Hugo Delgado: El país que se paralizó

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Cuando descendió del avión, en la capital de Libia, Trípoli, su primera impresión fue la de un país paralizado en el tiempo. La vestimenta de moda, los automóviles, la arquitectura, etc. transmitían esa sensación, luego de haber estado en Europa y vivir en la Caracas, antes de la debacle chavista. Era la época del dictador amigo de Hugo Chávez, Muammar Gaddafi.

Un empresario zuliano, preocupado por la situación económica  de Venezuela, dice  que el dinero es un circulante que va de un lado a otro, sin generar ningún impacto positivo en el país. El dólar sube, al igual que los precios, algunos negocios que ven mermar sus ventas solo reducen o los mantienen para vender algo, “es lo que veo”, dice.

Las inversiones sólo ocurren porque el dinero de la corrupción o de otros negocios negros se inyectan en compras de inmuebles, restaurantes, bodegones, supermercados, farmacias y construcciones como las que se levantaron en Las Mercedes de Caracas, con las tecnologías más avanzadas en materia de edificaciones, pero al final del cuento se sabe de dónde provienen los capitales, el cual no es producto de un crecimiento sólido, “solo hay necesidad de lavar”.

A esto se une el “efecto remesa”. Un informe del Banco Mundial del 30 de noviembre de 2022 señala que en el último año se movieron 626 mil millones de dólares desde los países desarrollados hacia los de medianos y bajos ingresos, siendo Latinoamérica y el Caribe los receptores de la mayor cantidad, con 142 .325 mil millones (11,6 % del total).

Sin embargo, el crecimiento del 5%  en 2022 es menor que el 10% de 2021, debido al incremento mundial de precios de combustibles, de la inflación y de productos y servicios, los decrecimientos de los productos internos brutos en gran parte de los países generadores de remesas, la guerra Ucrania-Rusia y la tensión EUA-China.

Esa caída se refleja en Venezuela, en donde, señala el Encuesta de Condiciones de Vida (Encovi) que adelanta la Universidad Católica Andrés Bello (Ucab), en ambos periodos hubo una tendencia decreciente que puede acentuarse en 2023, debido a la recesión mundial, dice el economista Luis Bárcenas (Voz de América 19-11-2022).

En 2022, las remesas representaron el 5% del PIB nacional. Un porcentaje bajo si se compara con Nicaragua (45%), Guatemala (20%), México (15%, cerca de $58.500 millones). En este período, Centroamérica recibió US $38.900 millones, siendo Estados Unidos de América (EUA) el origen del 84,3% de las mismas.

El analista de riesgos, Leonardo Buniak, dice: “Basados en que Venezuela tiene cerca de 6 a 7 millones de personas viviendo fuera del país, y esas personas van a alcanzar cierto nivel de estabilidad laboral a futuro, es fácil estimar que el país estaría recibiendo remesas por encima de los 14 a 15.000 millones de dólares para los próximos cinco años”. El mejor comportamiento de la inflación y el crecimiento del PIB en EUA puede mejorar el envío de dinero familiar.

Un migrante venezolano que reside en Chicago decía que sus “familiares en Venezuela creen que acá tengo un árbol con dólares en el patio de mi casa, no entienden que debo trabajar duro, en turnos nocturnos porque me pagan más y hay veces me cuesta hacer el dinero para pagar el arriendo y la comida”. 

Ese beneficio que reciben los venezolanos  para paliar la crítica situación nacional, también tienen sus efectos adversos, debido a que estimula la demanda de productos,  importados en su mayoría, pero hace poco por la manufactura local y la generación de riqueza. Este efecto remesa permite -por ejemplo- que en las noches maracaiberas, “las famosas calles del hambre” en varias partes de la ciudad, se llenen de comensales o los sitios nocturnos sean concurridos. Produce una sensación de falsa prosperidad, reflejada “sin tapujos” en las redes sociales.

