Hoy es un lunes extraño. Por un lado, cumple años Ángel Javier Chávez Guanipa, «Margarito» para sus amigos; lo cual me alegra y reconforta. Por otro lado, la coyuntura política del país y su terca realidad.
Dado que me es vital lo primero (así peque de individualista) me dedique temprano a ello. Ahora, voy con el país:
De alguna manera estamos ante la posibilidad de acudir a un proceso electoral; como opositores, parece que una serie de acontecimientos y circunstancias nos colocan en ese escenario (a nosotros y al régimen). No evaluaré. En esta ocasión solo me propongo dejar salir lo que percibo y siento; sin racionalidades, totalmente libre para equivocarme y resultar impertinente. Incluso, tanto mas que las estupidas batallas de encuestas a lo interno de la oposición.
Les hablaré desde la emoción, esa peligrosa facultad humana, tan edificante como destructiva. De cuidado para cuando se requieren resultados estables, comedidos o justos.
Recuperar la democracia en Venezuela ha sido más difícil de lo que proyectamos; tal vez, no evaluamos como correspondía; puede que, también, el adversario haya mutado y dejo de pertenecer a las formas que teníamos, a través de conocimientos previos. Total, tal parece que el mundo todo está mutando.
Para la oposición, estos años se parecen un poco al mito de Sísifo, intentando hacer una tarea tan infructuosa como llevar, una y otra vez, una inmensa piedra cuesta arriba de una montaña; la cual, siempre se le rodaba hacia abajo. Lo sé, es un tanto desesperanzado, pero, algo tiene de ello.
A nuestro favor está: que nuestra situación no es por castigo de un dios, sino de unos tipos perversos, y que tenemos un sentido de vida para enfrentar el absurdo.
Para resumir mis emociones, recurro a dos frases: una que leí de Alonso Moleiro: «Puede que vaya a votar, pero, no voy a vender potes de humo» y la otra, de Laureano Márquez, citando a Faulkner: «Entre el dolor y la nada, prefiero el dolor».
Post data: todo esto, previas disculpas a mi apreciado Javielito.