Con algo de diversión leíamos en los medios digitales que la Unión Europea exigirá a los fabricantes de vehículos eléctricos, a partir del próximo mes de julio, le instalen un aparato que haga un ruido parecido al de los vehículos normales de combustión. Aparentemente el silencio de los eléctricos ha causado accidentes pues no «avisan» de su cercanía ni a los transeúntes ni a los otros vehículos. Así que estrenamos una nueva paradoja «vehículos que no contaminen el ambiente pero que ronroneen como si lo hicieran».
Las paradojas son algo más cercano y cotidiano de lo que parece y nos referiremos a algunas de ellas.
Una de las más conocidas es la autonomía de las universidades públicas. La autonomía ha sido uno de sus grandes valores y ha generado muchísimos conflictos para defenderla. Pero lo cierto es que todas las universidades públicas dependen del presupuesto que les asigna el gobierno creando la dualidad “autónoma pero dependiente”. Esa fragilidad le permite al gobierno de turno que las presione y les exija cualquier disparate. En la Universidad del Zulia, por ejemplo, tuvieron que aceptar un vicerrector impuesto, a lo macho, por el régimen rojo. La solución a esto no es fácil, pero habrá que buscar alguna modalidad presupuestaria donde se dependa menos de los caprichos de los otros y haga que la autonomía no sea una quimera.
Otra paradoja bastante común en nuestros pasados gobiernos adecos o copeyanos, era la de tener economías libres pero controladas. El toque socialista y posiblemente el disfrute del poder, hacía que los gobiernos metieran su nariz en todas partes. Quizás hasta los mismos empresarios privados contribuyeron a esta rareza pues por una parte exigían al gobierno mucha libertad y pocos controles, pero al mismo tiempo le pedían prohibir importaciones y otorgarles préstamos y descuentos fiscales especiales. Es posible que esto, que nos ha servido de poco, se descarte en el futuro y la economía sea mucho más abierta y, por supuesto, sin empresarios pidiendo favores.
Está la muy conocida paradoja de las religiones en la que todas pregonan ser la verdadera y de acusar de falsas a las otras. Esta ha sido una dolorosa realidad que en los estandartes del amor llevaron a encarnizadas luchas y a la muerte a centenares de miles de personas. Igual están las paradojas de la guerra donde ambos bandos dicen tener la razón y en búsqueda de la paz se matan a tiros.
No hay que temer a las paradojas pues en nuestro mundo moderno abundan. El cura, moralmente exigente durante el día que, de noche, mantiene intimidad sexual con alguien. El militar que ha jurado cumplir las leyes y utiliza su poder para delinquir. El abogado recto en apariencia pero que soborna al juez para que le otorgue sus favores. El político que denuncia a gritos la corrupción y los enormes montos en sus cuentas bancarias son inexplicables.
También está la paradoja de que todos somos iguales y en realidad nos encanta ser diferentes. Lo vemos en las empresas, en los partidos políticos y hasta en nosotros mismos que presumimos de conocer a alguien poderoso al cual podamos acudir y ser, por lo menos ese día, diferente a todos al recibir algún favor exclusivo. Tomamos la bandera de la honradez y nos llega hasta que tenemos que “bajarnos de la mula” para no ser castigados por un funcionario menor que también habla, en público, de la importancia de la honestidad.
El régimen comunista que se instaló en Venezuela, y que no quiere salir, es ducho en eso de las paradojas y generalmente utiliza la mentira. Así que no es extraño verlo prometiendo finalizar obras (por ejemplo, el metro de Guarenas, el puente Nigale) a sabiendas de que no serán construidas, o mostrándose generoso y protector de los pobres mientras conocen cómo aumentan todos los días o prometiendo cárcel para el que siquiera hablase de Dólar Today hasta llegar a admitir al dólar como moneda.
Mentir y tener alguien a quien culpar han sido las dos cucarachas que el régimen ha utilizado en sus paradojas. Pero a todo cochino le llega su sábado y, como la situación empeora cada día, ya no tienen otra salida que entregar el poder.
En eso andan en el Acuerdo de Salvación Nacional. Nuestra mejor opción.
Eugenio Montoro