Como le vaya a EUA le ira a Latinoamérica, del total de remesas que fluyen  hacia esta parte del continente americano el 48,3%  proviene de la primera potencia. Si bien este flujo de dinero soluciona los problemas económicos y sociales de muchas familias, también es cierto que le permite a regímenes como el de Venezuela, Cuba o Nicaragua, reducir la presión de su ineficiencia y corrupción, generando un ambiente de relativa estabilidad y quietud, e impidiendo que sus crisis evolucionen hacia mejores opciones de gobierno.

La tradicional avenida 5 de Julio de Maracaibo está desolada, dice el reportero gráfico, Gustavo Bauer. La entonces zona comercial, bancaria y empresarial por excelencia, luce desolada, varias edificaciones están en ruinas,  y cuando entra la tarde la soledad es su compañía.

Esta experiencia forma parte de una realidad que ilusoriamente en 2022  mostró una inexplicable mejoría económica, que el régimen de Nicolás Maduro quiso proyectar como una verdad y que un coro de analistas y políticos alacranes vendieron irresponsablemente, a una población apabullada por 24 años de angustias y una crisis acentuada en la última década, caracterizada por la hiperinflación, la caída de la producción nacional y una dolarización obligada que solo profundizó la desigualdad.

Políticos y analistas económicos y académicos apuestan que la apertura petrolera iniciada por el régimen con el acuerdo Chevron abrirá las puertas de la recuperación mágica de Venezuela. La idea es generalizada, la vara mágica del oro negro vuelve hacer la panacea.

Parecen olvidar que el desastre y falta de mantenimiento generalizado de la infraestructura pública y la industria petrolera (por ejemplo, el abandono del dragado del canal de La Barra del Lago de Maracaibo impide el ingreso de tanqueros de gran calado), más la pérdida de la institucionalidad y el auge de la inseguridad jurídica y personal, son asuntos que no se resuelven a corto plazo. Tamaña empresa implica una gran inversión: En el sector eléctrico se estiman US $15.000 millones, en Pdvsa 30.000 millones anuales, las universidades no reciben recursos para su recuperación hace dos décadas, entre otras áreas.

También el asunto de la inseguridad es preocupante, abordarla implica mucho esfuerzo, voluntad y mano de hierro para sacar a la guerrilla colombiana de los trece estados donde operan, especialmente en la zona fronteriza  convertida en área de extorsión. Información extraoficial señala que hasta a la compañías petroleras son víctimas de los irregulares, llegando incluso a administrar conjuntamente la explotación en los municipios Jesús Enrique Lossada, Mara y Jesús María Semprún en el estado Zulia, con la venia del régimen de Maduro y ahora del gobierno de Colombia.

Igual implicación tiene el narcotráfico y su incidencia en la seguridad del Estado y personal,  y en la economía nacional. Venezuela se ha convertido en centro de lavado, cultivo y procesamiento de cocaína, según reciente informe de Insight  Crime  (2023). Este  fenómeno que muestra una nefasta evolución de país tránsito a otro de productor, que ha permeado todos los estamentos de la vida nacional, agudizado por la filtración de grupos guerrilleros colombianos y los carteles mexicanos en complicidad con militares, cuerpos de seguridad y la delincuencia.

El país está paralizado, unos sectores están sumergidos en la desesperanza, otros esperan las elecciones presidenciales de 2024 con la esperanza de sacar al régimen por la vía democrática; otros sueñan que el “boom petrolero”, de la mano con Chevron y el apoyo del gobierno norteamericano de Joe Biden,  llenará las arcas y se solucionarán los problemas.  Otros apuestan por la implosición dentro del régimen corrupto, pero está fórmula ha mostrado que periódicamente el chavismo quita a unos y coloca a otros ladrones, en un extraño “gatopardismo”, sin que el control del poder cambie.

Son los distintos puntos de vista de un país estático, que angustiosamente busca la luz al final de túnel, pero que no entiende el gran compromiso que debe asumir su gente para construir la nación que supere el modelo obsoleto y corrupto que la rige, y comprenda que el mundo de la revolución que ocurre en el Ecosistema Digital traerá cambios sustanciales que lo obliguen a crear otro modelo conceptual de desarrollo.

@hdelgado10