En el enfrentamiento entre Donald Trump y Gustavo Petro, el juego lo va ganando el cuestionado mandatario de Colombia. Las razones son evidentes porque existen indicadores de comportamiento y de acciones que señalan sus intenciones. Para quienes creyeron en su propuesta de cambio erraron su decisión porque este polémico personaje nunca supero sus evidentes rasgos de resentimiento social y destructivos, su doctrina comunista (aunque vive como un capitalista) y su filosofía guerrillera .
Partiendo de quién es Petro se determina que en la pugna con Donald Trump, él va ganando, fundamentalmente porque no le importa lo que le ocurra a los colombianos, mucho menos al sector empresarial si pierden las ventajas comerciales que tienen con Estados Unidos de América (EUA), es decir si la desertificación se aplica poco le interesa porque afecta al sector más poderoso de Colombia.
Es decir, en primer lugar, las sanciones del gobierno Trump afectaría a uno de los enemigos. A él no le importa si el país cae en una crisis económica, por ejemplo, eso es lo que va a ocurrir con el presupuesto 2026 aprobada recientemente en la Cámara de Senado, a pesar de la irresponsable falta de financiamiento (la mayor de la historia), que tiene como objetivo el fortalecimiento de corderos controlados por la vía de ayudas y la corrupción, que va a permitir la compra de votos y al financiamiento de la campaña de los candidatos del Pacto Histórico.
En segundo lugar, la ruptura del financiamiento de EUA a las fuerzas de seguridad que combaten, contra viento y marea, el narcotráfico controlado por las guerrillas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el Ejército Nacional de Liberación (ELN), eso no es secreto en Colombia, favorece a Petro que ha convertido a esas instituciones en “jarrones chinos”. Con la decisión de Trump eso neutralizaría lo poco que queda como fuente de información para los organismos de inteligencia norteamericanos en su lucha contra el tráfico de drogas.
Petro no tenía ninguna máscara, tampoco Hugo Chávez y Nicolás Maduro las tuvieron, ellos están claros en sus objetivos. Utilizar la fuerza, las leyes, la narrativa mundial para apoyar sus planes (caso Hamas y Hezbolat) y las bondades de la democracia para llegar al poder y luego mantenerse, es su práctica común en las últimas décadas.
Trump con sus acciones de fuerza está reivindicando al Foro de Sao Paulo (FSP), el corrupto presidente de Brasil y fundador, Ignacio Lula da Silva ahora piensa en reelegirse luego de neutralizar a Jair Bolsonaro. Petro piensa igual con su propuesta de constituyente que peligrosamente puede aprobarse en alianza con el premio Nobel de la Paz, Juan Manuel Santos, el partido Liberal y otros representantes corruptos de distintas organizaciones.
Las acciones de Trump están oxigenando el trasnochado discurso anti imperialista que recorre el mundo, lo están demostrando Lula y Petro. El apoyo de EUA a Javier Milei fue vital para derrotar al peronismo, pero los izquierdistas trabajan a largo plazo por eso penetran las áreas claves de las sociedades para afianzar su narrativa, como lo son la educación para saturarlos con su resentimiento y las teorías comunistas, igual hacen en las universidades, el poder judicial y los sindicatos.
Colombia es el mejor ejemplo, Petro llegó al poder utilizando la violencia contra Iván Duque (2018-2022), ha afianzado la filtración a la justicia y la educación, ha colocado al país en la órbita de la yihad musulmana (observen las violentas protestas pro palestinas financiadas por su gobierno), la narrativa mundial comunista, los intentos por destruir a Álvaro Uribe y el asesinato de Miguel Uribe, estas dos últimas acciones son fuertes mensajes para la oposición.
Su llegada al poder fue un plan a largo plazo, en el que personajes como Juan Manuel Santos y César Gaviria facilitaron su llegada al poder. Sin escrúpulo alguno impidieron que la justicia lo sancionaran por sus crímenes y corrupción. Se atan cabos con el asesinato de Luis Carlos Galán ( 18 de agosto de 1989) ordenado por Pablo Escobar Gaviria en complicidad con la élite del partido Liberal a través de uno de sus peones políticos, Alberto Santofimio Botero, magnicidio que facilitó la llegada de César Gaviria a la presidencia.
Mientras Trump se empeña en trabajar sus negociaciones basando su política mundial en unos aranceles que pronto le causaran efectos negativo, porque el problema de EUA va más allá de un tema económico y penetra su alma social, tampoco es un simple asunto de perseguir a los inmigrantes, mayormente latinoamericanos, que solo buscan mejorar sus condiciones de vida. Incluso el asunto de las drogas no es colocar barcos en el Mar Caribe o el Océano Pacífico y decir que se va a eliminar el tráfico de narcóticos, porque ante estas acciones surge la pregunta ¿qué va a suceder con los millones de consumidores, se van a curar por arte de magia?
La visión de Trump de mirar el problema fuera de sus fronteras es errada. Por eso su liderazgo por rescatar la democracia es cuestionable dados sus malos ejemplos, el uso abusivo de la fuerza, sus mentiras (observen el alto fuego en Gaza), su ruptura institucional (amenazas contra gobernadores, alcaldes y el poder judicial), su autocracia, la violación de los derechos humanos de los inmigrantes, insultos contra los periodistas, etc.
Objetivamente los lectores deben analizar a quién están favoreciendo las acciones de Trump con respecto a Colombia. A menos de un año de las elecciones presidenciales en Colombia, es interesante evaluar si es favorable ceder los espacios de inteligencia, entendiendo que muchos militares y policías no están de acuerdo con la neutralización de sus trabajos que ha hecho Petro.
Estas decisiones también afectan al sector privado que le hace contrapeso al gobierno de Petro. Un mandatario resentido, corrupto, degenerado y genocida que ha utilizado la pérdida de valores de la sociedad colombiana para crear el caos que hoy se vive en cada una de sus ciudades, destruyendo el transporte público y las empresas como Ecopetrol y las carboneras que deberían generar recursos para atender la pobreza, la desigualdad, la infraestructura, la educación y la salud.
A Petro no le interesa Colombia, solo le importa el poder, la prueba reciente es cómo utiliza los recursos públicos que deberían destinarse a los asuntos claves de los sectores marginales: en la consulta de su Pacto Histórico se gastaron 200 mil millones de pesos y la corrupción de su gobierno es frecuente y la justicia nunca llega. Las acciones del gobierno Trump solo justifican la narrativa del FSP, ahora se entiende cuando el hipócrita y cómplice de los desmanes de Hugo Chávez, José Pepe Mujica, dijo que el líder del futuro FSP era Gustavo Petro.
Cupertino Flores





































