Leo el artículo del ex rector de la Universidad del Zulia, Neuro Villalobos “Sin disimulo y sin miedo”, y en una especie de “mea culpa” asume con gran madurez el rol que lejos de su patria hace: “No tengo autoridad moral para criticar a los demás, porque no han hecho lo debido a su tiempo”; aquí -por ejemplo – cabe reflexionar sobre los motivos y acciones que han permitido sentar – a regañadientas – al régimen de Nicolás Maduro, a conversar tal como lo hicieron en su momento Juan Guaidó y las acciones del gobierno de Donald Trump.
Es diferente reflexionar en la distancia, sin sentir la presión que ejerce el miedo y su efecto paralizante, el impacto de la mala calidad de unos servicios públicos que trastornan la cotidianidad y no garantizan la protección de la vida, de una educación de calidad, y la dejadez de un Estado controlado por una “corporación mafiosa”, que no garantiza los derechos fundamentales de los venezolanos.
Villalobos advierte, en su visión personal, sobre los efectos del miedo. El accionar desalmado del régimen chavista ha generado este efecto desmovilizador, ha empujado la huida de 7,5 millones de venezolanos, ha destruido la academia con la subsecuente muerte de la crítica, ha estimulado la antipolítica, ahora afianzada con las acciones de los alacranes de la oposición, y ha dejado a la deriva a una sociedad totalmente desguarnecida.
El docente de la Universidad Simón Bolívar y la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), Ángel Oropeza, en su artículo “Los desinteresados” (27-04-2023) hizo un análisis del trabajo de investigación denominado PsicoData-UCAB 2023, en el que destacan las razones del desinterés en las formas de hacer política del chavismo y de la dirigencia opositora. La prioridad de afrontar sus crisis económicas y el estado de desatención social plena, ha hecho que los venezolanos se centren en la supervivencia, pero -enfatiza- en la responsabilidad de los protagonistas opositores en transformar esa aparente inmovilidad que muestra la población, interpretando sus necesidades y aspiraciones para hacerlas cónsonas con sus propuestas.
Esa aberración mostrada por las dirigencias políticas ha generado “la aparente apatía y desinterés de las mayorías”, básicamente porque al no responder a sus expectativas provocan el rechazo, sin embargo, la experiencia de las “primarias”, dice Oropeza, puede revertir esa tendencia siempre que los participantes interpreten y construyan con hechos, propuestas que eviten “ruidos” entre ambos sectores, estructurando puentes de entendimiento.
El efecto miedo se derrumba -en parte- ahora que las denuncias presentadas por más de 8.500 afectados ante la Corte Penal Internacional (CPI), y el desespero del régimen de Nicolás Maduro por bloquearlas, como mecanismo de presión para retomar las conversaciones en México. Asesorado por “los chulos cubanos”, Maduro y su nomenclatura saben que una sanción penal por violación de los derechos humanos no prescribirá.
Aspirar a la impunidad es uno de los cuatro objetivos que le permitirá al régimen no pagar por sus crímenes y disfrutar de su riqueza mal habida. Horas antes de la Cumbre de Bogotá (25 de abril de 2023), el psiquiatra del régimen, Jorge Rodríguez, anunció las nuevas exigencias, entre ellas, suspender las investigaciones de la CPI. Posteriormente, Maduro solicitó la revisión de las denuncias, petición que fue negada debido a las amenazas que podrían generarse sobre los denunciantes.
La corporación mafiosa, como califica al régimen el analista Antonio de la Cruz, ha demostrado que no tiene escrúpulo alguno para manejar los recursos públicos, mentir y matar. Ese grupo delictivo que ya demostrado de lo que es capaz, ha permeado “ese veneno horrendo, enervante, aniquilador de almas, el miedo, paraliza su voluntad” (p:63), dice el escritor austro-británico, Stefan Zweig, en su obra “Fouche, el genio tenebroso”, cuando se refiere a esa debilidad humana que paraliza, pero que también puede impulsar la fuerza y la creatividad, como decía el asesinado presidente de Estados Unidos de América (EUA), Abraham Lincoln.
El miedo paralizante impulsado por el genocidio del régimen, más su inescrupulosa obsesión por el poder y lo económico, deja poco espacio para la esperanza. La Venezuela que huyó o se quedó enfrentando sus penurias, deberá –entonces- superar ese divorció dirigencia-pueblo expresado en PsicoData 2023, obliga a construir puentes que activen el interés por la política, el rescate de la institucionalidad, y recupere los conceptos fundamentales de la democracia y los acople a los retos del humanidad del siglo XXI.
El terror hace lo suyo provocado por los “suicidios en cárceles del régimen”, las ejecuciones de los cuerpos de seguridad, la tortura, las sentencias injustas y crueles como las realizadas por el ahora defenestrado juez Macsimino Márquez. “Nada rebaja tanto al hombre, y particularmente a la masa, como el miedo de lo invisible”, escribió Sweig.
La respuesta a la interrogante planteada por el ex rector, Neuro Villalobos, es razonada por Oropeza, cuando analiza el informe PsicoData 2023. Pero el asunto de fondo es la incapacidad que muestra una dirigencia y un país negado a pensar una Venezuela postpetrolera, con otra concepción del desarrollo social, económico, político y, sobre todo, educativo.
Las propuestas actuales giran entorno a la reconstrucción de Venezuela sobre las bases del mismo modelo petrolero, agotado, dadivoso, subvencionado, degenerado, sin valores, con una institucionalidad demolida, corrupto -como lo dice Gustavo Coronel (9-02-2023)-, que afecta hasta los más elementales principios y prácticas de su sociedad.
La llegada de Hugo Chávez al poder en 1999 y la permanencia de su régimen durante 24 años, escudó su resentimiento y ambiciones personales detrás del “pueblo”, y catalizó el “cáncer” de un sistema cuyos componentes se negaron “a pensar más allá”, considerando los retos de la sociedad del conocimiento, de sus cambios humanos, de la trasformación del ecosistema tecnológico, de los avances de la biotecnología y de las energías limpias, entre otras variables.
Los venezolanos de la diáspora, si pretenden aportar su grano de arena, también deben evolucionar en su pensamiento, no creando élites excluyentes que se creen dueños de la verdad y de la moral nacional, criticando a quienes han tomado su mismo rumbo y vendiendo una pose de pseudoverdad, cuando muchos cometieron actos de corrupción e innobles, en sus distintos roles público y privados, y ahora pretenden dar lecciones de ética, apoyándose en la corta memoria histórica que caracteriza a su pueblo.
Hay que aprender de las lecciones históricas, dice Yuval Noha Harari (Efecto Naím 22-11-2021): En los años 70 y 80, mientras la democracia abría su abanico para aceptar las distintas vertientes de pensamiento e intereses de la sociedad, y vivía tiempos de anarquía y violencia, en la antigua Unión Soviética se respiraba tranquilidad, estabilidad, nada pasaba; sin embargo, años después, el Muro de Berlín cayo sin un tiro (1989), posteriormente el sistema comunista, liderado por Moscú, se derrumbó; a diferencia, la democracia se expandió por el mundo. Eso demuestra que las crisis bien interpretadas, traen oportunidades que pueden generar cambios interesantes.
Venezuela puede aprender de sus crisis y entender que en el futuro su gobernanza será más compleja, por la presencia de una mayor cantidad de intereses locales y universales, los cuales obligan a las élites pensantes a interpretar y construir respuestas que superen el miedo al régimen chavista y al futuro sin él, y -sobre todo- al malogrado modelo petrolero.
@hdelgado10