Hugo Delgado: Venezuela, un teatro de marionetas

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“Como vamos viendo, vamos haciendo”. Es la frase predilecta del chavismo, planteada por su, Hugo Chávez, para responder (no solucionar) a los problemas que se presenten. Es la forma de anteponer lo político a lo económico, en una Venezuela sin planificación alguna ni rumbo. Solo la llama del poder orienta el interés del régimen, para mantenerlo a como dé lugar, sin importar mentir, las vidas o el bienestar de los venezolanos. Los resultados están a la vista: el país es un desastre.

Pero eso no es fortuito. Venezuela se convirtió en un gran teatro de marionetas. Un reservorio experimental del comunismo internacional, por un lado, y de una corriente de pensamiento reivindicativo, disfrazado de ciencias sociales, que busca dar un sitial histórico a los pueblos latinoamericanos. Ese cuerpo teórico se fundamenta en el anti eurocentrismo, modernidad y la colonialidad, el capitalismo como instrumento de explotación y dominación, y el liberalismo con sus vertientes sociales y de pensamiento científico justificadores de la dominación (positivismo).

Pero también es cierto que el extremismo y el desconocimiento de los avances de la humanidad no es prudente, y la vía recomendable es aprovechar ese patrimonio para construir otras vías de inclusión y reivindicación, como lo plantea el investigador de Cuba, Francisco López Segrera; siendo críticos, afianzando el sentido de pertenencia de quienes investigan y comulgan con esa tendencia a las ciencias sociales y no emigren a Estados Unidos y Europa como sucede con el 40 o 60% de ellos; pero lo más importante es que aprovechen las oportunidades para instrumentar los cambios, sean honestos e incluyentes, cuando influyan o ejerzan la función pública o el poder.

Ahora se entienden las razones del protagonismo de la izquierda en las universidades iberoamericanas. Sí, se incluye España porque Pablo Iglesias y su Podemos, son de la misma corriente crítica a la cual pertenecen los innumerables profesores que acompañaron al comandante eterno en su campaña de conquista del poder. Todos esos docentes creyeron en esa noble gesta de corregir las desigualdades que históricamente se generaron en la sociedad latinoamericana y que afectaron a los pobladores autóctonos y a los esclavos importados de África. Pero su experiencia fue peor que la de sus criticados.

El colonialismo europeo replicó –obviamente- su quehacer cultural, político y económico, natural praxis porque ese era su mundo. Pero en su extensión hacia el continente americano arrastró sus aciertos y desequilibrios, lo cual generó –a su vez- la sociedad del siglo XXI, con sus atrasos y progresos.

Lo dramático del asunto, es que cuando a los críticos al eurocentrismo, el modernismo y la colonialidad les tocaron asumir las riendas del poder en Latinoamérica, fracasaron. En los primeros quince años de gestión del siglo XXI, aupados por el comunismo internacional y en alianza con el Foro de Sao Pablo, liderado por Ignacio Lula da Silva y el extinto Fidel Castro, la bonanza de las materias primas (productos agrícolas, petróleo, cobre) fue utilizada de forma dadivosa, clientelar, excluyente y resentida.

En ese lapso hubo la ilusión reivindicadora, pero solo fue eso, porque los pobres y excluidos acentuaron su condición. Durante la bonanza, por ejemplo, Venezuela recibió más de un billón de dólares que fueron despilfarrados, se gastaron sin planificación, se utilizaron en distorsionados planes de salud o sociales que terminaron fracasados, en esfumadas dádivas al “pueblo” como las misiones o cajas de comida, engrosaron las cuentas en Estados Unidos, Europa y los paraísos fiscales, de los ahora multimillonarios chavistas (militares y civiles), y el país quedó arruinado y endeudado. Igual ocurrió en Ecuador y Argentina.

Solo la corrupción exportada por Lula da Silva mostró los dientes de la novedosa izquierda, porque superaron la violencia como mecanismo de toma de poder, y aprovecharon las fortalezas de la democracia para llegar a él. Instrumentaron como línea estratégica la transnacionalidad de la corrupción y acentuaron la mentira como herramienta afianzadora de su autoritarismo.

Moisés Naim advertía sobe las secuelas de la mentira (“De Regreso”, El País 14 de enero de 2017). Es uno de los fenómenos sociales que están tomando una relevancia importante. Pero lo más grave de todo esto, es la normalización de su uso. Enfatizaba en las acciones de los políticos que suelen exagerar, distorsionar y, en algunos casos extremos, son propensos a mentir con desfachatez. Pero aceptar la mentira como un elemento más del estilo personal y constante de un líder político no era normal. Ahora lo es. Sucedió con Hugo Chávez y muchos países latinoamericanos, que ahora viven sus consecuencias.

Sobre la transnacionalidad de la corrupción, el analista argentino, Héctor Schamis refería en su artículo “Dominó Odebrecht” (El País 15 de enero de 2017). “La historia comienza con un simple juez en la ciudad de Curitiba, estado de Paraná en Brasil. Sergio Moro, en marzo de 2014, emprendió la investigación conocida como Lava Jato. Era una compleja red de sobornos distribuidos entre políticos a cambio de contratos con Petrobras. El esquema tenía como actor principal al holding privado de petróleo y construcción Braskem-Odebrecht, esta última la empresa constructora más grande de América Latina”.

Este fenómeno, escribió Schamis, se convirtió en una “forma de dominación, o sea, como régimen político”. Lo nuevo era la transnacionalidad de la corrupción, la magnitud de los recursos involucrados y su capacidad de capturar—literalmente—la política. Se logró el control del Estado, sobre el trípode del boom de precios (recursos excesivos), corrupción y perpetuación.

Marcado por la mentira y la corrupción, el teatro venezolano de títeres refleja el fracaso de una forma de pensamiento y acción. El chavismo funciona sobre el revanchismo histórico, aliado con el comunismo internacional, por eso calificarlos de locos o masoquistas es superficial. Ellos saben lo que quieren y creen en eso, aunque también les gustan los dólares y la buena vida del imperio capitalista. Como dijo un profesor y ex autoridad de la Universidad del Zulia, durante un diálogo con su hijo, al requerirle una auditoría para un ente oficial: “esto es por el proceso”, a lo cual el hijo respondió:”este es mi trabajo y debes pagármelo, ese discurso guárdalo para el pueblo, yo no como de eso”.

@hdelgado10