En el contexto de la Agenda Venezuela desarrollada durante el segundo gobierno de Rafael Caldera (1993-1998), se impulsó en una primera fase la bonificación del salario de los trabajadores, para luego de alcanzarse el acuerdo de revisión de la retroactividad de las prestaciones sociales en 1997, se concertó en el ámbito de la Comisión Tripartita salarizar los bonos concedidos por el Presidente de la República, ya que éstos habían alcanzado la cantidad aproximada de 80% del ingreso mínimo global de los trabajadores del sector público y privado.
Para quienes apliquen el retrovisor de la historia laboral, el salario mínimo de un trabajador en Venezuela a mediados de 1998 era de 15.000 bs y al convertir en salario los bonos presidenciales, el salario mínimo alcanzó en las postrimerías de su mandato a 100.000 bs., que en dólares se traducía aproximadamente en 196 $ un tanto distante del valor de la canasta alimentaria de 250 $ de la época, lo que derivó en controversias entre las centrales obreras y corrientes sindicales en nuestro país.
Sin embargo, para aquel entonces el hoy cuestionado “presidente obrero” quien venía de militar a inicios de los 90 en un parapeto de partido marxista leninista denominado Liga Socialista, y siendo para ese momento flamante telonero de Hugo Chávez en el MVR, desgarró sus vestiduras calificando de flexibilidad neoliberal y explotador al acuerdo tripartito de lograr sumar al salario los bonos adjudicados por la Administración Caldera de fin de siglo.
Pues bien, a 24 años de aquella reforma salarial las paradojas de la historia nos derivan a otro escenario, donde el otrora delegado sindical del Metro de Caracas, autoerigido luego en forma fraudulenta como “presidente obrero”, ha pulverizado la más importante institución laboral como lo es salario, convirtiéndole en una caricatura y en una burla para los trabajadores de cualquier parte del planeta, a tal extremo que es el peor salario asignado a nivel global, como lo han calificado la OIT, ONU y centrales sindicales continentales.
¿Cómo ha sido su faena entre otras atrocidades cometidas desde que inició su gestión en 2013, todas dignas del más pervertido esquirol? En su más reciente etapa a través del Ministro de Trabajo de turno, emitió un memorándum en octubre de 2018 suspendiendo todas las contrataciones colectivas del sector público hasta el presente, y cuando las convoca desmantela las conquistas laborales logradas como lo ha hecho con los trabajadores petroleros y el sector educación.
Luego, continúa en su ofensiva brutal contra el salario al sustituirlo por bonos de la patria, al cual tienen acceso solo aquellos trabajadores que se han inscrito en el Sistema Patria, siendo risible las cantidades que le asignan en cada oportunidad. Solo en 2020 entregó 30 bonos que oscilan entre 1 y 2 dólares, cuyo procedimiento coloca al beneficiario en la condición de limosnero que espera absorto y doblegado la dádiva presidencial, y ahora en 2021 concede bonos a educadores y personal sanitarios cercanos a los 12 dólares.
Entre tanto, el reclamo de los sindicatos y gremios consiste en exigir la negociación colectiva como método establecido en los convenios internacionales, la Constitución Nacional y leyes del trabajo, que determinan al empleador Estado convenir las exigencias laborales de salarios, seguridad social y condiciones de trabajo, éste los sustituye por unos bonos de la miseria, muy distantes de la actual canasta alimentaria de 250$, y de la otrora canasta de bienes de 1998. ¿De qué le sirven bonos sin ningún impacto en el salario y las prestaciones sociales con un actual salario mínimo, jubilaciones y pensiones de 1200000 bs, que es hoy menor a 1 dólar?
En definitiva, el presidente “obrero” actúa como un desclasado o lo que es similar aquellos conversos que renegaron de sus principios, en procura de sus intereses personales, en este caso llevó a la guillotina a millones de trabajadores, promovió la diáspora más despiadada a nivel global, solo para lograr el capricho de mantenerse en el poder y servir de acólito a las potencias que saquean los recursos nacionales en detrimento de la condición de vida de los venezolanos.
Finalmente, para los trabajadores, los sindicatos, gremios y el conjunto de la población, el objetivo se dirige a la reconquista del trabajo digno, que garantice rescatar de nuevo la condición de vida decente, ante un régimen criminal que se escuda en las sanciones para ofrecer solo miseria y control ciudadano a cambio de bonos-limosna y precarización laboral.
Froilán Barros Nieves