Hugo Delgado: El régimen de los desalmados

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Venezuela entró en el túnel oscuro  de la desesperanza. Los ángeles malos de Steven Pinker parecen apoderarse del país, como si  Dios  se ocultara en la oscuridad y no se entendiera que quienes entraron en ella fueron los mismos venezolanos, porque él siempre está ahí, en la luz.  Uno tras otro, los males se apoderaron del espíritu de los venezolanos, exteriorizando sus bajezas, hasta convertirlo en un “Frankenstein”, formado de distintas partes  y sentimientos, haciendo difícil encontrar lo bueno de una sociedad con muchos de sus hijos que arrogantemente se niegan a superar sus males.

Quienes insisten en buscar el origen de los problemas que aquejan a la Venezuela de 2021, no deberían hacer mucho esfuerzo, porque las respuestas están en su historia. En Venezuela y Petróleo (Tal Cual 21-01-2021), el historiador de la Universidad del Zulia, Ángel Lombardi Boscán, argumentaba: “Todas nuestras malas artes quedaron disimuladas: pocos se atrevieron a atentar contra la irresponsabilidad como modo de vida social”. Una aberración de la conducta del pueblo,  asumida por la “divina influencia del petróleo”, concebida como fuente de riqueza fácil para ocultar sus patologías.      

Esa influencia acentuada durante los 21 años de chavismo es notoria. La nación que navega en medio de la niebla, sin un diestro capitán, se expresa en una economía que busca soluciones facilistas, que luego de arruinar a Petróleos de Venezuela (Pdvsa) y quedarse sin dólares, intenta con una silente reforma monetaria y bancaría captar, por la vía del Banco Central de Venezuela, las remesas y lavar las divisas provenientes del narcotráfico, la corrupción y otras fuentes ilícitas, dando a cambio bolívares digitales porque ya los billetes no existen; igualmente amplían la base de contribuyentes para sacar del bolsillo los pocos bolívares que aún le caen a una población empobrecida y azotada por la hiperinflación.

Todos estos cambios que se muestran como un intento por digitalizar las finanzas públicas, suceden de manera anárquica y sin planificación, básicamente porque el régimen tiene  que mantener la moneda nacional como “símbolo mentiroso de soberanía e independencia”, hacer proselitismo con los bonos, y evitar pagar con la divisa americana los sueldos de los millones de los empobrecidos empleados públicos que rayan en los límites de la pobreza, simplemente porque no tienen fuentes productivas para generarlas y tampoco van a entregarle “su circulante a su acérrimo enemigo: Estados Unidos”.

Otro aspecto que solo el tiempo dirá quién tiene la razón, es el de la opción política para resolver la crisis. La solución ideal es la salida del presidente ilegítimo, Nicolás Maduro: alma del descontento, del rechazo generalizado y de la ruina del país. La inestabilidad propiciada por el régimen, según los analistas, puede solventarse con la negociación, más ahora que el factor Estado Unidos cambió de presidente, y puede reducir las sanciones que el antecesor, Donald Trump, aplicó con relativo éxito -con efectos colaterales-, perturbando los intereses de los corruptos miembros de la nomenclatura chavista, ahora limitados para disfrutar sus oscuras riquezas en Europa, Latinoamérica y Norteamérica.

El cuento de hadas de las negociaciones es peligroso. En ellas, el engaño se convierte en una de las armas fundamentales para colocarse en ventaja y eso lo hace perfectamente el régimen, ya lo demostró con Hugo Chávez y ahora con Nicolás Maduro.  Es un acercamiento complejo porque hay heridas en la sociedad que inciden en las conversaciones y las partes mantienen formas de pensamientos e intereses grupales extremos. De ocurrir, las partes en pugna cederán, habrá ganadores y perdedores en diferentes aspectos de los acuerdos, e impunidad sobre ciertos casos de violación de los derechos humanos y corrupción, y “colorín colorado” todo se ha solucionado, repitiendo la irresponsabilidad social referida por el profesor Lombardi. Un mal que seguirá arrastrando el país si no se corrigen las conductas sociales a través de la educación, las leyes e instituciones.

