Hugo Delgado: El mito chino

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La mayor parte de los innumerables estudiantes universitarios chinos dispersos por Europa y Estados Unidos, principalmente, no están dispuestos a regresar a su país, decía un catedrático de una prestigiosa universidad británica, que frecuentaba las instituciones homólogas del gigante asiático, con las que compartía experiencias académicas.

Llama la atención que esta marcada tendencia ocurra en un país llamado a ser, en un par de años, “la potencia mundial”. Con 1.400 millones de habitantes y serios desajustes sociales y políticos, algunos analistas e historiadores creen que el mito chino tiene debilidades que le impedirán su supremacía, expresadas en el micro mundo de los académicos más preparados que “no están dispuestos a regresar”.

Arnold Toynbee –por ejemplo- refiere al choque de las civilizaciones, en este caso serían la occidental y la oriental-, cuya pugna haría que una de las dos se imponga. L predominante cultura occidental se ha enriquecido de forma progresiva de las sociedades antiguas (greco-romanas, mesopotámicas, egipcia), hasta desarrollar la eurocentrista y la anglocentrista, las cuales han dominado en los últimos siglos y propiciado los avances más importantes de la humanidad.

Esa confluencia de aportes es su fortaleza, pero –igualmente- en su interior como es su naturaleza, se han generado tensiones que demandan respuestas a su diversidad, ahora potenciadas por los avances tecnológicos como el Internet y el auge de las redes sociales que han democratizado a las sociedades, pero también han movido las placas tectónicas que la soportan y se han convertido en amenazas.

Esa adversidad a pesar de afectar en mayor grado a la civilización occidental, no deja de hacerlo en China. Así lo demuestra la advertencia de Juan Luis Cebrián (El País 19 noviembre de 2018): “La democracia está a punto de perecer en varios países por culpa de la democracia misma: su corrupción, el deterioro de sus instituciones, la mediocridad de sus líderes, el cortoplacismo impuesto por los objetivos electorales y el creciente menosprecio de los derechos y libertades individuales”. Pero estos mismos factores están incidiendo en la disfrazada y desigual sociedad china.

Al respecto, Moisés Naím (12 de octubre de 2020) al analizar “La Trampa de Tucídides” expuesta por el profesor de la Universidad de Harvard, Graham Allison, establece la difícil coexistencia entre dos potencias, una dominante y otra en auge, en este caso Estados Unidos y China, y la ascendencia que tendría el gigante asiático en cualquier momento. Es importante destacar que la alianza chino-norteamericana gestada por Henry Kissinger (9 de julio de 1971) y materializada por la visita del presidente Richard Nixon entre el 21 y 28 de febrero de 1972, fue una estrategia para romper su alianza con la Unión Soviética y atraerla hacia el mundo capitalista. Ese acercamiento permitió el desplazamiento de fábricas y capitales estadounidenses, y el otorgamiento de privilegios comerciales y financieros, lo que le facilitó su desarrollo económico.

Sin embargo, en la gestión del presidente Donald Trump, predominó una visión diferente y asumió una posición más agresiva ante la amenaza china, exigiendo el cumplimiento de los acuerdos comerciales, respeto de derechos de autor y patentes, transparencia en los financiamientos, combate al robo de tecnologías, respeto a las condiciones laborales de los trabajadores, estos últimos sub pagados y desasistidos legalmente, la defensa de las minorías y la libertad de expresión. Todos estos asuntos tienen eco en una sociedad con profundas desigualdades y manejada por una dictadura policial que la ahoga.

Para quienes creen que zafarse del imperio norteamericano y cambiarlo por el amo chino, es un simple borrón y cuenta nueva, tienen que considerar que la expansión china obedece a la necesidad de garantizar materias primas, colocación de capitales, bienes y servicios, y su futuro predominio militar.

Las prácticas ocultas y corruptas se expresan en el aparente fácil financiamiento chino. Ricardo Hausmann (Prodavinci 2 enero de 2019) advierte que la estrategia oscura que tienen sus contratos, impiden la divulgación pública y transparentes de sus términos, las ataduras que genera, y la falta de claridad en la forma como se pagarán en el futuro y que beneficios generarán. Los escándalos de corrupción ocurridos con los $ 60 mil millones del Fonden en Venezuela son ejemplo de eso.

