Hugo Delgado: Paladines del anti-oscurantismo

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Como es sagrada tradición, en Venezuela cada 27 de junio  celebran el “Día del Periodista”. Pero desde la llegada de la “revolución bonita” ese intento por enaltecer la crítica, la razón, enriquecer el conocimiento haciendo fluir la información para fortalecerla y alcanzar la verdad,  se cayó del pedestal que la democracia se había encargado de construir.

El periodista zuliano, José Aranguibel Carrasco (venezuelausa.org 08-06-2021) cita que desde 2004 más de 200 medios fueron cerrados, la mayoría por órdenes de la Comisión Nacional de Telecomunicaciones (Conatel) y  desde 2017 de los 8 canales que sacaron del aire, 5 eran noticieros internacionales.

Era la forma como el régimen chavista daba forma a la modalidad de censura y cerco informativo que su padre político, la Cuba comunista, le había enseñado. Lo lamentable del asunto es que lo logró, gracias a la alianza silenciosa de una sociedad pasiva, unos aliados internacionales diplomáticamente burocratizados  y organizaciones de prensa que el tiempo se encargó de adormecer.

Ahora todo es normal, sin medios molestosos y con los aliados chinos, cubanos y rusos, expertos en censura y autoritarismo, guiando los pasos del régimen, Venezuela se mueve en un confuso accionar que parece no tener fin, una realidad que muestra a la sociedad venezolana petrificada, sin opciones y con sus esperanzas rotas.  Ese gran objetivo se logró 22 años después.

Sin prensa y medios de comunicación electrónicos libres o medianamente críticos, la información no fluye, tampoco enriquece el conocimiento social que engrandece la crítica y lógicamente la razón,  aliadas del debate en el mercado de las ideas y del auto-gobierno, como lo plantea el vicepresidente de Estados Unidos, Albert Gore Jr. (1993-2001), en su libro El ataque contra la razón.

Esa dinámica de la prensa (definición clásica para abarcar todos los medios de comunicación) es como la sangre que alimenta a la sociedad y en especial a su democracia, fundamentada en al autogobierno, la razón, la crítica y la idea  del hombre. Vistas las cifras expuestas por el periodista zuliano, se deduce que esos factores  reducidos a su mínima expresión impiden vivir en democracia.

El 27 de junio no es un día para celebrar, sino para reflexionar. Al cierre y confiscación de medios, se unen la represión de periodistas (caso Ronald Carreño -2020-, y otros que han sufrido persecución, tortura y otras violaciones de derechos humanos), el bloqueo en los medios electrónicos (La Patilla, Infobae, El Tiempo de Colombia, Caraota Digital,  El Pitazo, etc.), presiones legales como la ocurrida con El Nacional y a los periodistas César Batiz (El Pitazo), Víctor Amaya (Tal Cual Digital), etc. Son tantos los hechos irregulares que han minado el trabajo de la prensa que se hace imposible tener precisión sobre los sucesos atroces que ocurren diariamente en el país.

Las denuncias, muestras de solidaridad, sanciones de organismos internacionales contra las aberrantes acciones de Hugo Chávez y Nicolás Maduro, no  lograron  efectos contundentes. Cuba, China y Rusia, saben que las democracias occidentales se diluyen en discursos y palabras vacías, sin que afecten sus objetivos e intereses, por eso no le paran a las castigos efímeros que se diluyen cuando un escándalo sepulta a otro, como ocurre todos los días desde hace 22 años.

Mientras, la sociedad silente y cómplice, solo mira cómo sobrevivir en esta gran crisis que la azota, su democracia fenece en medio del oscurantismo.  Ese es el gran significado del “Día del Periodista” de hoy. Claro está que eso no se traduce en entrega, como en toda sociedad los reductos contra los cuales el régimen enfila sus armas, son el enemigo a vencer, más ahora que las estropeadas redes sociales y el Internet, hacen posible las filtraciones de verdades, medias verdades y muchas mentiras, lo cual dificulta el control total de los medios de comunicación social.

Igual, los profesionales de la comunicación social deben reflexionar sobre su rol antes de la llegada del régimen, cuando existían mayores márgenes de crítica (algunas destructivas), y el cómo afrontar las nuevas amenazas, en un país entregado a intereses externos más agresivos e inescrupulosos, una realidad mundial menos respetuosas de los principios de la democracia tal como se conoce hoy, y más propensos a manipular, mentir y replantear la geopolítica del poder.

Muchos de ellos con actitudes cómplices de los desmanes y corrupción jugaron papeles relevantes antes  y durante el chavismo. Esos comunicadores ahora se encumbran, cual jueces y fiscales moralistas, enjuiciando  y condenando a quienes afecten sus intereses personales o de quienes oprimen el botón de transferencia para cumplir los compromisos con los tarifados o como decía mi amigo, el periodista y diplomático, Pablo Bassim: Los palangristas de oficio

La batalla en Venezuela es moral. Es una lucha por la reivindicación humana y de los valores de la patria, no la militarista, o concebida como  la rica nación petrolera, o la de modelos y experiencias extrapoladas y ajenas a su realidad. Y en ese proceso histórico, el cuestionado y atrofiado periodismo está ante el gran reto de ser protagonista para enriquecer el conocimiento, la crítica, la razón y la verdad, aliados fundamentales para la construcción de nuestra democracia del siglo XXI.

@hdelgado10