Neuro Villalobos: A la conciencia universitaria

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“Ante la terca realidad que nos conmueve, no es posible colocarse una venda que haga translúcida la conciencia y se acepte como algo normal la injusticia.” Neuro J. Villalobos Rincón.

Escribir sobre la Universidad venezolana y su rol trascendente en la sociedad no es nada fácil, sobre todo cuando se ha tenido responsabilidad en la conducción de una de ellas, no por la gracia de un mandatario, sino por la voluntad democrática de su comunidad profesoral y estudiantil. En mi caso particular, sobre ella y mi experiencia vital en La Universidad del Zulia, mi pensamiento está plasmado en tres libros, un ensayo y en los artículos periodísticos semanales en varios periódicos y revistas que complementan esa labor desde el año 1972, dos años después de haber ingresado como empleado a LUZ, hasta el presente. Sin embargo, esta reseña la hago porque varios universitarios amigos, casi en tono de reclamo, me exigen que “escriba algo” sobre la situación universitaria actual. 

Recuerdo que hace más de una década, el profesor Américo Gollo escribió un artículo que tituló:”Y dónde diablos se escondieron?, dirigido a la comunidad universitaria para hacerla despertar de su impasividad. Su respuesta la resumió en una frase lapidaria: “La Universidad muere en su soledad colmada de silencio, vacío, miedo.” Cómo sigue ahora. Ese artículo me inspiró otro que titulé : “ El peso del silencio”,  para unirme al reclamo que se le hacía a la Universidad Venezolana de entonces por su mudez.

Hoy el reclamo generalizado es el mismo, pero, aunque sus causas pueden ser distintas, sus consecuencias son nefastas. En la obscuridad de la noche el crimen trabaja a sus anchas y en la obscuridad del saber se regodea la ignorancia y la falsa valentia, al extremo de que el sátrapa y sus compinches se han atrevido a ultrajar y a horadar con su planta insolente el recinto de la Universidad Central de Venezuela, símbolo por excelencia de la majestad universitaria del país. Acto seguido nombró una ministra para el sector y una “protectora” para la UCV, como si el solo título profesional obtenido quien sabe de qué manera, las habilitara para el desempeño de esos cargos y que las universidades necesitaran de la “protección” del demonio de la guarda.

Nuestras universidades son casas del saber, de las que vencen las sombras,  de las que han demostrado  que después de las nubes se consigue al radiante sol y que por tanto ellas son ventanas abiertas permanentemente para recibir la claridad que irradian las ciencias. No en balde, los venezolanos somos el grupo migrante con mayor nivel educativo en USA y convencido estoy que es igual en todos los espacios del planeta hacia donde nos hemos visto obligados a emigrar, huyendo de quienes han colocado al país en el escandaloso y tenebroso último lugar del índice global de Estado de Derecho en el año 2021. Su puesto es el No. 139 de 139 países evaluados según la organización World Justice Project.

En su artículo citado, el profesor Gollo se pregunta: Dónde está la verdad y quienes la persiguen?. La verdad es una búsqueda permanente y eso es lo que se procura encontrar desde las universidades para disipar la obscuridad de la ignorancia, la soberbia y la petulancia. Obviamente, por eso son perseguidas, atacadas y ultrajadas por pretendidos intelectuales y por delincuentes que desde la oscuridad de la noche se ocultan y mejor trabajan; por quienes consideran que “santificar una mentira y engañar con buena conciencia” es la actitud más acertada de la vida, y actúan en consecuencia.

El hombre no termina de entender que su vida es apenas un vuelo rasante en este mundo, por eso no deja de angustiarme el silencio, el vacío y el miedo que se aposenta de nuevo sobre la Universidad Venezolana que queremos y que otros tratan de destruir con descarado acierto; sobre todo en momentos en que peligra amenazadoramente su propia esencia, que nos obliga como universitarios, a autointerpelarnos porque la Universidad no puede ni debe permanecer callada e impasible por que su silencio pesa mucho y su inacción pesa demasiado.

Neuro J. Villalobos Rincón

nevillarin@gmail.com