Hugo Delgado: El efecto sanción en el país normal

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Los que creen que los gringos son pendejos, menosprecian su capacidad de proyección en el tiempo y el espacio. Desoyen la predicción del Papa San Juan Pablo II, quien decía que siempre estaba pendiente de Estados Unidos porque “lo que ocurre ahí hoy, ocurrirá  dentro de diez años en el resto del mundo”. Durante dos décadas hicieron negocios, fueron testigos de la desenfrenada corrupción  y del derroche de la mayor bonanza petrolera de la historia de Venezuela, ahora vienen a cobrar la factura de uno de “los aliados mala conducta” de Latinoamérica.

En 1990, el catedrático de la Universidad de Harvard, Joseph Nye Jr. reflexionaba sobre los cuestionamientos de las políticas externas de Estados Unidos de América (EUA) y su posibilidades de decadencia de su poder: “Todas las naciones deben aprender a alcanzar sus metas a través de nuevas fuentes de poder, la manipulación de la interdependencia, la estructura del sistema internacional y el atractivo de los valores culturales”. Sobre estos ejes la EUA está labrando sus relaciones con el mundo, y Venezuela no es la excepción, más en estos momentos de conversación.

“Nicolás Maduro está sentado en las conversaciones porque las sanciones lo tienen sentado, si se sale de ahí los efectos serán más negativos, para él y su régimen, está sentado  obligatoriamente”, dice el economista de la Universidad del Zulia (Venezuela), Edison Morales, quien le sale el paso a los analistas que quieren mostrar una situación de normalidad  en un país que proyecta indicadores negativos más graves para 2021, ya que el “efecto bodegón” con sus productos importados y cotizados en dólares, solo favorece en una clase media limitada, pero que al ampliar el círculo de la realidad nacional, esta muestra a padres de familia que dejan de comer para que sus hijos lo hagan.

El momento  no es fácil para un país que recibió el impacto del Covid chino totalmente desprevenido, reflexiona Morales, con hiperinflación, desempleo, un aparato productivo reducido a 17%, desempleo, un sistema de salud precario, salarios bajos, con limitaciones de inversión  e inventiva para afrontar la crítica situación, estas últimas son las opciones válidas para salir del foso, también decía recientemente, Asdrúbal Olivero. 

Pero la solución no es fácil. El régimen insiste en mantenerse en el poder y compartirlo solo en algunos asuntos, sin perder su control. Sin embargo, para quienes insisten en ver “al país normal”, el profesor del Iesa, Juan Antonio Herrera les dice que el deterioro estructural del país es tan fuerte que es imposible comenzar a revertirlo sin profundos cambios políticos y menos con la llamada revolución. El crecimiento económico se contraerá en 2021 y la hiperinflación no se controlará, porque no se instrumentó un programa de estabilización con políticas monetarias, fiscales, y cambiarias  consistentes.  

Coincide con Herrera y Morales, el profesor de macro economía de la Universidad del Zulia, Rafael Portillo, sobre la supuesta mejoría económica de Venezuela, “es contradictoria porque la caída del Producto Interno Bruto (PIB) durante los últimos siete años es de 80%, no se pude borrar milagrosamente este fenómeno por ser una tendencia tan marcada que afecta la productividad del país”. Sin exportaciones y un auge de importaciones para surtir a “los markets” que han proliferado por todo el territorio nacional, estimulados por el efecto de las remesas de los familiares, es complejo revertir en un año el daño.  A esto se agrega que sin indicadores oficiales objetivos es difícil  sustentar esta hipótesis, dice  el catedrático;  solo algunos sectores y grupos tradicionales han mantenido -con gran esfuerzo-, su presencia en el mercado con productos alimenticios ya conocidos, el resto está en situación crítica.

También hay que considerar el efecto electoral de este año. Este no solo siembra de esperanzas políticas a los agobiados venezolanos que esperan hace 22 años un cambio profundo en el país, sino que crea un efecto mental positivo sobre el sector económico; no sólo para vivir en “condiciones de sobrevivencia”  como dice el economista Asdrúbal Oliveros y el común de la población lo reafirma, sino, como lo explica Portillo, la  campaña electoral  para el proceso de noviembre 2021 -sin duda- impactará transitoriamente el circulante nacional, ya que los recursos financieros (legales e ilegales)  de los grupos participantes generarán consecuencias. Igual ocurre con las operaciones oscuras realizadas con metales preciosos y el  coltán  extraído del “arco minero”, los cuales ingresan –una parte- al circulante local, pero sus volúmenes de extracción y valores de ventas adolecen de confirmación de organismos oficiales o reconocidos.

En la burbuja mágica de Venezuela entra cualquier comentario. Ahora unos youtuber se han dedicado a  caminar algunas zonas de la capital Caracas, para luego deducir que las cosas no son tan malas o están cambiando, sin ningún argumento sustentado, con una visión superficial  que en nada resiste una prueba de veracidad y mucho menos permite contextualizar el fenómeno.

Estas informaciones superficiales que circulan en “los medios on line” no pueden considerarse como fundamentos para decir que la situación país está cambiando, porque los personajes que los conducen no dimensionan una realidad influenciada por siete años de caída de su PIB, una hiperinflación desbocada, una canasta familiar con incremento de precios dolarizados e indetenibles y una reducción del aparato productivo nacional.

Uno de los efectos perversos del chavismo ha sido su permanencia en el poder. Esa continuidad criticada por Moisés Naím (El País 20-julio-2018) provocó que los errores permanecieran en el tiempo, sin rectificarlos. Expropiaciones, corrupción, ineficiencia y manipulación de las necesidades humanas con fines políticos, durante 22 años generaron daños que van a necesitar muchos recursos económicos y cambios culturales para lograr una verdadera transición. No va a ser tarea fácil emprender ese camino, más con la terca dirigencia política y económica que ha mostrado  ineficiencia  e insensatez en las últimas dos décadas.

La supuesta “mejoría” obedece a un momento electoral complejo, cuando el régimen dosifica la vacunación, los quebrados servicios públicos, las bolsas de Clap, el maquillaje de las ciudades, trata de normalizar el suministro de gasolina, y busca adeptos a su destemplada causa, su legitimidad y la suspensión de las sanciones internacionales. Mientras la oposición deshoja la margarita de su futuro, entre cuchillos y traiciones de medianoche, y el pueblo asume con normalidad la aberrante situación.

@hdelgado10