“Cuando mejor estamos es cuando no hacemos nada con respecto a las realidades mundanas. Rechazamos el orden de la sociedad de manera tan absoluta que, en la práctica, es como si lo aceptásemos todo.” Harold Bloom
Los venezolanos que todavía sobrevivimos somos testigos excepcionales de una fase del ciclo histórico que ha tratado de sumergirnos en la amargura y la desilusión, al presenciar la destrucción del país, aparentemente sin hacer nada por evitarlo. El proceso de descomposición social ha sido acelerado y profundo, sus resultados afloran ahora con gran virulencia. Las fuerzas del mal pujan por imponerse y los venezolanos decentes nos resistimos a ello.
Los delincuentes de cuello negro, es decir, los delincuentes de siempre, insurgen contra los delincuentes de cuello rojo, los que usurpan las funciones del Estado, para demostrar todo el poder del que han sido dotados por éste, con su mayor carga de maldad. La ministra del área penitenciaria, quién debería estar tras las rejas, ni se ve ni se oye, probablemente confundida porque no sabe a qué grupo pertenece. Ya no vemos fotos con los pranes ni abrazos con los “privados de libertad”, sólo se oyen, se ven y se sienten los balazos cruzados y sus silbidos e impactos de terror y muerte.
Caracas se ha convertido en la capital del terror mundial. Tomada y sitiada por los delincuentes de alma negra, bajo el amparo de los delincuentes de alma roja, es hoy la viva representación de la descomposición moral y espiritual de la nación, donde muchos suponíamos que iba a desembocar dadas las políticas del régimen.
La “revolución del siglo XXI” se ha convertido en un fetiche que algunos veneran para disfrazar el despreciable culto a la personalidad de un demente que se creyó con derecho a destruirlo todo, y lo que no pudo lo descompuso, vendiendo la ilusión de construir una nueva sociedad, siempre utópica, con la visión e instrumentos del siglo XIX.
Para entender el fracaso de esta supuesta “revolución” hay que repasar las distintas doctrinas político-económicas de las que sólo diré que se caracterizan, según los estudiosos del tema, por tres características esenciales: análisis crítico del pasado y del presente; programa y categorías conceptuales para un futuro ideal, y el método o plan de acción mediante el cual se hará la transición hacia ese futuro ideal. En nuestro caso, no hay doctrina aplicable, ha prevalecido la unión de la timocracia con la diablocracia para beneficio de unos pocos delincuentes y desgracia del resto de los venezolanos.
Para colmo de males, a ellos se ha aliado el narcotráfico y el terrorismo internacional, que ha puesto al pueblo venezolano, ante la mirada extraviada de un liderazgo que no ve más allá de los límites de sus propios intereses, en la disyuntiva de tener que escoger en tres senderos en que se divide el camino hacia donde están los delincuentes de cuello negro, los de cuello rojo y los de cuello blanco que se lucran con las acciones y gestión de todos. Se requieren acciones heroicas para vencer los obstáculos y dificultades que se presentan de seguir por esos caminos para liberarnos del mal, o tendremos que seguir el camino del cielo cuando ya estemos muertos. La opción es el cambio radical para salir del régimen como ya lo proclamó con autoridad moral Vaclav Havel: “Los cambios se logran sólo cuando las personas decentes, que somos la gran mayoría de este país y con conciencia de lo que es ser ciudadanos, lo deciden, se involucran y se comprometen con las acciones necesarias para lograrlo.”
Neuro J. Villalobos Rincón