Según la información reflejada en Google Noticias al momento que escribo esto (Buenos Aires, 13 de mayo del 2021, 11:35 pm) debido al hijo de puta COVID-19, el planeta tierra ha perdido 3.256.034 almas y 156.077.747 tienen la difícil tarea de luchar contra esta terrible enfermedad.
Aunque en la historia de la humanidad son varias las pandemias marcadas por el sello de la muerte, parecía difícil que en pleno siglo XXI, una era predominada por los supuestos adelantos científicos y tecnológicos, se pudiera vivir y sufrir de la manera en la que lo estamos haciendo.
Muchas son y serán las versiones, con sus respectivas y hasta estúpidas teorías, entre ellas la de la conspiración, sobre las causas que generaron este desastre mundial y, sobre todo, el por qué de su objetivo.
La realidad es que, aunque en el momento en el que se encuentre una solución para vencer este mal (ojalá sea pronto), los bombos y platillos no harán falta porque, nos guste o no, ya perdimos esta lucha.
Perdimos no sólo a familiares y amigos. Perdimos las esperanzas (los que todavía teníamos un poco) de que un sistema, fuese cual fuese el bando ideológico y social, nos protegería a pesar de los pesares. Siempre se nos vendió la idea de que, en la arena política, difícilmente se sobreexpondría la salud de los pueblos.
Yo, nacido venezolano y nacionalizado argentino (orgulloso de ambas naciones), pensé que emigrar obligatoriamente y no darles el placer a mis padres de ver crecer a sus nietos, era lo peor que me podía pasar. ¡Qué equivocado que estaba!
Mi corazón está destrozado desde hace tiempo y ahora, que acabo de perder debido a la pandemia a un ser querido, me doy cuenta que la razón de mi posible eterna tristeza, es la enorme indolencia gubernamental y la gran falta de un verdadero amor al prójimo.
Un gran referente personal del periodismo y la vida, el gran Raúl Semprún (maracucho hoy en Chile), nos recuerda en su cuenta @cronicasdechile que “los buenos somos más”. Les confieso que difícilmente yo le reproche o refute algo, pero esta vez o por lo menos en estos momentos, esa frase para mí tiene un significado inexistente.
Disculpen mi poco optimismo matadores, lo más seguro es que en un futuro lejano o no cambie de parecer.
Hoy lloro a Jairo David León Montiel. Lloro por su madre, hermanos e hija, pero sobre todo lloro por todos los Jairo que se nos están yendo antes de tiempo.
Estamos prestados, es cierto, pero… de esta manera no era.
Freddy González desde Buenos Aires @freddyg_22