El 22 de octubre, mediante las elecciones primarias que eligieron, además, del candidato presidencial para las elecciones de 2024 a un nuevo líder de la oposición, parecía, por lo menos a mí me pareció, que estábamos en presencia de un nuevo acto históricamente constitutivo. Que algo que se negaba a morir parecía ser sustituido, indefectiblemente, por otra mirada de lo político, por otro lenguaje, por otro centro, que ya no era el Estado y, que, sin desconocer la importancia fundamental de los partidos políticos en la construcción de la democracia, este, el partido político, parecía que sería desplazado en su centralidad, por otros actores y organizaciones, localizados en la sociedad civil.
En fin, todo parecía indicar que estábamos en presencia de lo que se ha llamado “la rebelión del coro”, donde, ahora, otros actores serían los llamados a ser los protagonistas, como en la tragedia griega, donde “el coro representaba a un personaje colectivo y que cantaban al unísono”.
Ese día, los venezolanos decidieron oponerle resistencia, por la vía pacífica y electoral, a una dictadura, que, además de todos los males que pudiéramos imputarles, es profundamente ineficiente. Ese día los venezolanos decidieron refugiarse en la democracia. No es poca cosa lo que tres millones de venezolanos hicieron ese día: renunciaron a ser idiotas, en el sentido, también, griego del término.
Ese proceso, legitimó el liderazgo de MCM, no solo como candidata (algunos personajes opositores subrayan que era esto lo que se había elegido el 22 de octubre, entre otros, Capriles y Rosales, quienes señalaban que en la oposición había muchos lideres), sino que, también, la consagraba como la líder de la oposición democrática.
Ella, asume la política como instancia que no se identifica con el Estado, no se identifica con la esfera pública y no se identifica con el partido político, quienes junto con los políticos en general, se encuentran, desde finales de la década de los 80, en los niveles más bajos no solo de representación sino de confianza. En este sentido, el proyecto de MCM es, como escribí en una columna pasada, un “proyecto revolucionario”, en el sentido que supera el paradigma que ha gobernado al país desde 1958, paradigma que asume la política y el orden social desde una concepción Estado-centrista.
Y llegamos a esta hora, donde la oposición nunca había estado tan cerca de desplazar al chavismo-madurismo del poder. La cuestión es que hoy apenas se empieza a tomar conciencia de la volatilidad del tiempo. Que es el régimen el que controla esta dimensión de la política y, que él ejerce su capacidad, otorgada por el poder del gobierno, para alargar sus plazos y acortar el de sus adversarios. Por tanto, le urge a la oposición, ahora, tomar una decisión sobre un candidato de la unidad.
Y, allí, surge la candidatura de Rosales (En honor a la verdad, su candidatura surge antes, pero eso es otro asunto), con el mantra de toda nuestra vida republicana: “soy el salvador de la patria, porque si no fuera por mi…”. Rosales, ofrece “mejorar el pasado”. Es su vieja concepción de la política, donde esta se confunde con el Estado y con el poder. Como en el cuento de Monterroso: “Cuando despertó, el dinosaurio, todavía estaba allí”
Pero, si no cambian las condiciones que la dictadura ha impuesto, que impide un proceso realmente democrático donde la gente elija su propio candidato, todo parece indicar que Rosales, como dicen “Los Amigos Invisibles”: “…. es lo que hay”. Y, hay que votar…. Hay que votar por Rosales, si él es el elegido por la Plataforma Democrática.
A propósito, he recibido críticas, algunas muy duras, interpelándome, gritándome, si los mensajes escritos pudieran hacerlo, de que: “qué tengo contra Rosales”.
Les confieso, que nada. Que le he acompañado en cada proceso electoral donde él ha sido candidato: para presidente cuando se opuso a Chávez, para alcalde, para gobernador, etc. Pero, les confieso que me irrita sus modos de hacer política, es nuestro “Tío Conejo” en la política actual venezolana.
Pero, si él es el candidato, por las razones de todos conocidas, hay que votar por él, para iniciar un proceso de transición, que aún con las garantías que puedan dárseles al madurismo para una salida pactada, no será tranquila, sino que el madurismo, en la oposición, se encargará de que sea facciosamente conflictiva.
Y, MCM, tendrá a partir del 29 de julio, en caso de ganar Rosales las elecciones del 28, dos peleas, una tan dura como la que ha mantenido contra el chavismo-madurismo, confrontación que seguirá presente y, la que naturalmente, tendrá con Rosales, igualmente dura, esta vez, para mantener el liderazgo que le fue conferido el 22 de octubre y que Rosales, tratará de hacer implosionar.
@enderarenas