Hugo Delgado: Dilemas

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¿Por qué Gustavo Petro le huye al debate de ideas? Es debilidad o confianza en  su victoria “sobrada”, una percepción que lo lleva a descartar cualquier confrontación de propuestas, una práctica considerada útil para fortalecer la democracia, que parece no importar en este momento, porque su propuesta es precisamente antidemocrática.

El apoyo reciente de la cuestionada izquierda iberoamericana, comandada por el jefe del Foro de Sao Pablo, el corrupto ex presidente de Brasil, Ignacio Lula da Silva;  el aliado y socio en negocios de Nicolás Maduro, el español José Miguel Rodríguez Zapatero y el “moralista uruguayo” José Mujica cómplice de los desmanes de sus aliados,  y de diarios como El País de España, que muestran una faceta triunfalista, similar a la proyectada antes de la consulta interna del pasado 13 de marzo de 2022, en la cual esperaba arrasar y obtener un porcentaje abrumador, pero la cosa no resultó como se esperaba.

La inversión de 7 mil millones de pesos garantizaba la “mojada de mano” de votantes y las redes de funcionarios involucrados en su complot electoral, que mágicamente hizo aparecer un millón de sufragios que favorecieron a sus candidatos al senado y a la cámara de representantes. Para el 29 de mayo de 2022 la concentración del voto en torno a Federico Gutiérrez determinará cuan cierta era la hipótesis del desplazamiento de  la centro derecha y la izquierda modera que rechaza a Petro y validaría los números de las encuestadoras que muestran porcentajes contradictorios, porque en vez de reflejar tendencias intentan crearlas.

Pero más allá de la diatriba estéril de la política colombiana y sus medios de comunicación  social, las interrogantes generadas en un ambiente hipotético de triunfo de Petro, son delicadas. Su adhesión a las posiciones e intereses de la izquierda nacional e internacional, reforzadas con sus abiertas alianzas con el Foro de Sao Pablo, el chavismo, Cuba, el narcoterrorismo, Rusia y China, son evidentes. Además en estos momentos cruciales para Estados Unidos de América (EUA) y las democracias occidentales, no son nada favorables las experiencias ya conocidas con  los gobiernos del siglo XXI de la Venezuela de los últimos 22 años, Argentina, Ecuador, Honduras, Nicaragua y Bolivia, abiertamente autócratas, violadores de sus constituciones y los derechos humanos,  improductivos y corruptos.

Lo grave del asunto es que del otro lado, un agotado liderazgo demócrata facilitó los desmanes  e injerencias de organizaciones abiertamente aliadas con la izquierda iberoamericana, y han caído ante sus encantos, sin defender las reglas democráticas.  En el caso de Colombia, la amenaza de Petro es que ya son conocidas sus prácticas y conexiones, surge la inquietante pregunta: ¿Hasta dónde la sociedad civil, política y militar, y los grupos empresariales van a permitir sus desmanes, tal como ocurrió en Venezuela?

¿Cuál será-entonces- la relación del sector castrense de Colombia con Petro, cuya confrontación con los grupos subversivos durante más de seis décadas, ha generado una profunda huella de desconfianza y venganza, lo que dificulta el entendimiento, más ahora que se conocen las negociaciones de su hermano, Juan Fernando Petro y Piedad Córdoba con narcoterroristas (Farc, ELN y Clan del Golfo) para garantizar la no extradición a EUA y establecer posibles acuerdos delictivos que profundizarán la impunidad?

¿Qué grado de confianza y cómo funcionará la alianza e intercambio de información de alta seguridad  con EUA y la Otan, siendo Petro aliado de sus enemigos? La ubicación estratégica de Colombia la convierte en el  eje de la lucha contra el narcoterrorismo latinoamericano y la influencia iraní, rusa y china. Norteamérica desde hace décadas posee instalaciones de rastreo satelital, vínculos militares de inteligencia y relaciones policiales que le permiten identificar las redes de corrupción y narcotráfico, que se verían afectadas si el país cae en sus manos.

Las capturas de Otoniel (requerido por el Distrito Sur de NY) y su hermana, Johana Úsuga (Distrito Sur de Florida); de Álvaro Córdoba pedido en extradición, hermano de su alidada, Piedad Córdoba; del testaferro de Nicolás Maduro, el empresario colombiano, Alex Saab; del general venezolano enlace con los grupos subversivos colombianos, Cliver Alcalá Cordones, ahora llamado por la Fiscalía de Colombia para declarar en la investigación contra la comandante Teodora; y la próxima extradición a EUA, del jefe de la inteligencia chavista, Hugo Carvajal, quien manejó información sobre injerencia y financiamiento a grupos de izquierda iberoamericanos incluyendo a Petro; dejan interrogantes sobre futuras investigaciones relacionadas con estos rufianes de la políticas del continente, hasta ahora favorecidos con la impunidad. 

Al observar el discurso político de Petro y sus últimos actos, se determina su mediocridad  y superficialidad. No es un asunto exclusivo de narcotráfico y de negociar con las mafias narcoterroristas  como lo dice, Gustavo Bolívar; los problemas de desigualdad del  país y sus secuelas son más profundas y generan la violencia y el resentimiento que impiden crear una propuesta de país más justo y productivo.   

Ante el mal que puede avecinarse, se plantea el dilema: ¿Dejará EUA y occidente que esta arista de la seguridad continental caiga en manos enemigas y fragmenten aún más los cimientos de la democracia amenazada por las autocracias China y Rusa, y el narcoterrorismo. O querrá la sociedad colombiana experimentar la nefasta   vivencia de su vecina Venezuela. Y –finalmente- qué pasará si Petro pierde, aceptará su derrota o desatará su acostumbrada violencia?  He ahí el dilema.

@hdelgado10