Él tenía una vocecita, bueno todavía la tiene, casi inaudible. Quienes lo conocíamos solo por los medios llegamos a pensar que su voz era demasiada rara, como un poco afeminada que contrastaba con la enorme estatura. De hecho, a Chávez que lo deslumbraban ciertos rasgos físicos de algunos de sus mas allegados, por ejemplo, los ojos verdes de Diosdado Cabello, el pelo rizado de Iris Varela, las finas manos de Tarek Saab, etc. le impresionaba el tamaño de su hombre de confianza en el área petrolera y en otros asuntos.
Pero esa voz un poco afeminada no guardaba correspondencia con el enorme poder que el control de PDVSA y la confianza que Chávez había depositado en él durante más de diez años le habían dado.
Que lejos están aquellos días de la PDVSA “roja…rojita”, los días en que su apodo: “El Zar del petróleo” le daba un fresquito por dentro y le transpiraba soberbia.
Su estrella empieza a declinar con la muerte de Chávez. El comandante que lo sabía casi todo, por supuesto, debería estar informado de las irregularidades manera de gerenciar Ramírez y su primo Diego Salazar la industria petrolera.
Muchos afirman, entre otros el firma esta nota, que Ramírez era el principal testaferro de Chávez y que ambos constituían la cima de toda la trama de corrupción que caracterizó al chavismo durante el largo período de dirección y dominio ejercido por Hugo Chávez.
En 2014 los rumores basados en investigaciones apuntaban a Ramírez, como el gran corrupto del régimen. Estos rumores y las investigaciones fueron enfrentados por Maduro y Diosdado Cabello, quienes defendieron con ardor a Ramírez calificando la campaña de brutal y, como suele suceder cada vez que hay un escándalo que atenta contra la moralidad de la jerarquía chavista, el régimen pretende confundir a los jerarcas acusados y sus intereses con los intereses del país y con su pueblo. Así, que la defensa de Maduro y Cabello de Ramírez fue leída en clave de ataque contra Venezuela y su digno pueblo.
Diosdado fue un poco más lejos y como credencial de honestidad de Ramírez saco a relucir el aprecio que Chávez le confería y la lealtad de Ramírez hacia Chávez. Eso era suficiente, en el 2014 y 2015 el régimen le otorgó a Ramírez el titulo de honesto, revolucionario, socialista y profundamente chavista, muy pocos como él.
Ese mismo año el Wall Street Journal señala que EEUU realiza una investigación sobre la corrupción en PDVSA, en ella sale a relucir los nombres de Rafel Ramírez y su primo Diego Salazar y, además, señaló el destino donde iban a parar los billones (nunca la B de bolívar tuvo tantos ceros a la derecha) sustraídos a la empresa petrolera: la banca de Andorra.
Pero Ramírez, no estaba solo todavía. El régimen lo defendía, porque la pureza es la característica de todo aquel que se autodefina como revolucionario, socialista, bolivariano, humanista y sin olvidar (como olvidarlo) aquello de profundamente chavista. Y el TSJ en su sala constitucional publicó sentencia suscrita por los magistrados Gladys Gutiérrez, Arcadio Delgado, Juan Mendoza, Carmen Zuleta, Calixto Ortega, Luis Damiana y Lourdes Suarez Anderson donde se suspendía la investigación llevada adelante por la Comisión de Contraloría de la Asamblea Nacional de 2015. Alegaba que se dañaba la imagen de PDVSA.
Por supuesto quien salió corriendo a refugiarse en la embajada de Chile, fue el diputado Guevara, jefe de la comisión mencionada, antes de que lo hicieran preso por someter a Ramírez a una investigación por corrupción.
Pero, siempre hay un pero, cuando, del poder y sus prebendas se trata y Ramírez empezó a ser algo molesto, primero; porque la enorme torta petrolera se había reducido, y los que hasta ahora no habían participado de un trozo del mismo lo querían para si, antes de que el negocio solo fuera un vomito negro debajo de la tierra sin que pudiera ser extraído y segundo, porque Ramírez empezó ambicionar el poder y este ya no estaba radicado en Venezuela sino en Cuba y, Maduro era el hombre de los Castro quienes ya lo habían impuesto como sucesor de Chávez en 2013.
A Maduro, a Diosdado y compañía y a los cubanos no les gustó las pretensiones de Ramírez quien para justificarlas hizo un severo diagnóstico de la situación del país y su crisis y la necesidad de realizar modificaciones y, para ello, propuso introducir cambios en el modelo, eso si, sin traicionar el espíritu de Chávez y su agenda.
Entonces el régimen “desterró” a Ramírez. Lo envió de embajador a la ONU y finalmente lo sacó de juego.
Hoy todos los que defendieron en su momento a Ramírez lo acusan de la ruina de PDVSA, pero ojo, toda la nomenclatura chavista no solo sabía de las andanzas de Ramírez y familia sin excluir a Chávez, quien también debió mojarse sus “pulcras” manos que le permitió dejarle una herencia cuantiosa a su prole, hermanos, madre y allegados ( todavía no sabemos el monto, pero se sabrá) y no solo no dijeron nada sino que lo defendieron con ardor calificando sus altas credenciales morales y baluarte de la revolución bolivariana.
Ahora un atolondrado Tarek el Aisami, de buena oratoria no se va a morir, se dirige a la fiscalía, a la Interpol pidiendo que apresen al ladrón y el fiscal ni corto ni perezoso, diligente como nunca se le ha visto, salvo como cuando mete preso a un maltratador de gatos, empieza a despachar solicitudes de autos de detención a diestra y siniestra.
Ramírez no se ha quedado callado y entonces denuncia que también los que lo acusan han metido la mano en la petrolera, incluyendo, los sobrinos de Cilia Flores: Efraín Campo Flores y Francisco Flores Freites, las joyas de la familia, detenidos en EEUU por tráfico de drogas y sobre todo el otro sobrino, Carlos Malpica Flores, el otro diamante en bruto de la familia Flores.
En resumen, pues ya me sobrepase de caracteres, parafraseo una vieja consigna política en Venezuela: “Si lo que dice el régimen de Rafael Ramírez es verdad y lo que dice Rafael Ramírez de los jefes del régimen es verdad, entonces los dos tienen razón”. Así que estamos en presencia de una cáfila de ladrones.
@enderarenas