Evoco literalmente el título de la película de 1991 que lleva el nombre del título del presente artículo, protagonizada por Julia Roberts y Patrick Bergin, para relacionarlo con las conversaciones que –posiblemente- se iniciarán México el próximo 13 de agosto de 2021, entre la oposición democrática venezolana y el régimen de Nicolás Maduro, porque al igual que lo ocurrido con las conversaciones de paz entre las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc-EP) y el gobierno de Juan Manuel Santos realizadas en La Habana-Cuba, es inexplicable que los afectados permitan conversar en casa de sus enemigos.
En 2012, el entonces presidente Santos, reinicia las conversaciones con las Farc-EP, que concluyen en La Habana-Cuba en 2016. Precisamente en el lugar desde donde se planificaron masacres, narco negocios, complots, atentados, etc, actos que han sembrado de sangre y muerte a esa nación durante más de medio siglo, legado que ese pueblo parece olvidar, con su apoyo al corrupto e inepto ex alcalde de Bogotá y miembro del desaparecido grupo guerrillero M-19, Gustavo Petro, para las venideras elecciones 2022 ¿Negligencia histórica o resentimiento social? La historia hablará.
Ahora la oposición venezolana replica la experiencia colombo-cubano. El anfitrión de las nuevas conversaciones, Andrés Manuel López Obrador, actual presidente de México, en unas viscerales declaraciones reconoce la legitimidad y justifica públicamente la represión de la dictadura cubana, ordenada contra la población civil por el duo Miguel Díaz-Canedo-Raúl Castro; criticó el “bloqueo” que Estados Unidos ordenó contra el régimen de Fidel Castro en 1962 a raíz de las expropiaciones de sus empresas instaladas en ese país, como la causa de la crisis y declara abiertamente que los apoyará con alimentos y medicinas.
Una posición manipulada y romántica, en sintonía con la trasnochada y fracasada izquierda mundial que sin argumentos y justificación alguna pretende endosar a Estados Unidos, el fracaso de un régimen que no tiene nada que mostrar luego de 62 años de revolución, excepto represión, pobreza, atraso y una nomenclatura que languidece de vieja usurpando el poder. Nada novedoso que esto ocurra, luego del fracaso del más reciente referéndum en la que López Obrador solo obtuvo el 7% de apoyo, sin embargo, salió en defensa de un régimen violador de derechos humanos y criticó a su mayor socio comercial y garante de los miles de millones que en remesas envían sus nacionales a sus empobrecidas familias en México.
Ahora con el destemplado presidente de Argentina, Alberto Fernández, y el folclórico mandatario de Perú, Pedro Castillo, han iniciado una escalada diplomática para destruir a la Organización de Estados Americanos (OEA) y crear otro mamotreto como la Unasur de Hugo Chávez, que tuvo vigencia mientras la renta petrolera duró.
Como es característica de la oposición venezolana, la falta de coherencia permitió que ocurriera este nuevo “strike”. Ir a negociar en la “boca del lobo” mexicano es un error, aunque su opción destrancó el juego. La mediación tiene como propósito proyectar a López Obrador como el redentor de una izquierda trasnochada que se niega a morir, convertiéndolo en gestor de una nueva organización continental diferente a la OEA, plegada a los intereses grupales, pues ya esa organización no les sirve como en la época de Chávez, cuando intervino –sin recibir crítica alguna- en los asuntos internos de otros países de Latinoamérica y cuyas consecuencias se sintieron en 2019, 2020 y 2021.
La falta de unión es la constante en la oposición democrática de Venezuela. Existe un grupo heroico con la “lengua” que pide la salida de fuerza y la intervención militar extranjera mientras los caraqueños se bañan en las playas del Litoral Central, pero no tiene nada que mostrar; otra se inclina por la presión diplomática, la salida negociada y ganar espacios con herramientas democráticas. La poca unificación en torno a Juan Guaidó es producto de la presión de los gobiernos de Donald Trump y ahora Joe Biden –principalmente-, que aún con sus errores ha logrado intimidar al régimen, logrando las sanciones y poner precio a las cabezas de funcionarios chavistas corruptos y sus empresas, que por temor ya no viajan al exterior.
Es importante aclarar que no se puede hablar de “bloqueo” porque actualmente los supermercados y bodegones venezolanos, muy frecuentados por los rojitos –incluso muchos boliburgueses y enchufados son propietarios-, están surtidos con productos y medicinas importadas made in USA. Igual ocurre con Cuba que compró el 67% de sus alimentos y recibe anualmente $3.500 millones en remesas, escribía recientemente Andrés Oppenheimer.
El régimen, dejó claro que su primer punto en la agenda es “la eliminación inmediata de las sanciones”. ¡Claro que es de vida o muerte! Porque para Maduro es vital que se restablezcan los ingresos y volver a los mercados financieros internacionales, a través de su ilegítima Asamblea Nacional (6 D), para mantenerse en el poder. Es entonces clave lograr legitimidad en las elecciones de noviembre 2021 para derribar el impedimento aprobatorio de la AN (2015), poder que la oposición no entendió y fue incapaz de utilizar como arma para debilitar al régimen.
La estrategia de Maduro y los cubanos es dar poco, “sin riesgo de compartir el poder” -eso lo aprendieron en diciembre 2015-. Mantener el control es el objetivo principal y eso pasa por facilitar unas elecciones aparentemente transparentes que garanticen su legitimidad si la oposición acepta el reto; demandar la eliminación de las “sanciones” para recuperar el flujo de recursos, así mantendrán su red clientelar, financiarían al régimen del dúo Díaz Canel-Raúl Castro y apoyarían a los grupos que desestabilizan a los enemigos de la izquierda continental (Mauricio Macri en Argentina, Álvaro Uribe en Colombia y Jair Bolsonaro en Brasil); esta última amenaza le permite a Estados Unidos justificar sus conflictos de baja intensidad y sus presupuestos de defensa, como decía el extinto periodista y diplomático, Pablo Bassim.
Mientras hablan, las llamas que consumen al país aumentan. Escribe el historiador de la Universidad del Zulia, Ángel Lombardi B. (Hombres en tiempos de oscuridad, venezuelausa.org 4-08-2021): “Las formas silenciosas de la violencia venezolana son cada día más ruidosas y la crisis no cesa sino que se profundiza y hace más escabrosa la vida de los venezolanos. Hay un plan premeditado de expulsar a la población del país bajo la premisa del desarreglo social: ya hay más de seis millones de venezolanos en el exterior y la cifra sigue en aumento… Hay datos que refieren que 92.000 científicos, universitarios, médicos, ingenieros y arquitectos emigraron de Venezuela en los últimos años”. Si Maduro logra legitimarse las penurias aumentarán.
@hdelgado10