Este año, el 2 de junio, hay elecciones presidenciales en México y el gobierno de Andrés Manuel López Obrador y su política es evidentemente un fracaso, especialmente en uno de los grandes temas de su campaña electoral que le dio el triunfo, como darle mayor seguridad a los mejicanos. Fracaso total.
Su lema fue “abrazos no balazos” y quedó evidenciado que sus abrazos eran carantoñas para los grupos criminales, los grandes carteles mejicanos de la droga que operan en México y que ahora se están metiendo en el negocio del fontanilo, y los balazos por supuesto para la comunidad mejicana que lleva ya casi 30 mil asesinatos y desaparecidos por año, que vive aterrorizada, especialmente en el estado de Guerrero.
Entre la fallida política en contra de la inseguridad de López Obrador y la política migratoria hacía los latinoamericanos que están huyendo de la pobreza y la violencia y aspiran una vida mejor y más digna se calcula la llegada de más de 2,2 millones de migrantes según la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos, un verdadero drama humano que requiere soluciones y respuestas.
Hay también dos aspectos a considerar.
Puro bla bla, solo mensajes ambiguos y nada en concreto por qué, porque sencillamente los grupos criminales que operan en la frontera están haciendo negocios con los migrantes a quienes les cobran tras secuestrarlos.
Es la nueva modalidad de estos grandes grupos criminales y por supuesto del gobierno de López Obrador que sabe perfectamente lo que está ocurriendo y se hace el loco o sencillamente lo evade.
La gestión de López Obrador terminará este año en las elecciones presidenciales pero su espíritu de políticas ambiguas pudieran continuar con su candidata Claudia Sheinbaum del partido gobernante Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA) quien aparece de primera en las encuestas, pero de aquí a la fecha de votación las aguas del rio pudieran cambiar de curso para Sheinbaum, pero lo cierto es que como una vez lo dijo el New York Time que lo criticó abiertamente que López Obrador era sencillamente un gran populista latinoamericano.
O mejor dicho, como lo puso en su portada la revista The Economist: un falso mesías.
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