Es cuesta arriba ganarle, con elecciones libres y transparentes, a un régimen genocida y corrupto como el liderado por Nicolás Maduro y su nomenclatura. El primer efecto, luego de 25 años de gobierno, es que los venezolanos se acostumbraron a vivir bajo el yugo chavista, algunos incluso lo justifican y lo defienden, otros se fueron decepcionados a buscar nuevos horizontes.
Periódicamente, la sociedad venezolana sepulta líderes que fracasaron en la gesta de derrotar a Hugo Chávez (el padre del desastre) y su heredero, Nicolás Maduro (la perfecta marioneta escogida por La Habana para continuar el proyecto revolucionario). Ocurrió con Francisco Arias Cárdenas, Manuel Rosales (aunque políticamente no esté muerto), Henrique Capriles, Leopoldo López y Juan Guaidó.
Es el reto de María Corina Machado (MCM), continuar con vida o seguir el triste destino de sus antecesores. No se puede luchar con los principios y herramientas democráticas contra una régimen soportado por ideales dictatoriales y unos confusos métodos comunistas-capitalistas que le permiten a la sociedad vivir en un contexto con ideologías entrelazadas que han servido para justificar los desaciertos de Hugo Chávez y de Nicolás Maduro.
Difícilmente, Maduro y su nomenclatura cederá poder, porque si lo hacen se suicidan. El chavismo sabe que su rabo de paja los puede llevar a una fría prisión o a su muerte. Ocurrió con las elecciones de diciembre de 2015, cuando la oposición ganó la mayoría en la Asamblea Nacional y ese golpe solo materializó lo que ya se sabe: Venezuela no quiere más chavismo.
Esa victoria también demostró algo que hoy se evidencia en la oposición, la existencia de intereses y visiones diversas existentes en su interior. Una liderada, por el sector que apoya a Maria Corina Machado, proclive a sancionar a los corruptos y genocidas chavistas . El otro, representado por Henry Ramos Allup (Acción Democrática), Manuel Rosales (Un Nuevo Tiempo) y Julio Borges (Primero Justicia), interesados en facilitar un gobierno complaciente de transición: Apuestan por una salida negociada en la que se garantice la impunidad y el respeto a los intereses de la nomenclatura gobernante.
Cuando se ganó la elección parlamentaria de 2015, la existencia de grupos interesados en mantener la crítica situación política, impidió consolidar el golpe de legalidad que le generó la crisis económica al régimen, ya que no pudieron seguir buscando dinero fresco para continuar robando y financiando el gasto público que les permitía mantener a la sociedad con su “collar de arepas” (CLAP, bonos, subsidios, etc).
La gestión en la presidencia de la Asamblea Nacional de Ramos Allup (AD) y Omar Barboza (UNT) fue catastrófica y sepultó cualquier posibilidad de restar legalidad al régimen y desnudar las atrocidades humanas y el saqueo sistemático de un país que había recibido más de un billón de dólares por ventas de petróleo. El momento se desaprovechó y facilitó la reacción de Nicolás Maduro, para montar la estructura paralela ilegal, que al final del cuento resultó ganadora.
Sí resultó ganadora porque luego de la inhabilitación de la AN-2015 se montó una estructura ilegítima, que es la que rige actualmente, materializada en el mamotreto legislativo, ejecutivo, judicial y electoral que avala las decisiones de Nicolás Maduro y su nomenclatura. Y salió victoriosa porque es la que impone sanciones, habilita o deshabilita, condena, acusa, etc, sin que nada ni nadie lo impida, porque la sociedad venezolana y los gobiernos extranjeros reconocen sus decisiones.
Emulando al régimen homólogo de Nicaragua, Nicolás Maduro es fiel discípulo del guion represor de La Habana y del Foro de Sao Paulo. Ya lo demostró el corrupto presidente de Brasil, Ignacio Lula da Silva, cuando “le ordenó a MCM” buscar un sustituto para que participe en el show electoral impuesto por el Consejo Nacional Electoral (CNE) del régimen. Entre inhabilitaciones y trabas burocráticas y jurídicas, ha moldeado el candidato y el proceso electoral para garantizar su reelección, a pesar del amplio rechazo que tiene en la población.
A este modelado show electoral, se une la irresponsabilidad de los venezolanos que entregaron las negociaciones de su futuro a Estados Unidos de América, al G-3 y a un Gerardo Blyde que nadie sabe quién lo eligió. Obviamente los resultados no deben sorprender, EUA funciona de acuerdo con sus intereses (licencia de operación a la empresa petrolera Chevron y liberación de corruptos y narcotraficantes venezolanos a cambio de ciudadanos norteamericanos) y el G-3 hace lo mismo: Negocios y participación política.
Luego de la apabullante y nada sorpresiva victoria de MCM, en las primarias opositoras, la gente sembró sus esperanzas en ella, en su enorme liderazgo y los angustiados venezolanos comenzaron a sacar cuentas para salir de Maduro, de su mafia genocida y corrupta, de la prosperidad que se avecina rápida y sin mucho esfuerzo, porque “Venezuela es rica”, y los “dólares volverán a cubrir las calles”.
No dedujeron, que Maduro no iba a entregarle “una pistola a MCM para que le disparara”, facilitándole una victoria segura que la llevara a la presidencia. Pues no fue así. El chavismo aplica el principio de guerra de Sun Tzu: Colocar la mayor cantidad de obstáculos para impedir el avance del enemigo.
Esa es una constante aplicada por Chávez y ahora por Maduro, para evitar que el enemigo lo derrote en las elecciones que deben aparentar “ser libres, transparentes y democráticas”. Total en un mundo dominado por el “dinero y el consumismo”, cualquier cosa se puede comprar, incluso, la impunidad. Lo demuestran Joe Biden y Boris Johnson, cuando reconocen al ilegítimo presidente venezolano, en el momento de hacer negocios petroleros.
Cercar al enemigo es sumamente peligroso, Sun Tzu, lo advierte, “hay que darle opciones”, y Maduro y los cubanos saben que si ceden poder pierden, sería su muerte. Eso lo debe saber MCM y sus asesores. Los comunistas aprovechan los “boquetes” que deja la democracia para garantizar su permanencia en el poder, y en un mundo cada vez más pragmático (tal como lo recomendaba el extinto Henry Kissinger) se pueden violentar las normas y acuerdos, mentir y asesinar, tal como ocurre en la Rusia de Vladimir Putin, la Nicaragua de Daniel Ortega, la Argentina de los Kirchner y la Venezuela chavista.
El chavismo diseñó su show electoral, lo está materializando con el aval de una ilegítima estructura que ha cercado las opciones de una mayoría desesperada, que entregó su suerte a terceros y ahora sufre las consecuencias de su irresponsabilidad.
@hdelgado10