Ender Arenas: Derechos humanos: un asunto de vida o muerte

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Busca en el agua y en los matorrales
(¿Y por qué es que se desaparecen?)
Porque no todos somos iguales
(¿Y cuándo vuelve el desaparecido?)
Cada vez que los trae el pensamiento
(¿Cómo se le habla al desaparecido?)
Con la emoción apretando por dentro

Desaparecidos de Rubén Blades

A raíz de la operación, que luego se conoció como “operación Guacamaya”, que dio salida a los refugiados en la embajada de Argentina, el régimen ha profundizado su política de persecución y represión contra las ONG defensoras de los derechos humanos y ha perseguido personalmente a los integrantes de las mismas, desapareciendo de manera forzosa a algunos de ellos, de quien hasta el momento de escribir esta nota no se sabe dónde se encuentran detenidos.

El régimen de Maduro ha desarrollado, en ese sentido y en otros, una crueldad jamás vivida, incluso la vivida en aquellas dictaduras que son tenidas como las más brutales (J.V. Gómez y Pérez Jiménez).

Pero no es de extrañar, si algo ha caracterizado al régimen es la maldad y, como no decirlo de ese modo, si la noticia de estos días es la muerte de Ariadna Pinto, una muchacha de veinte años, detenida por la denuncia de una “vecina” por el “delito de odio” sin más pruebas que la palabra de la informante, conocida como “cooperante”. Es que el chavismo ha significado muchas más cosas que una dictadura cruel, ha transformado la naturaleza y el carácter del venezolano.

Si, es la maldad pura y dura. Y como no seguir diciéndolo de ese modo, si el régimen se ha hecho de una de las más perversas práctica del nazismo hitleriano: “El Sippenhaft (que) fue un concepto jurídico establecido en el Tercer Reich según el cual un acusado de crímenes contra el Estado extendía automáticamente su responsabilidad penal en igual medida hacia sus parientes, de modo que tales familiares del acusado eran considerados igualmente culpables, arrestados y en algunos casos también condenados a muerte por el delito que cometió su pariente acusado”.

Esto es lo que se le ha aplicado, por ejemplo, a la familia de José Manrique, el chofer de MCM. El régimen, que no pudo ni ha podido atraparlo, detuvo en prisión a su esposa, Yuleida del Carmen Pérez, a la que ha mantenido secuestrada y torturada durante meses. Igual suerte han corrido su padre y su hermano, esto, para obligarlo a entregarse.

Se puede hacer una larga lista de las víctimas de esta práctica, la cual es una paradoja, pues el insulto favorito que el régimen suele proferir a sus adversarios, devenidos en enemigos, es precisamente el de “fascista”.

La dictadura madurista, es redundante mencionarlo, ya tiene su cementerio particular que no se cansa de alimentar, no solo por aquellos que ha asesinado en los enfrentamientos callejeros, casi en su totalidad jóvenes, sino que también esa lista ha sido engrosada por aquellos que han sido asesinados bajo su custodia (la lista de estos últimos ya cuenta con más de 20 presos políticos asesinados directamente (Rafael Acosta Arévalo, Fernando Alban) o por omisión irresponsable (Lindomar Amaro, Ariadna Pinto))

Todos tienen dolientes: padres, esposas y esposos, hijos, hermanos y amigos. ¿Le importa eso acaso a Tareck W Saab, quien hizo carrera política defendiendo los derechos humanos durante los años de la república democrática? Para nada. Él es, además, quien se ha encarado de matar dos veces a algunos de los asesinados por el régimen acusándolos, post mortem, de delitos que no cometieron.

II

La imposición de la lógica de la guerra, donde la política se asume como la relación amigo vs enemigo, ha generado por parte del régimen una práctica política que ha sobrepasado los límites de la acción política, donde la vecindad entre la política y la muerte es demasiada estrecha y se ha  caracterizado por “allanamientos, detenciones sin orden judicial, la tortura,  la prisión sin juicio y por un tiempo que no tiene fin, la muerte a manos de los servicios de seguridad y de los llamados colectivos armados, de no dar información sobre el destino de padres, hermanos, hijos o amigos, de ser víctimas de intimidaciones y de convertir el miedo y el terror en una manera de vivir”

El régimen ha convertido la violación de los derechos humanos en una constante de la vida social cotidiana.

 Es un tema que debe ser el centro de las demandas que se le hacen al régimen y uno de los ejes fundamentales de toda la política opositora. A veces tengo la sensación que este es un tema cuya preocupación ha recaído fundamentalmente, exclusivamente, sobre las ONG que han hecho un trabajo extraordinario para revalorizar la idea de que en la democracia no se puede permitir que el Estado se arrogue la libertad de cruzar ciertos límites de su acción política.

Han sido ellas y sobre sus hombros que ha recaído la creación de una sensibilidad sobre la violación de los derechos humanos, como uno de los límites, que deben ser infranqueables por la acción política del régimen. Por eso, sus integrantes se enfrentan a circunstancias que convierten su “actividad de defensa de los derechos humanos en una apremiante necesidad personal”, pues, sus integrantes se han convertido en los objetos por excelencia de la persecución y la desaparición forzosa.

El papel de los partidos políticos ha sido menor, no es que no hayan actuado, obviamente que lo han hecho, solo, que la defensa de los derechos humanos, es un tema subordinado a otros temas. No se ha valorado que los afectados por la violación de los derechos humanos se ha ampliado de tal manera que cubre una parte sustancial de la sociedad que es inerme frente a la agresión política del régimen. La violación de los derechos humanos por la dictadura es ya un mal público o colectivo, “en el sentido de que es un estado de cosas padecido fatalmente por todos o casi todos”.

Hasta no hace mucho, dirigentes políticos de “primer orden”, bajo la influencia seductora de las encuestas, señalaban que entre los problemas más acuciantes para los venezolanos no figuraba como prioridad la idea de los derechos humanos y la libertad. Estos dirigentes, agregaban que, era necesario propuestas para resolver los problemas reales que afectaba, fundamentalmente, el estómago de las mayorías.

 Por supuesto, qué duda cabe, esa es una problemática que hay que atender, pero, al día de hoy, en la que hacer política y esgrimir la defensa de los derechos de todos para una vida segura y tranquila, libre de la amenaza de sus derechos por el Estado, se hace, necesario convertir los derechos humanos, su idea, su concepto, en una demanda no solo política, sino, social, esto es que se materialice como conciencia colectiva.

Esto es un mensaje para todos: para algunos sectores de la oposición que, se gozan una campaña electoral como si estos tiempos fuesen de normalidad democrática (besan viejitas, abrazan niños, hacen promesas, etc.) y, también, para los sectores opositores que lidera MCM para que su narrativa, en este asunto y en otros también, supere lo sentimentaloide que estructura sus discursos.

@enderarenas