Simón Villamizar: El clóset de Carmen Victoria Pérez

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A propósito de la despedida en este plano terrenal de la animadora Carmen Victoria Pérez, ícono de la era de oro de la televisión venezolana, quisimos publicar estas lineas de Simón Villamizar sobre la cotidianidad profesional de una de las mujeres más admiradas de Venezuela. Su relación con el diseñador francés Guy Meliet, los vestidos de alta costura y el Miss Venezuela convierten este texto en una crónica increible.

Es que lo que tuvimos (Guy) Meliet y yo fue un encuentro del tercer tipo”, dispara Carmen Victoria Pérez una frase intrigante, acaso para sembrar una pequeña duda –maestra es de la oratoria-, y dejar claro, quizás, que los astros se confabularon para que naciera su amistad con el diseñador francés.

“A mí me contrataron para animar un evento suyo en el Hotel Tamanaco. Un desfile al que habían invitado a Cybill Shepherd, la actriz estadounidense que había sido miss, y que luego protagonizó la serie Moonlighting. Bueno, después de ese desfile, nos fuimos todos a una gran fiesta en el Country. Yo estaba vestida con una blusa muy mexicana, color rosa, y con una falda azul de tafetán de seda, y ahí se me acercó doña Margarita Travieso y le dijo a Meliet: ‘¡Qué hermosa ha vestido usted a esta niña!’. ‘¡Disculpe, pero esta señorita no está vestida por mí!’, contestó él con su acentico francés. Y a mí no me quedó otra que responder: ‘Disculpe, señor Meliet, pero yo no tengo cómo vestirme por usted!”.

El asunto es que, semanas después, Pérez fue elegida para animar el concurso de Miss Venezuela y, cuenta, se animó entonces a hacerle una llamada telefónica y a pedirle una cita. “Yo sé que usted no viste sino a la alta sociedad caraqueña y a las celebrities. Pero, bueno, yo quiero que me vista para conducir el certamen’, le dije. Y él aceptó”.

Solo que no había tiempo para confeccionarle el vestido y, aquí ella habla bajito, el diseñador le confió entonces un traje strapless negro, blanco y verde, con doble falda, diseñado por un modisto italiano, que él había adquirido en París. “En verdad no había tiempo. El evento era el 8 de mayo (de 1980) y faltaban apenas unos días, así que no quedó otra salida que ajustarlo”, dice ella, que recuerda con detalle lo que ocurrió la noche de su debut.

Se encontraba en el Hotel Sheraton, ubicado en Caraballeda, estado Vargas. El certamen estaba planificado para las 7:00 de la noche, y su traje no llegó sino a las 8:15. “Yo estaba peinada, maquillada y entaconada, pero con un blue jean y unos lentes de sol. Joaquín (Riviera) tomó la decisión de atrasar todo. Gilberto (Correa) se me acercó y me ofreció un shot de vodka, y le dije que no. Yo nunca he podido tomar nada antes de trabajar, porque me rebota. Después me tomo todo, hasta el agua de los floreros, pero antes de verdad que no puedo. Y de pronto… llegó el vestido”.

La expectativa era enorme, explica la animadora, por una razón: “Esa noche yo era el trofeo de Joaquín (Riviera), quien hizo todo lo que estaba a su alcance para llevarme a Venevisión. Yo trabajaba en Venezolana de Televisión. Era la directora de Relaciones Institucionales de ese canal y, además, conducía un programa allí. Así que, cuando bajé las escaleras, con la marcha de Venevisión como música de fondo, sentí que estaba bajando el Calvario de Roma”.

Y sí: fue un exitazo. Cierto es que, en el desayuno, al día siguiente, todos se llevaban a la boca el nombre de Maye Brandt, la ganadora, quien portaba la banda de Miss Lara. Pero incuestionable es también que el de Carmen Victoria Pérez –así como el de Guy Meliet- se convirtió en la comidilla de la sobre y la entremesa. Algunos la alabaron; otros, reconoce, hicieron jirones con su traje.

“Hubo una que otra tierrúa que juraba que ese vestido ni siquiera era de marca. Hasta Osmel tuvo que salir entonces a mostrar pruebas de que mi traje había sido desfilado en la última pasarela de Milán“, recuerda Carmen Victoria Pérez, quien estaba más que consciente de la interesante reacción que se había generado boca a boca. Así que, al año siguiente, se lo propuso, solo había que rociar más gasolina a la hoguera.

“Desde ese momento nos planteamos crear un modelo cada año para que se hablara una y otra vez de él. Pero lo más importante, nos propusimos que los diseños de Meliet se integraran al espectáculo, porque, déjame decirte algo: ¡Yo nunca me puse esos trajes para ir a una fiesta! ¡Nunca! ¡Nunca!”, jura “La flaca”, como fue apodada por los cronistas sociales de la época. “¡Miento!”, respinga unos instantes después: “Creo que el único que volví a ponerme fue un smoking negro bellísimo, y lo hice para asistir a un
compromiso personal”.

