“Casi podría decir que “todo tiempo pasado fue peor” si no fuera porque el presente me parece tan horrible como el pasado.” Ernesto Sábato.
A Indira Ghandi, hija del gran Mahatma Gandhi, padre de la no violencia en las relaciones humanas, se le atribuye la frase de que “con el puño cerrado no se puede intercambiar un apretón de mano”. Ese símil nos parece una verdad ineludible ya que debe ser una característica de todo ser humano, y más aún de todo mandatario, promover el diálogo con aquellos grupos que lo adversan. Además, es una señal de buena educación y de buena voluntad.
En lo personal me resulta difícil hasta intercambiar un saludo con los funcionarios de este régimen que tienen las manos manchadas de sangre; para quienes el cumplimiento de la palabra no tiene la menor importancia; el lenguaje utilizado siempre es ofensivo; la mentira es patológica y la injusticia es algo común porque se creen todopoderosos. Aunque la tolerancia es un principio de la democracia, es obvio que sobre ellos debe recaer todo el peso de la ley, tanto la terrenal como la divina.
El entendimiento con ellos resulta casi imposible porqué se creen poseedores de la verdad absoluta y aspiran a la adulación permanente porqué su concepción del poder es autocrática. Su sentido de la vida es megalomaníaca y sus raíces no parecen humanas. Para ellos es difícil aceptar el perfil discrepante de sus rivales ideológicos, no somos adversarios, nos catalogan como enemigos y a los enemigos hay que acabarlos. No son capaces de asumir lo que afirmara Savater: “que todo el mundo tiene el derecho a equivocarse, pero nadie posee el de exterminar el error.
Sin embargo, por el camino que vamos y tal como están las cosas, en aras del interés de la patria, parece que habrá que hacer nuevamente concesiones a la barbarie o esperar que un grupo de ciudadanos pensantes y comprometidos se decidan a cambiarlo todo, o en última instancia, desoír a Ghandi y recurrir a la violencia para sacudirnos la opresión por la fuerza y no seguir transitando por el camino de los imbéciles.
Confieso que por formación y por convicción, no soy partidario de la violencia, pero es muy preocupante y alarmante la situación de degradación política y desbarajuste económico que se observa en el país que cierra el paso y oscurece el futuro de nuestros hijos y de nuestros nietos, incluso a los propios seguidores de Chávez y Maduro que están insatisfechos con el desastroso presente debido a la crítica situación de inseguridad, de desempleo, de vida cara, de malos servicios públicos, de frustración, de incertidumbre y de hastío político que ha roto el lazo emocional que los ataba a dichos personajes.
Debemos reconocer que en las actuales circunstancias se presenta ante nosotros una nueva paradoja en la que la mayoría de los venezolanos, aún cuando admiten que los partidos políticos son indispensables para el funcionamiento de la democracia, demandan de ellos no solamente claras definiciones ideológicas y doctrinarias, sino además, más democracia interna y el reconocimiento y respeto a otras expresiones de la sociedad civil, distintas a los partidos políticos, que quieren ser tomadas en cuenta para participar en las decisiones trascendentales que requiere la conveniente orientación política del país.
De modo que se plantea un tipo de relación distinta entre los partidos políticos y el resto de la sociedad civil organizada en sus múltiples expresiones, que aspiran al derecho de participar en los asuntos públicos, y que rechazan que dicha relación sea de subordinación o constituirse en simples apéndices de ellos. Tampoco debe entenderse como una concesión graciosa de los partidos políticos a la sociedad civil organizada. Esa relación debe estar enmarcada en el respeto a la no militancia activa pero si en la participación real y efectiva de los ciudadanos, buscando profundizar la democracia y fortalecer sus libertades.
No deja de resultar paradójico que en esta época tan oscura para el país, muchos compatriotas brillan con luz propia, salvando la honra de nuestro gentilicio, diferenciándonos de los bárbaros en el poder que se empeñan en encapsular todo en esquemas comprobadamente fracasados; de los que alejados de toda señal de progreso, pretenden una reedición falsificada de nuestra historia y un embrutecimiento fatal del presente haciendo más difícil nuestro gran luminoso futuro.
Neuro J. Villalobos Rincón