Antonio de la Cruz: Acta de canonización para un pueblo en exilio

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                    A los Santos José Gregorio y Madre Carmen

Hoy no canonizan a dos nombres,
sino a un país entero.

No basta decir José Gregorio Hernández,
no basta pronunciar Madre Carmen Rendiles
como si fuesen solamente campanas en domingo.
Ellos son las dos primeras columnas
de un templo que aún no tiene paredes,
pero tiene pueblo.

Un pueblo desgarrado
como una bandera que el viento dispersó
sobre cinco continentes,
pero que todavía conserva, en cada hilo,
el mismo olor de amanecer en la casa materna.

Oh Venezuela,
no eres ya una tierra donde se nace,
sino una semilla que viaja
en el bolsillo de quienes partieron.
Eres pan dividido en muchas mesas,
eres nombre pronunciado en miles de acentos.

Y hoy, desde Roma,
te llaman nación de santidad.

No por tus gobiernos, rotos como vasijas antiguas,
ni por tus instituciones, desmoronadas como murallas viejas,
sino por la dignidad que aún respira
en los pulmones cansados de tu pueblo.

José Gregorio, médico de los pobres  y de la fe,
recoge ahora los pasos de los que huyeron
y los junta como cuentas de un rosario.
Madre Carmen, escondida en su hábito silencioso,
tiende un manto sobre los que duermen en aeropuertos,
sobre los que rezan en lenguas que no entienden,
sobre los que no olvidan aunque quieran.

No es un acto religioso,
es un decreto de existencia.

Se proclama, ante cielo y tierra,
que esta nación dispersa sigue viva.
Que su territorio no termina en sus fronteras,
sino donde llega su esperanza.
Que su historia no se mide en batallas ni elecciones,
sino en la terquedad de seguir creyendo.

Porque hay países que mueren en guerras,
y hay países que resucitan en los altares.

Hoy Venezuela aprende lo segundo.

Antonio de la Cruz

Chevy Chase, Maryland

Octubre 18, 2025