Desde el punto de vista militar, aunque actualmente existe una predominancia norteamericana sobre Rusia y China, un informe elaborado por el Congreso de Estados Unidos (Moisés Naím 17 de noviembre de 2018) advierte: “EEUU lleva décadas dedicando su poderío militar a la guerra contra el terrorismo, descuidando así la preparación de sus fuerzas armadas para conflictos contra otras potencias como China o Rusia”.

Para quienes presagian el predominio como potencia de China enfatizan –principalmente- en sus cifras de desarrollo económico, tecnológico y militar, pero obvian su falta de integración con las marcadas tendencias globalizadoras. La crisis del Covid-19 desatada en Wuhan mostró esa faceta predominantemente represora, con la detención de la activista Zhang Zhan (28-12-2020), la persecución y muerte del doctor Li Wenliang que lo descubrió y denunció públicamente (Noviembre 2019), las manipuladas cifras de contagiados y muertes y la falta de confiabilidad de su vacuna.

El mundo globalizado de hoy difiere de las imposiciones del Partido Comunista Chino (PCC). Sus cifras oficiales son dudosas porque no existen certificadores de su validez, su crecimiento económico es alto ya que debe cubrir las necesidades de su gran población, por ejemplo a raíz de la crisis del Covid-19, sus aparentes números productivos en momentos cuando la demanda mundial cae y los aranceles de EEUU afectan sus exportaciones, generan dudas; sus indicadores en el tercer trimestre de 2020 cayeron 4,1% en comparación con 2019, aunque su gran demanda interna la compensó. La actual situación afectó su credibilidad y confianza, ya varios países comienzan a manejar la idea de mudar sus fábricas y replantear sus alianzas.

Su actitud amenazante y coercitiva (casos Australia, Taiwán, Japón, Corea del Sur, Tíbet, Vietnam) en el momento de negociar es otra debilidad. Al respecto Hausmann señala que en el libro de Steven Pinker (2011) The Better Angel of Nature, se destaca que la reducción de la violencia mundial es consecuencia del rol del Estado en el manejo de la seguridad personal y el uso de la fuerza que disminuyó los conflictos y aumentó la seguridad personal; su administración de la justicia propicia la solución de los conflictos por medios no violentos, “facilitando la cooperación y aumentando la seguridad.”Esta tendencia se aceleró con la difusión de los ideales humanistas de la Ilustración, que afirman la igualdad fundamental entre los seres humanos y la aplicación de la racionalidad a los asuntos concernientes a la humanidad”, elementos que no son muy considerados por el comunismo chino.

La tendencia marcada por la sociedad occidental de resolver los asuntos internacionales partiendo del concepto de beneficio y progreso mundial han modificado el juego de “suma cero”(yo me beneficio en detrimento de los otros) de las ideologías nacionalistas, cosmopolitas y mercantilistas, escribió Robert Reich (Universidad de Harvard, revista Facetas #4 1990); mientras China parece totalmente divorciada de las tendencias de la humanidad y sin escrúpulos mantiene sus viejos sueños imperialistas de dominar el mundo, expoliando los recursos naturales para alimentar su industria y población, e imponer un sistema político centralizado, coercitivo y corrupto.

En los asuntos políticos, Joseph Nye Jr., de la Universidad de Harvard, argumenta que la complejidad del mundo de hoy dificulta la capacidad de las potencias para alcanzar sus fines y las soluciones son más difíciles. Ahora la tendencia es “buscar nuevas fuentes de poder”: manejo de la interdependencia de la estructura internacional y los valores comunes; es más proclive a utilizar en su “espectro de la coerción”, los instrumentos del poder que abarcan las notas diplomáticas, las sanciones económicas y el costoso uso de la fuerza es la última opción. Características que el PCC tampoco practica y coloca a China en desventajas en el contexto actual.

La cercanía a los planteamientos de la evolución de las civilizaciones del historiador norteamericano, Carrol Quigley, explican la tendencia de la humanidad hacia una “civilización universal producto de la revolución industrial y la expansión colonial de occidente”, acentuada por una sociedad del conocimiento aliada con las tecnologías del Internet y las redes sociales. Una visión que los jerarcas chinos no tienen claras y que todavía sueñan con el gran imperio que dominó hacia muchos siglos en el continente asiático basado en la fuerza y el miedo.

@hdelgado10