Hugo Delgado: Los pies de la pobreza

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El  incidente ocurrió en el verano de 1972, en la capital de Suecia, Estocolmo. Un robo al banco Kreditbanken fue el episodio en el que una extraña relación entre uno de los cuatro rehenes, Kristin Ehnmark, y el asaltante de bancos, Jan- Erik Olsson,  reflejó un desorden psiquiátrico entre víctima y victimario, que luego se conocería como”Síndrome de Estocolmo” (BBCMundo 27 de febrero de 2021).

«Cuando una persona normal es secuestrada por un delincuente que tiene el poder de matarla, en cuestión de horas, el rehén tiene una especie de regresión a emociones infantiles: no puede comer, hablar, ir al baño sin permiso. Hacerlo es un riesgo, así que acepta que su captor es quien le da la vida, como lo hizo su madre», explicó después el psiquiatra Frank Ochberg, quien definió el síndrome para el FBI y Scotland Yard en la década de 1970.  

El padre del psicoanálisis, Sigmund Freud, trabajó con niños abusados, y Ana, su hija y fundadora del psicoanálisis infantil, llegó a la conclusión de que un niño tratado violentamente internalizaba esa violencia y simpatizaba con el agresor. Para ella, se trataba de un mecanismo de defensa.

La Venezuela de hoy vive el Síndrome de Estocolmo.  Luego de 22  años de experiencia chavista muestra un pueblo que tácitamente acepta el paternalismo de  un régimen que ha minado su autoestima, convirtiéndolo en un paria,  moldeador de su forma de relacionarse, de percibir su mundo exterior, de aceptar la aberración y el maltrato físico y psicológico sin protestar, siempre esperando la recompensa paternal (un mísero bono, una medida económica como la dolarización, una liberación de un rehén político o  la gratuidad de los servicios públicos, no importa que no sirvan, total los regalan).

Este oscuro episodio de la historia republicana  -además- refleja un país  empobrecido, quebrado económicamente, corrupto, en donde la mentira, la burla pública y la violación de los derechos humanos son las constantes.  El chavismo colocó a los venezolanos en una situación de “sobrevivencia moral y material”, destruyó millones hogares con la diáspora y minó el sentido de pertinencia en un país con poco sentimiento patrio, como lo demuestran los militares y los cuerpos de seguridad que “resguardan” la frontera, aliados en oscuros negocios con narcotraficantes y guerrilleros,  hoy aliados,  mañana sus propios victimarios, como ocurrió en Apure entre marzo y abril de 2021.

Esa situación de emergencia colocó a la defensiva al  pueblo venezolano, cerrado egoístamente en su círculo de sobrevivencia, destruyendo su sentido de solidaridad y responsabilidad. “No me importa nada de lo que ocurre”, “mientras coma no me interesa el resto”, “aquí hay mucha gente con dinero”, “vivo de lo que me envían”, son algunas de las expresiones coloquiales que se escuchan a diario para cerrar los ojos ante una realidad envolvente.

A esto se une la propaganda del régimen y de sus aliados del Foro de Sao Pablo que ya equiparan la situación de Venezuela con otros países de Latinoamérica, para  tratar de reivindicar su desastrosa revolución que se vende  como el David luchando contra el Sansón imperial. Su fracaso se evidencia en lo que  dice el economista, Asdrúbal Oliveros (Prodavinci 27-junio-2021):  El país vive una caída de su Producto Interno Bruto (PIB) de más del 80% en los últimos siete años. Esta tendencia negativa, la reafirma el economista de la Universidad del Zulia, Rafael Portillo (venezulausa 8-02-2021),  quien añade: “aquí no existe ni presupuesto para cubrir el gasto público, porque los ingresos formales prácticamente desaparecieron”.

Es una economía quebrada. Su recuperación  va hacer extremadamente lenta, advierte Oliveros. La estrategia, luego de la liberación del dólar y no aceptar la dolarización del país por cuestiones políticas, hipócritamente Venezuela ha mostrado signos de cambio en una realidad que se mueve con fuentes de financiamiento oscuras: corrupción, ventas secretas de oro y  del poco petróleo que extrae y lavado de dinero; y las remesas que generan presión sobre la demanda de bienes y servicios, pero no son ingresos producto del trabajo y la productividad nacional.

Las acciones desorganizadas del régimen, en materia económica, son obligadas. Los tres sectores que se mueven saben que no se mantendrán, sin la dolarización, liberación de las importaciones y a largo  plazo hacer cambios políticos e institucionales, sin ceder el poder. Actualmente en Venezuela actúan los empresarios tradicionales  (acostumbrados a moverse desde la época de la colonia), los “enchufados al chavismo” y los  inversores  más pequeños e independientes azotados por la extorsión delictiva y la corrupción rojita, más tendientes a la especulación y a la precaria vida de sus negocios.

En los últimos meses el auge del consumo -impulsado principalmente por las remesas-, se refleja en los supermercados y expendidos de medicinas, el crecimiento de la economía informal y la aparición de los bodegones  y markets, proyectando una mentirosa realidad. “Los estantes se ven llenos de productos importados y nacionales”, dicen algunos, pero los altos precios que ya tienden a estancarse, luego de sus enormes escaladas doralizadas de meses anteriores, impiden que las compras aumenten. Esa situación se refleja en  los indicadores de pobreza que la ubican en más del 65%, según investigaciones de la Universidad Católica Andrés Bello.  

Si bien  “el efecto rebote” del país devastado va a mostrar aparentes mejorías en 2021 (Latin Focus –Runnes.com 9-7-2021- calcula la inflación en 1650% y el dólar por debajo de los Bs. 10 millones), la inestable  situación política impedirá  el logro de una “verdadera solución”, manteniendo la condición de “sobrevivencia” a la que se acostumbró el pueblo, mientras el régimen chavista seguirá controlando el poder con relativo éxito. Sentenciando lo que Oliveros dijo: “Vas a tener un país estructuralmente pobre, sin capacidad de crecimiento”.

Ese logro del régimen chavista, escribió Ángel Oropeza (Silbando en la oscuridad, El Nacional 8 de junio de 2021) busca la rendición psicológica de la gente para que finalmente se entregue y no haga falta reprimir, síntoma de debilidad que secunda a la seducción y la empatía víctima-victimario (con bonos, e interesados y extorsionadores beneficios) ¿Cómo romper ese maleficio? “Una de las formas más inteligentes e  históricamente más eficaces de enfrentar la represión es desnudando su fragilidad subyacente. Como quien silba en la noche para tratar de compensar el miedo a la oscuridad, los represores gritan y amenazan mientras más miedo tienen. Miedo a que un poder con grietas de legitimidad y de pueblo se haga progresivamente más insostenible”.

Mientras, los pies de la pobreza seguirán  transitando el camino del miedo, la incertidumbre y la desesperanza, imitando con su Síndrome de Estocolmo a los rehenes, que atraídos por sus captores se adaptan a ese aberrante poder, y lo andan con patológica naturalidad.

@hdelgado10

Fotografía cortesía: Gustavo Bauer @fotografobauer