“¿Que cómo era el proceso de Meliet para la creación de esos vestidos? Al principio, él te tiraba una tela encima, y sobre ella iba diseñando tu figura. Pero después cambió el método: Yo llegaba a su atelier a las 9:00 de la noche, después de que se desocupaba de sus clientes, y nos sentábamos los dos a decidir qué íbamos a hacer. Salía a las 12:00 de la medianoche o a la 1:00 de la madrugada. Nos reuníamos una, dos y tres veces. Y poco a poco iban perfilándose los vestidos. Su estudio era muy simple: Tenía un espejo y un pasillo muy largo. Y él me decía: ‘¡Camina!’. Así comenzaba a visualizarme sobre el escenario. Para el traje blanco de seda, el único blanco que me puse en un Miss Venezuela, que no llevaba ni un solo botón ni un solo cierre, y que estaba relleno de tul; tuve que permanecer parada tres horas mientras él colocaba alfileres. Por cierto que Celine Dion usó uno muy similar en la ceremonia de los premios Billboard 2017, y hasta Martha Rodríguez Miranda me llamó para decirme: ‘¡Pon la televisión para que veas que está usando uno igualito al tuyo!”.

Pero que nadie se equivoque: El matrimonio de Carmen Victoria Pérez con Guy Meliet no fue precisamente color de rosa, no. “Y es que Meliét no era insoportable… ¡Era intragable!”, se ‘despepita’ ella. “Nosotros nos caíamos a coñ… desde que entrábamos al taller hasta que salíamos. Y si quieres puedes escribirlo ahí tal cual, o le colocas un pito para que no se escuche la grosería. Pero era así tal cual. ¡Los dos armábamos cada rollo! Pero, con
todo, funcionó”.

“Una vez se puso bravo porque compré unos zapatos negros, en raso, y con la punta de color humo, de Walter Steiger. Me encantaron. Y compré la tela igualita, color humo, y le dije: ‘Quiero ir completamente cerrada, con mangas largas’. Y él miró los zapatos y me respondió –en este momento Carmen Victoria Pérez imita el acento francés de Meliet-: ‘¿Y usted va a un colegio de monjas o qué? ¡Yo no voy a hacer eso!’. ‘¡Pues vas a hacer eso, porque así quiero ir!’, le respondí. Y así éramos nosotros. Así era nuestra relación”.

Apenas uno de los inconvenientes –ella los llama “atajaperros”- que tuvo con él.

“En otra oportunidad, compré una tela morada, más bien entre morada y vino tinto, y él, sin decirme nada, se llevó un pedazo de esa tela a París, de donde trajo un arreglo floral espectacular con unas hojas de otoño que era magnífico. Y yo le comento: ‘¡Ay, pero qué bello ese ramo! ¿Y dónde lo vas a colocar?’. ‘Lo voy a poner aquí en esta pierna’, me dijo él –y Carmen Victoria vuelve a imitar a Meliet-. Y yo: ‘¿Perdón? ¿En qué pierna? ¡Epa, un momento! Yo no canto, ¿eh?. Ni soy vedette. Yo soy la presentadora del evento, así que ve bien dónde vas a colocar esas flores’. ¿Qué ocurrió? Tuvo que cerrar el vestido, y colocar las flores en la cintura, no en la pierna”, agrega la también locutora antes de soltar otra perla:

“Es que yo nunca fui feliz con un vestido de Meliet”, dice Carmen Victoria Pérez a sabiendas de que su frase resonará en los oídos de muchos. “¿Pero, dime tú, cómo iba a ser feliz con unas cosas que pesaban tanto, que eran tan estrechas, que no me permitían sentarme durante cuatro horas, y que obligaban a que me friccionaran los pies con crema mentolada el día después? ¡Yo no me podía sentar porque se arrugaba el traje! ¡Punto!”, justifica ella su osadía.

Fue por esa razón, cuenta Pérez, que ella misma le formó “un lío” a su sucesora, la ex Miss Universo Bárbara Palacios, cuando debutó como nueva animadora del certamen Miss Venezuela. “¡Sí, le formé un lío! Porque Meliet la vistió con un traje de seda natural de un color rosa bellísimo, y… ¿qué sucedió? Que a mitad del programa estaba lleno de arrugas. El rollo que le armé al día siguiente fue grande. ‘¿Cómo se te ocurre sentarte?’, le dije. ‘¡Eso es una falta de respeto para el púbico!’. No, no, no, mi amor, uno se quita los zapatos y mueve los pies en la alfombrita, pero no se puede sentar. Cuando yo llegaba a mi casa, pasaba dos días con los pies metidos en una bañerita. ¿Con un vestido de Meliet? Yo nunca estornudé ni tosí, niño… Ni siquiera me daban ganas de hacer pipí . ¡Nada de eso!”.

Pese a todo, Carmen Victoria Pérez nunca pensó en cambiar de diseñador. “No, no, no. Sin descalificar a ninguno, porque en este país había y sigue habiendo muy buenos diseñadores. Pero cambiar a Meliet era imposible porque su técnica era única. Pocos sabían ‘enguatar’ un vestido como él. Pocos sabían cómo era ese proceso que lleva por dentro. Y los resultados eran más que evidentes”, responde ella sin ambages.

No importa entonces la carga que había que soportar: Valía la pena. “Nosotros nunca trabajamos para que todo el público dijera: ‘¡Ohhhhh!’. Nosotros trabajábamos para que la gente criticara durante todo un mes. Recuerdo que cuando me puse aquel traje negro, gris y fucsia, que llevaba un moño color fucsia, y que acompañé con unos guantes tipo Morticia Adams, hablaron un mes entero de nosotros. Siempre va a ocurrir que a unos les va a gustar, y a otros no. Quien crea que va a complacer al público, está totalmente equivocado. ¡Jamás se complace al público! Siempre habrá alguien que diga boberías. Siempre habrá otros que critiquen con razón. Pero la única verdad es que no somos moneda de oro para gustarles a todos. En líneas generales, pues, la dupla con Meliet fue un éxito”.

Simón Villamizar