En el contexto actual es interesante analizar lo escrito por Sun Tzu en su clásica obra, El Arte de la Guerra: “No presiones a un enemigo acorralado. Las bestias salvajes, cuando están acorraladas, luchan con desespero. ¡Es mucho más verdadero cuando se dice de los hombres! Cuando saben que no hay alternativa  luchan hasta la muerte! Si “están desesperados, no puedo presionarlos. Si procedo  con tranquilidad se irán sin mirar alrededor. Si los acoso, se volverán contra nosotros y lucharán hasta la muerte”. Una reflexión que recomienda dejar alternativas para no terminar de destruir lo poco que queda de país.

La gran interrogante que se cierne sobre el país es qué va a ocurrir en el post chavismo. Tamaño ejercicio implica concebir una sociedad que no se base en el petróleo como fuente principal de financiamiento para su desarrollo, aunque seguirá siendo importante –por ejemplo- con la petroquímica y producción de productos derivados con mayor valor agregado; que rompa con esa extrema de dependencia económica, política y social, que ha limitado la concepción de competitividad de sus empresas y  de una población sin noción clara de responsabilidad y productividad, más proclive al facilismo y la irresponsabilidad; y con  el Estado todopoderoso que monopoliza la “renta”, limita el ejercicio ciudadano en la toma de decisión pública y viola los espacios de los poderes e instituciones que regulan su funcionamiento.

“Dime de qué presumes y te diré de qué adoleces”, dice el refrán. Para quienes endosan un poder absoluto al régimen de Nicolás Maduro, controlador de las instancias formales (judicial, seguridad, económico y legislativo), desconocen que luego de ese nivel de control, la influencia de sus decisiones políticas en la base social es inexistente: El ciudadano común percibe que nadie garantiza su salud, su educación, sus servicios públicos y su seguridad, o los protege de la especulación, la extorsión, y del abuso y la corrupción de los cuerpos policiales y funcionarios judiciales.

La aceptación del dólar como moneda de compra, venta y ahorro, las reuniones con los gremios empresariales y las universidades, aupadas por una Asamblea Nacional ilegítima que busca espacios de legitimidad, pueden generar consecuencias adversas si se utilizan como mamparas para mantenerse en el poder. El acercamiento obedece más a las circunstancias porque la caída de las exportaciones petroleras redujo sus ingresos (base del presupuesto nacional) y las otras fuentes de financiamientos son mínimas (exportaciones no tradicionales e impuestos) limitando su operatividad política.

El bolívar sin respaldo, inorgánico e inflacionario, hace estragos en un país dirigido por un régimen que carece de políticas económicas, dice el catedrático de macroeconomía de la Universidad del Zulia, Rafael Portillo: “Entre el 80 y 90% de las operaciones financieras son digitales”. No porque se planificó así, sino porque la realidad los obligó, pero la presión sobre los precios no se pierde y la inflación no se detiene. Además, “con la tendencia descendente del PIB en los últimos seis años, este prácticamente desapareció, reflejando un país  sin rumbo”, añadió.

En un escenario totalmente devastado, el régimen desalmado aparenta no preocuparse por lo niveles de pobreza (la extrema la estima el informe UCAB en 79%), las muertes de una pandemia mal manejada, expresada en el regalo de oxígeno a Brasil, mientras los centros de salud públicos y privados nacionales no tienen o si lo consiguen es a precios dolarizados, por la falta de garantía en materia alimentaria, o el daño causado a las generaciones futuras por la mala calidad y desinversión en educación.  Solo les preocupa el éxito del ideario izquierdista, mantenerse en el poder causando daño a su población y otros países; y robar y disfrutar los dineros públicos. Un poder devastador cuyos “efectos son de dimensiones inmedibles”, como decía el profesor Rafael Portillo.   

@hdelgado10