Hugo Delgado: Los objetivos en tiempos turbulentos

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El 27 de junio, Venezuela celebra el Día del Periodista. Antes de desarrollar el tema del presente artículo, rindo homenaje a dos periodistas de gran valía: Antonio Marcano (+) y Pablo Bassim (+). A mis grandes amigos y colegas: Jairo Lugo y Gustavo Valdivieso.  Y a todos los periodistas que sin miedo, su visión particular y rigor investigativo desnudan una realidad que le cierra el paso al futuro del país.

Para la supervivencia del chavismo, la salida política en Venezuela es un escabroso camino que pasa por resolver dos  asuntos fundamentales: legitimidad e impunidad. La primera variable puede existir sí y solo sí, los sectores opositores aceptan las irregularidades electorales de las elecciones que se avecinan. La segunda, implica olvidar las incontables violaciones de derechos humanos y de la soberanía nacional, y el saqueo del erario público -que por más de dos décadas-, ha perpetrado la dirigencia rojita hasta arruinar al país.

Si se coloca en la balanza de la opinión pública, difícilmente la mayoría va a apoyarlas, es la diatriba interna y externa que vive cada venezolano entre aceptar o rechazar la aberrante realidad. Sin duda, esa actitud obstaculizará las posibles salidas a la desgastante crisis que ha destrozado al país en todas sus áreas, menos en la floreciente corrupción, el autoritarismo y la delincuencia organizada.

Erick Schatzker  de la agencia de noticias Bloomberg, en entrevista realizada a Nicolás Maduro a principios de junio 2021 (venezuelausa.org 25-06-2021),  precisa los elementos que están afectando al  régimen chavista: sanciones a personeros rojitos involucrados en violación de derechos humanos y corrupción; crisis económica ahora solapada con una dolarización forzada y la flexibilización de las importaciones para cubrir la demanda de bienes y servicios; default por falta de pago de la deuda externa; y la  ilegitimidad que afecta a las instituciones que soportan la gestión de Maduro: Presidencia no reconocida externa e internamente, Asamblea Nacional electa en diciembre 2020; Tribunal Supremo de Justica, Consejo Nacional Electoral y Fiscalía General de la República, estas últimas tres electas con procesos irregulares.

El voto en la democracia debe soportarse en la verdad, expresada en la confianza institucional, del proceso, de las organizaciones políticas y –obviamente- de sus líderes, sin eso difícilmente el ciudadano confiará. En Venezuela existen tres bandos que ha fijado posición con respecto a este asunto: unos alegan que la salida del régimen será por esta vía y acuden a sufragar en cada proceso que se realice. Otros están de acuerdo con el régimen y cumplen con “el sagrado deber”. Finalmente, existen sectores opositores que no lo hacen porque igual el “robo va” y si participan solo le darán legitimidad a Maduro y su mafia gobernante.

Dentro de la oposición, hay sectores que consideran que  participar –por ejemplo- en el proceso regional propuesto por Maduro y su AN (2020) ha realizarse en diciembre 2021, sin contar con las garantías electorales, le dará la tan ansiada legitimidad al régimen, uno de sus objetivos para engranarse nuevamente en el sistema internacional. El presidente encargado (AN 2015), Juan Guaidó, apoyado por Estados Unidos y la mayoría de los países de la Unión Europea, insiste en “las garantías” para entrar en el juego y materializar su cruzada de “salvación nacional”.

Otros opositores como María Corina Machado y Antonio Ledezma, solo aceptan la salida radical de Nicolás Maduro. Argumentan la falta de legitimidad del régimen, violación de derechos humanos, corrupción y la desconfianza en el proceso y las instituciones involucradas en el acto electoral. Lo cierto es que en la  oposición no hay consenso, existen intereses y ambiciones personales que impiden la unificación de criterios. Todos quieren un pedazo de una torta que lleva 22 años preparándose y no termina de hornearse, mientras el país se desbarata, la gente muere y el éxodo de venezolanos no se detiene.

Votar o no votar es el dilema en los próximos meses. La desconfianza en el sistema electoral es notable y afecta al 80% opositor. No es cuestión de descalificar a quien lo haga o no, porque todo ciudadano es libre de decidir, más cuando existen evidentes elementos que generan la duda. Sin embargo, -Venezuela no es la excepción-, poco se puede esperar de una Latinoamérica caracterizada por la desigualdad, las debilidades institucional  y del imperio de la ley, la corrupción, la impunidad y la incapacidad de los partidos políticos y sus líderes de construir sueños. Desgracias éstas que históricamente conviven en cada país que la compone.    

También es cierto –le guste o no a varios sectores  incluyendo a MCM y Ledezma- que Juan Guaidó es el único opositor que ha logrado unificar el apoyo internacional de las naciones más influyentes y puso a tambalear al régimen de Nicolás Maduro,  aún con el apoyo de China, Rusia y Cuba. Las duras sanciones impuestas  por Estados Unidos y tibiamente por la Unión Europea, han minado los intereses de  los “ladrones” que se llevaron el dinero de los venezolanos a esos países y engordaron sus cuentas en paraísos fiscales, y con impávido sarcasmo se escudan en los intereses nacionales para ocultar sus grandes negocios. Típico de los delincuentes sin escrúpulo alguno, cuyos planes anarquizantes y desestabilizadores, mantienen en anarquía permanente a la sociedad, mientras logran su objetivo de mantenerse en el poder.   

Las roídas calles y edificaciones que caracterizan a las ciudades venezolanas, excepto los acomodados sectores en donde vive la nomenclatura y los boliburgueses, descrito por Schatzker, son evidentes. Son reflejos no de las sanciones, sino de un país destruido por la ineficiencia y la corrupción chavista,  cuya élite ahora engranada con el narco-terrorismo internacional y enemigos geoestratégicos de Estados Unidos y algunas naciones europeas, complican las negociaciones porque tratar con “delincuentes” es más difícil, pues sus exigencias de impunidad son mayores y más difíciles de aceptar.

Al final de la entrevista, Schatzker escribe, citando a Nicolás: «Tenemos que llegar a un punto en el que podamos normalizar esa relación». Luego el periodista agrega: “Si Maduro alinea todo a la perfección, revive la economía, reconstruye su base de apoyo, frustra a la oposición fragmentada, tal vez pueda ganar unas elecciones de manera justa. Eso es lo que queda fuera de alcance: la legitimidad”. Un escenario  que frustra las posibilidades futuras de una salida  civilizada, sancionatoria contra quienes cometieron delitos, negociada y beneficiosa para Venezuela.

@hdelgado10