar las fiestas de fin de año.

Mientras el régimen muestra ese país normal, se incrementan las detenciones de líderes políticos, periodistas y manifestantes andinos golpeados por los malos servicios; las universidades y colegios públicos se caen a pedazos, censuran y cierran medios de comunicación, la gente languidece en las puertas de los hospitales, el hambre y la muerte azota los cuatro costados del país.  La realidad inocultable y silente continua su marcha indetenible, con la complicidad de una Venezuela apática, bonchona, antisolidaria, canibalizada y sin rumbo.  

@hdelgado10