El incrédulo siempre desea verle el truco a cada situación. Quizá le asalté preguntas honestas sobre la realidad o le agote que siempre terminen tronando las posibilidades. Teme observar el penoso desenlace de siempre. Que se cierre la ventanilla por donde entraba el sueño enfebrecido. Quedar exhausto de la tragicomedia y no suceda nada. Como el matemático experto que se sabe el resultado al dedillo.
La historia no es inamovible. Las tomaduras de pelo y las farsas montadas han estados por siglos a la orden del día. Así como también los cambios radicales para bien y la justicia impartida con criterio. Por eso sí creo en los momentos cruciales. Que no es eterna la rosca cruel ni los artilugios creados para mantenernos impávidos.
Un amigo me lo comentó con un escepticismo ingenioso. Su desconfianza era comprensible. Me decía que nada sucederá. Con un pueblo pasivo, desentendido y casi inorgánico no se logrará la libertad. El negocio ilegal tiene asumido el poder en todo el territorio y estamos invadidos por grupos armados. Ni toda la infantería norteamericana podría acabar con este dominio.
Sus alegatos suenan entendibles. Pero no podemos tener una fe tan vulnerable. Los hechos no son casuales en esencia y mucho menos podemos dejarnos envolver por siempre de las tinieblas. No creo en la mala suerte ni en supersticiones ineficaces. Pero sí en la tendencia de un momento decidido como el de ahora y el contar con la mejor expresión para asumir nuestro propio destino.
Lo saben los enemigos del bien. Harán lo imposible por dividirnos y disminuir nuestras emociones. Saben cómo trastornar con sus exclusivos conjuros. Lo han hecho y continuarán hasta que bajemos los brazos. Es un engaño considerar que toda la oposición está corrompida y las farsas saturarán en los próximos días, los medios eficaces de comunicación.
Pero todo ha cambiado. Las decisiones trascendentales se ejecutan desde afuera. No es un descubrimiento casual que en Venezuela estamos enfrascados en la calamidad. Los sabe el planeta y ya salió de su asombro primario. Ahora se digna a actuar. A entender sobre un padecimiento hemisférico llamado emigración y necesidad de equidad nacional.
La dictadura pondrá pies en polvorosa. No tengo dudas en ese desenlace. Las soluciones insondables vienen de la mano. No solo los dictámenes gringos, la persecución a los cabecillas del gobierno y la inconformidad de las naciones circundantes por lo que sucede en nuestro país. También se unen el bajón estrepitoso de las canastas petroleras y hasta la propia pandemia. La rara pericia de mantenernos enclaustrados para ocultar la carencia de combustible ya va perdiendo su sentido práctico.
El pueblo tiene nuevos arrestos de valentía. Se han precipitado nuevas protestas en varias partes de nuestro territorio. Saqueos desesperados. El virus del hambre nos tiene contagiados. El usurpador y sus secuaces lo saben a conciencia. Por eso tratan de manejarse con sus cortinas de humo, ocupando o controlando las pocas empresas de alimentos que quedan y haciendo creer lo que ya nadie acepta.
Para muchos el ataque bélico nunca llegará. Es una conclusión armada que desconocemos si se dará. Pero las posibilidades no son remotas. Es el último cartucho del percutor. Las presiones vienen desde diferentes flancos. Está activado el plan antidroga en el Caribe. No es una fabulada. Las noticias corren sobre las incautaciones de toneladas de cocaína de aviones provenientes de nuestro país.
Venezuela no es Vietnam. Son distintos los tiempos que corren a aquellas décadas confusas. La tecnología desmesurada está muy bien acoplada para reconocer los blancos. La opinión pública norteamericana apoya las iniciativas para resolver el conflicto venezolano. Y nuestro Ejército no es un ejemplo de fortaleza y equipamiento. Según informantes, de los 12 Sukhoi rusos, se han estrellado cuatro y cinco se hallan inoperativos.
Entrar por la fuerza a nuestra nación no sería un inconveniente de planificación militar. Así todos los movimientos subversivos se aposten o rodeen zonas estratégicas dentro de nuestro territorio. La orden debe ser emanada en conjunto. Colombia y Brasil deben acompañar la disposición intrépida. Es una acción continental que cambiaría el rumbo de todo el entramado de América. Pero sería el último eslabón de una cadena de acontecimientos que vendrán.
La iniciativa internacional es negociar una transición pacífica hacia unas elecciones libres y un país democrático. Pero la salida del usurpador es incuestionable. Sobre el tiempo, todo parece más claro. “Washington puede esperar” -considera Elliott Abrams-, “pero Venezuela no, pues la situación cada día es más insostenible”. Estimo que Maduro no se entregará. El futuro es complejo para la tiranía.
Las jugadas comienzan a ejecutarse en el complicado tablero de las disertaciones. Se acabaron los refinamientos y las guías al uso sobre el acontecer venezolano. Aunque también debemos enfilar nuestras propias determinaciones. Defendernos con ferocidad de la dictadura. Sin un corpúsculo de duda sobre la liberación anhelada. No enroscar los brazos a la espera del destino. Hoy nuestro compromiso vale mucho.
@Joseluis5571