Hugo Delgado: El mundo silencioso

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Mientras el régimen chavista de Nicolás Maduro muestra su realidad mitómana, hay un mundo silente, poco divulgado en los  escasos medios que existen en Venezuela. Es el país de los desesperados, de los suicidas, de quienes mueren lentamente de desnutrición, de los empresarios arruinados, de los impotentes ancianos que difícilmente pueden emigrar porque en el exterior quien no produce es un estorbo, de quienes perdieron la fe en el futuro.


Es el mundo silencioso reflejado en casi 90% desesperado que exige un cambio de gobierno, pero no sabe cómo hacerlo, porque navega entra la desunión, la crítica de angustiadores profesionales de oficio que especulan y opinan sobre lo divino y lo terrenal sin fundamento,  la espera de un mesías o una intervención internacional que le resuelva el asunto. Lo cierto es que mientras Venezuela anda por su incierto camino de muerte, angustia y desesperanza, la realidad sigue el suyo, impregnado de autoritarismo, hiperinflación, corrupción, mala calidad de los servicios públicos y la educación, impunidad, delincuencia, indiferencia y desempleo.

Cuentan habitantes del estado Trujillo, un reducto chavista, que el índice de suicidios es preocupante. Tradicionalmente esta región se ha caracterizado por esas patologías psicológicas que conducen a tomar la nefasta decisión. Pero la tendencia está creciendo en los últimos meses. En comentarios informales, aducen que la falta de gasolina, del servicio de gas y electricidad, y los altos costos de los productos básicos, estimulan la lapidaria decisión. La situación es tan crítica que para muchas familias es imposible alimentar adecuadamente  a sus hijos y ancianos.


Un ejemplo evidente fue el del  docente de la Universidad del Zulia, que murió hace un par de meses de desnutrición (en Venezuela existe entre 80 y 90% y no como dice la mitómana Delcy Rodríguez que el país es modelo en este rubro) comentaba recientemente un colega que lo conocía y narraba la odisea para que pudiera comer algo. En esa comunidad profesoral también han ocurrido suicidios, los cuadros depresivos son preocupantes y se han tomado iniciativas para tratar el problema, porque el número de jubilado es alto y sus hijos han emigrado.

Esta realidad puede extrapolarse a muchas regiones de Venezuela. Es evidente el divorcio entre el régimen que controla el aparato formal del Estado y las necesidades y expectativas de la población, por eso el alto índice de rechazo, según lo refleja una reciente declaración de Luis Vicente León, en la que se enfatiza –también- en la incapacidad social para sacar al régimen chavista.


Una madre con dos hijos narraba que duraron tres días comiendo arroz porque no tenía como adquirir otro producto. Los sueldos no alcanzan y los precios cambian en cuestión de horas y ya es imposible comprarlos aún cuando ella y su hijo mayor trabajan. A esto se une el impacto del virus chino Covid-19 que paralizó aún más lo poco que queda en Venezuela, de su  industria y el comercio. Aunado a esto se evidencian las inexistentes políticas públicas para atender adecuadamente el problema; como resultado de su inoperancia se generó una espiral de corrupción y escasez de productos y servicios que agudizaron más los problemas emocionales de la población.


Es un callejón sin salida, en el que lo material y lo espiritual se combinan para que  -lógicamente- se acentúe,  en la población, la desesperanza y se pierda la fe. Mientras, el régimen apuesta a que su mayor adversario, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, pierda en las venideras elecciones de noviembre 2020, frente al demócrata Joe Biden, y se active nuevamente el festín petrolero, que genere los dólares necesarios para mantener su maquinaria corrupta y sus emisarios de la nomenclatura sigan disfrutando sus cuantiosas fortunas amasadas durante la bonanza. 


Contrario a la  falta de fe de los venezolanos, al ilegítimo Maduro los vientos de cambio le favorecen externamente, porque la situación interna empeora. Bolivia cambió de manos y ahora el delfín de Evo Morales, Luis Arce, reiniciará la alianza con él para continuar los ya existentes negocios oscuros. El nuevo aire se evidencia con la coalición entre la república del altiplano, Venezuela, España, Nicaragua, México y los minúsculos países caribeños, para buscar la salida del actual secretario General de la Organización de Estados Americanos (OEA), el uruguayo Luis Almagro, enemigo acérrimo de los comunistas latinoamericanos, y ser quien desmontó la trampa de Evo en sus intenciones reeleccionistas y cuestionar constantemente los atropellos a los derechos humanos del régimen venezolano.  


La desesperanza crece con los abusos y desastres perpetrados por los grupos comunistas, explotadores del resentimiento social, en  las protestas acaecidas en Chile y Colombia, próximos objetivos del Foro de Sao Pablo, ahora apoyado activamente por China y Rusia; mientras, los demócratas muestran su incapacidad de respuesta  ante la ofensiva violenta, condición no criticable por su formación civilista y democrática; no terminan de dimensionar la amenaza real de los adversarios de hoy, quienes tienen la firme intención de destruir las democracias, sus virtudes y sus valores.


A la par del daño económico y sus secuelas futuras, generadas por el chavismo,  los efectos más negativos se sienten en el plano espiritual del venezolano. Muchos alegarán que eso fue toda una estrategia diseñada por el comunismo, instrumentada eficientemente en Cuba, en el caso de Latinoamérica, pero lo cierto es que eso ha funcionado más por una enfermedad que había generado la cultura petrolera: La dependencia obsesiva de la dádiva estatal (económica y social).  Esa enfermiza subordinación se agudizó con el chavismo y minimizó  la responsabilidad ciudadana de asumir la toma de decisión pública como un derecho y un deber.

@hdelgado10