La paz como sea y a cualquier costo es mejor que la violencia y la muerte, dicen algunos analistas. El expresidente Juan Manuel Santos, artífice del acuerdo del 2012-2016 alcanzado en Colombia,es uno de los que considera que lograr ese objetivo reduce las muertes y ese es un resultado positivo. De esta experiencia también se desprenden conclusiones que deben revisarse, por ejemplo, si es pertinente garantizar la impunidad de los actores del conflicto que violaron los derechos humanos, las secuelas de los extremismos de derecha e izquierda que desvirtúan la verdad y hacen que los procesos judiciales -entre otros- se tergiversen y el garantizar la presencia en el poder legislativo de los actores de la violencia sin ser electos por los ciudadanos.
También puede ocurrir lo escrito en abril de 1990 por el teniente Coronel del Ejército de Estados Unidos de América, Jimmie Holt, (Military Review, El conflicto de baja intensidad en Centroamérica): “… Los países centroamericanos -excepto Costa Rica- no han logrado realizar sus esperanzas de imitar la democracia estadounidense. Desafortunadamente, los Estados Unidos muchas veces se identificaban con la estructura establecida, que eran frecuentemente opresiva”. Además, no se ha logrado llevar bienestar y desarrollo a la mayoría de la población, a pesar de la instauración de sistemas democráticos en gran parte del continente.
Los resultados de esa intención de generalizar el modelo democrático y buscar la paz con sus preceptos, montándolo en estructuras coercitivas y corruptas han generado diversos efectos que impiden su pleno funcionamiento. Esa realidad que muestra Latinoamérica y como decía el periodista y analista político, Antonio Marcano, hace más de dos décadas, genera inestabilidad y poca confianza en el futuro del continente.
La RealPolitik, propuesta formalmente en su obra El Príncipe por Nicolás Maquiavelo (1469-1527), es un planteamiento que frente al idealismo político que aboga por la política como medio para conseguir el bien común, se presenta como duro, realista y pragmático para lograr los objetivos políticos. Esta práctica, nada novedosa, está imperando en la estrategia de Estados Unidos hacia Latinoamérica.
El mismo Holt, citando a William Olso, director en ese entonces de la Organización del Conflicto de Baja Intensidad (CBI) del Ministerio de la Secretaría de Defensa, advertía que EUA “está preparada para enfrentar los desafío presentados en conflictos desde el nivel de media intensidad hacia arriba.. pero no para enfrentar CBI…” Advertía que mientras EUA prestaba atención a Europa desatendía su frontera meridional, dando oportunidades a la entonces Unión Soviética de marcar su presencia, error que todavía se da, más ahora con el apoyo de China e Irán, que están aprovechando los problemas regionales relacionados con aspectos sociales, políticos y económicos.
A ese escenario que no ha variado y por el contrario ha tomado nuevas facetas, se le agrega las implicaciones del narcotráfico y su creciente influencia política (Colombia, Ecuador y Venezuela), en alianza con los grupos guerrilleros ( Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia y Ejército de Liberación Nacional), como está ocurriendo con el mandatario neogranadino, Gustavo Petro, el régimen de Nicolás Maduro y anteriormente con Hugo Chávez, y Rafael Correa.
En ese complejo contexto, un pueblo venezolano desesperado por “ver una luz al final del túnel”, observa con recelo lo ocurrido con el acuerdo firmado en Barbados (17 de octubre de 2023), bajo el auspicio del reino de Noruega, entre el régimen chavista de Nicolás Maduro, y una oposición desprestigiada representada por Acción Democrática (AD), Primero Justicia (PJ), Un Nuevo Tiempo (UNT) y en menor rol, Voluntad Popular (VP).
EUA oculta con su propuesta de “elecciones abiertas y transparentes” sus intenciones de fondo, de contar con el petróleo y el gas venezolano, aún con una industria deteriorada que necesita, estiman expertos como Francisco Monaldi de la Universidad Rice, un promedio de 30 mil millones de dólares de inversión anuales para los próximos cinco años, y recuperar su presencia estratégica en Latinoamérica para enfrentar la amenaza ruso-china-iraní-cubana.
Según Juan González (asesor para el hemisferio occidental del Consejo de Seguridad Nacional) y Brian Nichols (subsecretario del Departamento de Estado), EUA evaluará permanente el cumplimiento de los compromisos asumidos por el régimen referidos a las elecciones que deben realizarse en el segundo semestre de 2024; un periodista comentaba que “había que ser pragmático y entender que los cambios vendrán lentamente y cualquier avance es positivo”.
El régimen de Maduro ha logrado sus metas: controlar el poder, impunidad ante la corrupción y su genocidio, reconocimiento (el solo hecho de dialogar borra el desconocimiento previo de Maduro y justifica la trampa electoral de 2018) y la eliminación de sanciones (ahora tendrá dinero de cara a las elecciones de 2024 lo que le dará ventaja en un país que vive de la subvención y la corrupción generalizada).
En resumen, la asesoría de los cubanos fue efectiva 100%, una vez más se evidencia que el veterano Raúl Castro supo aprovechar su experiencia de seis décadas de “mamarle gallo a EUA”; igualmente, se evidencia la estrategia del comunismo de destruir los valores y principios de la sociedad occidental, por eso poco les importa mentir, matar y destruir la familia y a las instituciones democráticas.
El asunto del narcoterrorismo parece que se trató por “debajo de la mesa” o se “dejó para más tarde”, porque las prioridades expresadas son el proceso electoral, las inhabilitaciones, la liberación de los presos políticos y las sanciones que principalmente afectaban a los corruptos de la nomenclatura y sus empresas; pero la presencia de grupos terroristas del medio oriente, guerrillas colombianas y los carteles mexicanos no fueron publicitados, siendo este asunto uno de los más peligros que afectan la estabilidad de gran parte del territorio nacional, especialmente en los estados fronterizos con Colombia.
La solución Venezuela no es mágica. Muchos la centran en el aspecto económico y esto va más allá. El país maneja el mito de “ser rico”, una concepción falsa porque si fuera cierto no habría la pobreza que existe (80%) y tampoco existieran los cinturones de miseria de las grandes ciudades. La situación actual abarca daños espirituales y humanos, ocasionados por el éxodo de su capital humano profesional y de sus jóvenes, y la destrucción de las familias. Igualmente debe abordarse el tema ético y moral porque las diferentes expresiones delictivas y la corrupción generalizada, deben tratarse integralmente para solucionar los problemas generados por el agonizante modelo petrolero.
La realidad venezolana refleja una sociedad en la que lo malo se percibe como normal y ahora que en Barbados se logran acuerdos, los analistas y venezolanos comunes aceptan lo propuesto, unos por resguardo de intereses económicos y de poder, otros por creer en algo que genere esperanza. El pragmatismo permeó a un país desesperado, que cómodamente entregó sus intereses a terceros para que solucionaran sus problemas y permitiera que unos actores con poca credibilidad los representaran.
En el escenario complejo de Europa, con su guerra simétrica entre Ucrania y Rusia, y la confrontación asimétrica en Israel y Palestina, EUA tiene que resolver sus problemas en Latinoamérica, y siendo Venezuela un punto geoestratégico para sus intereses energéticos, políticos y militares, es prioridad restarle influencia al eje China-Ruso-Irán-Cuba. No importa si debe violar los principios éticos y los valores de la democracia, para eso su RealPolitik siempre ha servido para negociar con genocidas o corruptos como está sucediendo ahora.
@hdelgado10