Eneida Valerio: 4 de febrero y Carlos Andrés Pérez

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El pasado 4 se cumplieron 30 años de la conjura contra el gobierno presidido por el entonces, Presidente Carlos Andrés Pérez y las recordaciones han dominado la fortaleza de su figura premonitoria en aquel momento que en contraposición, nos permitió observar, la caída sorprendente de los seguidores de quienes otrora, desafiaban cuanto fuese necesario para sacudir sus amores tempestuosos a favor del Comandante fallecido.

No hubo fiestas, menos evocaciones singulares hacia la figura caudillesca del líder emergido del Ejercito.


Los ojos del fallecido presidente, impresos en franelas parecen cerrase en un hasta luego, no así, los resultados de la destrucción del país, definido desde el primer momento de la asunción al poder, por el lenguaje destructivo, para acabar con lo que caracterizaba a Venezuela, dado sus avances sociales y económicos que la convirtieron en una de las más sólidas democracias de la región. Aquel lenguaje, sembró odio entre los nacionales cuando trataron los líderes nuevos salidos de cuarteles, imponernos fracasados regímenes comunistas que hemos rechazado y también, resistido.


Chávez, junto con otros oficiales, lideró la asonada fracasada el 4F 1992. Criticaron en su fallido intento para justificarlo, las prácticas corruptas de los gobiernos de la Venezuela democrática y condenaron las violaciones de los derechos humanos. Comenzaba sin terminar todavía, una etapa arrasada por la ignominia y permeada por la corrupción como nunca se había conocido. Lo que sirvió para la retórica populista electoral, es justamente la práctica más aberrante que nos coloca como uno de los países, con mayores índices en tal sentido y menos libertades como la de expresión.


La democracia, con su sistema electoral, eligió como presidente en 1998 al Cdte. Chávez, fallecido en el ejercicio de sus funciones para gobernar en su segundo periodo. Han irrespetado lo que cuestionaron y en consecuencia, erosionaron la institucionalidad nacional. Acabaron con nuestra economía floreciente.


Los países responden en históricas etapas a negras e inciertas situaciones y las nuestras en tal sentido, han sido inéditas. Se arrasó y destruyó todo. Somos “Casas Muertas” como aquella ciudad de Guárico, a comienzos de siglo pasado arrasado, como escribe Otero Silva, por la vorágine de sus hijos que vivieron destrucción y desolación. Ortiz, el pueblo del central y llanero estado del país, la llamaban la “Rosa de los Llanos”, pero era solo ruina, escribe el autor.


Por estos días cuando se recuerda 67 años de aquella novela, ambientada en Ortiz y azotada por la peste, se vuelve una vez más a compararla con la ruina actual del país.
Las limitaciones a este derecho de expresar libremente nuestra opinión, inmanente a la condición humana, han sido publicadas por la ONG Espacio Público, que señala para el mes de enero, 57 violaciones. De las cuales corresponden a periodistas el 70% de estas y 20% a la ciudadanía en general. Es una preocupante situación, cuando la vemos de manera integral junto a cierres de emisoras y periódicos. Estas cifra, indicó la ONG representa un 90% más que el pasado año, lo que evidencia la saturada situación nacional, en una materia tan sensible en sociedades libres.


Transcurrió aquel nefasto año de 1992 el mismo, en que Alberto Fujimori, disolvió el Congreso en Perú y al año siguiente, Carlos Andrés Pérez, renunciaba a su segunda presidencia que se inició en 1988.Un hecho, azuzado por notables políticos y miembros de sectores económicos del país. Una coalición perfecta para el golpe contra el presidente electo constitucionalmente.


El juicio contra Carlos Andrés Pérez, se inició en marzo. Una denuncia de José Vicente Rangel, aupada por el Fiscal Ramón Escovar Salón y con ponencia del Magistrado Gonzalo Rodrigo Corro permitió el final de su segundo periodo, al cual renunció. “Hubiese preferido otra clase de muerte” dijo solemne al dejar Miraflores poco tiempo después. La democracia se tambaleó profundamente y no quedan dudas 30 años después de su condición profética y a la que sumamos, la incapacidad para recuperarla.

“Ha sido el peor retroceso histórico. Ha sido un acto de inmadurez. Creía que en la política venezolana se habían acabado los odios y rencores. Me equivoqué” Dijo entre otras frases con visión muy clara de político conocedor de cuanto sucedía.


Carlos Andrés Pérez, asumió su condena y asimismo, el compromiso con el país no lo finalizò por esto. Pidió sin éxito, unidad porque la democracia venezolana había costado mucho esfuerzo. CAP estaba solo y no obstante, pedía una revisión a los líderes del país.


“Convoco a la reflexión de los venezolanos. Nos esperan tiempos duros” Dijo en su afán por lograr la codiciada unidad.


De aquellas frases políticas del presidente Pérez y años después, seguimos bajo la visión estrecha de otros connotados dirigentes que sucumben frente a la madurez necesaria para la conducción adecuada del país y se niegan a superar sus limitaciones en función del beneficio colectivo.


Somos un país que enfrenta por otra parte, convicciones sin dejar atajos que impidan salir adelante y aunque parezca difícil digerirlo, hay ventanas no desvencijadas, como las de Ortiz en “Casas Muertas”, sino satinadas con suficiente brillo para abrirlas ante la presencia del Sol incorregible para moverse y alumbrar infatigable.

Eneida Valerio/ [email protected]