Neuro Villalobos: Desgracias de la migración

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“Hay que nacer para humano, pero sólo llegamos plenamente a serlo cuando los demás nos contagian su humanidad.” Fernando Savater

Son variados y muchos los organismos, instituciones y personalidades con liderazgo mundial que consideran que las migraciones constituirán un elemento determinante del futuro del mundo. Sin embargo, la iglesia católica cristiana atinadamente advierte que hoy están afectadas por una pérdida de ese “sentido de la responsabilidad fraterna” sobre el que se basa toda sociedad civil.

Otros pueblos han experimentado antes los efectos indeseados de una migración descontrolada. Los venezolanos sufrimos, de unos años para acá, el rechazo, la discriminación y hasta el odio que conlleva la xenofobia al tener que huir en desbandada de su tierra natal, sea ésta por la persecución política de un régimen intolerante y usurpador con vocación totalitaria, o bien sea por la destrucción del aparato económico nacional que nos ha impulsado a la indigencia por la carencia de fuentes de trabajo, o por la inconmesurable corrupcción y robo descarado de los recursos de la nación, que nos pertenecen a todos, y que han ido a engrosar las cuentas de una nueva oligarquía y empujado al desamparo a un grueso sector de la población que ha tenido que emigrar buscando nuevos espacios bajo el cielo.

Los venezolanos estamos resintiendo el daño moral y espiritual de la nación, el cual será muy costoso resarcir. Las profundas heridas en el alma serán muy difíciles de restaurar y necesitarán un largo período para cicatrizar. La pérdida de dignidad y la soledad obligada, en muchos casos, son muy lacerantes. Para millones de venezolanos, queramos o no, “cada día, la vida se asemeja más a un ensayo sobre la melancolía”, dice Habif, aún cuando   él no se refiere a Venezuela específicamente.

La separación física de los seres amados duele profundamente porque la pérdida de contacto con ellos obstaculiza el desarrollo de las relaciones interpersonales auténticas. Hacen falta, como señala la iglesia cristiana, gestos físicos, expresiones del rostro, silencios, lenguaje corporal y hasta el perfume, el temblor de las manos, el rubor, la transpiración, porque todo eso habla y forma parte de la comunicación humana. Es propio de la vida cotidiana, y la conexión digital no basta para tender puentes, no alcanza para unirnos humanamente.

Son muchos los venezolanos a quienes abate la soledad, porque no es lo mismo estar sólo que sentirse sólo. La soledad es una de las situaciones más complicadas que enfrenta el ser humano, es un camino que se bifurca, se abre en dos senderos. Uno puede llevarnos a una fuente de gozos y descubrimientos, el otro a un tormento que afectará la salud y la calidad de vida, como lo manifiesta Daniel Habif.

Es cierto que muchas veces son nuestras acciones las que nos condenan a una cárcel de silencio, vacío y hastío hasta de la propia vida, pero la soledad que abruma a miles de venezolanos, o tal vez millones, tiene culpables visibles,son los causantes del mal que nos rodea. Tenemos que reaccionar antes que nuestra Patria se convierta en una multitud de soledades juntas y para no andar por el mundo como zombies, sin dignidad, sin afectos, sin humor y sin amor.

Los culpables de esta gran tragedia sabemos quienes son. No nos dejemos abatir por los males del alma y por quienes los han provocado, con ellos la divina providencia y la justicia, serán implacables y hasta despiadados, como ellos lo han sido con nosotros. Además, se lo merecen por haber sido irresponsables con la mayoría del pueblo que una vez confió en ellos sin advertir su lengua bífida, como las de las serpientes.

Tenemos que demostrar que nos hemos hecho refractarios al lenguaje seductor, a los engaños y a las mentiras. Las alas de la tragedia ha comenzado a rozarlos. Su mal ejemplo ha trascendido como lo que no debe ser y no debe hacerse. Tenemos que evitar, además, las trampas de la soledad porque ésta, “puede ser un espacio atiborrado de gente, una multitud que en lugar de llenarte, deja tu alma totalmente desolada”.

Neuro J. Villalobos Rincón
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