Ahora cuando el invierno azota a Ucrania y se suponía que los rusos desatarían su furia sobre el país invadido, las lecciones que arroja este agravio, resultan interesantes para que los historiadores y otros académicos dedicados a estas lides de la vida humana, dimensionen las causas y consecuencias de esta criminal guerra.
Al concluir la Primera Guerra Mundial (1914-1918), se perfilaba el modelo de mundo que se avecinaba. El poder de Estados Unidos de América (EUA) comenzó a ocupar mayores espacios y su irrupción como potencia se avecinaba. Al concluir este conflicto que generó más de 10 millones de muertos, y movió el piso de los viejos imperios, los ganadores incurrieron en el error, advertido por Sun Tzu en su clásica obra El Arte de la Guerra, de acorralar al enemigo hasta asfixiarlo, y eso se hizo con Alemania, en los acuerdos del Tratado de Versalles (28 de junio de 1019).
Samuel Griffith al comentar la obra de Tzu decía: “Este antiguo escritor no concebía que el objeto de la acción militar fuese la aniquilación del ejército enemigo, la destrucción de sus ciudades y la devastación de su campo. Las armas son herramientas ominosas para ser usadas solamente cuando no exista otra alternativa”.
Obviamente ni Hitler y mucho menos el actual presidente de Rusia, Vladimir Putin, practicaron el viejo consejo, escrito aproximadamente en la China del siglo IV A.C. Más bien, respecto a estos dos personajes, en reciente artículo, Edgar Cherubini (El Nacional 19-02-2023), escribió: “Nos recuerda los últimos días de Hitler, cuando percibió que la derrota era inminente promulgó el Decreto de Tierra Quemada: “Antes que el enemigo ocupe el territorio alemán, todo, sencillamente todo cuanto es esencial para la continuidad de la vida será destruido. Todo será quemado, abatido o demolido, incluyendo los registros, los archivos, las granjas, el ganado, los monumentos, los edificios y los palacios… Y si el pueblo alemán no está dispuesto a luchar por su supervivencia, tendrá que desaparecer también. Si nos destruyen, sepultaremos con nosotros al mundo. El de Putin es el mismo vaciamiento de conciencia que llevó al nazismo a destruir a Europa y producir una mortandad de 90 millones de personas. Según Glucksmann, existe una matriz común entre el nazismo y el régimen soviético, al utilizar el terror como la última ratio en su estrategia totalitaria”.
Obviamente, la excesiva presión generó efectos negativos años después. En 1933 con la llegada de Adolfo Hitler al poder en Alemania, los vencidos se vieron estimulados por un discurso cargado de resentimiento, deseos de venganza y un nacionalismo que catapultó el ego de un pueblo humillado, anteriormente orgulloso de su imperio prusiano, que veía en el fracasado cabo de segunda, al líder (Fürher) que los llevaría a una nueva grandeza por los próximos mil años.
Los historiadores encuentran, en sus análisis, lecciones que permiten explicar lo ocurrido hoy. Una remota obra de pensamiento militar da lecciones a dos dictadores de los siglos XX y XXI; un nacionalismo hitleriano, como fuente de inspiración, influye en un Putin que precisamente justificó su “operación especial” en Ucrania, partiendo de una lucha contra el nazismo ucraniano y los enemigos occidentales de la madre Rusia que ponen en evidencia la confrontación entre la Euroasia y Occidente.
Hasta el 06 de febrero de 2023, los rusos han causado más de 100.000 bajas al ejército ucraniano. La lluvia diaria de misiles ha segado la vida de 30.000 civiles, entre estos más de 500 niños. Más de 10 millones de ucranianos se han visto forzados a emigrar, entre los que se encuentran 4,3 millones de niños, indica The Mines Advisory Group (MAG).
Según Iván Vejvoda, investigador sénior en el Instituto de Ciencias Humanas en Viena, las tesis del etnonacionalismo ruso y el nacionalismo imperial, son parte de las justificaciones esgrimidas por Putin para influir en las antiguas naciones de la extinta Unión Soviética, al igual que los fundamentos históricos del catolicismo ortodoxos y la confrontación euroasiática-Europa occidental.
Putin ha tomado las ideas de Lev Gumilev, un historiador y etnólogo de la era soviética que promovió el “euroasianismo” como un antídoto para la influencia de Europa, y de Aleksandr Dugin, quien ha planteado esa noción de promover una visión ultranacionalista del destino de Rusia como un imperio conservador en conflicto perpetuo con el mundo liberal de Occidente, justificada en 2014, con su expresión: “Tan solo después de restaurar la Rusia más grandiosa, que es la Unión Euroasiática, podremos ser un actor mundial creíble, la revuelta ucraniana en contra de la influencia rusa ese año había sido un golpe de Estado orquestado por Estados Unidos, un intento de Occidente para detener el avance de la integración rusa”.
Sun Tzu, advertía, que “la guerra es un acto racional”, en la que la moral y la capacidad intelectual constituyen factores decisivos. Recomendaba que la victoria debe hacerse en el menor tiempo posible y el menos costo posible de vidas y esfuerzos materiales y humanos. Este último planteamiento hizo que Putin vendiera, a su pueblo rusa, la idea de una “operación especial” a corto plazo, cosa que no sucedió.
Durante más de 20 años Putin ha madurado sus objetivos, definidos por la escritora ucraniana, Oksana Zabuzhko (NY Times 21-02-2023), como una “estrategia terrorista de Estado”, aplicada en las ex repúblicas de Chechenia, Georgia y Ucrania (anexión de Crimea), con la complicidad silenciosa de la comunidad mundial.
Esta vez, Putin no previó que EUA y la Otan se unieran. Estos aliados entendieron que la amenaza no era solo para Ucrania, sino que sus países están en peligro, porque afecta sus valores, su democracia liberal, su principio de autodeterminación y los fundamentos que han permito mantener una relativa estabilidad y paz en Europa (la mayor empresa es la creación de la Comunidad Europea a través del Tratado de Maastricht en febrero de 1993).
Igualmente, el dictador ruso ha ganado poder internamente, esto ocurre, según escribió Ilia Krasilshchik (exdirector editorial del medio independiente, Meduza, NYTimes 17-03-2022), porque “La responsabilidad es la clave y había muchas cosas buenas en el país en el que crecí. No obstante, nos faltaba la responsabilidad. Rusia es una sociedad muy individualista en la que, citando al historiador cultural Andrei Zorin, la gente vive con la mentalidad de déjame en paz. Nos gusta aislarnos unos de otros, del Estado, del mundo”. Esa actitud facilitó el control del poder de Putin.
Sin embargo, el dictador ha perdido su moral y la unidad interna, resumida por la expresión del corresponsal de la BBC, Ilya Barabanov (22-02-2023):»Putin ha fracasado en destruir a Ucrania, pero ha conseguido destruir a Rusia». A pesar de mantener una economía favorecida por las ventas de petróleo y gas a China, India y Turquía, e incluso varios países europeos, y de intentar dividir la alianza EUA-Europa, los factores claves expuestos por Sun Tzu, están resquebrajados: Humanos (moral y mando), físicos, doctrinales y económicos; al igual que aspectos como la calidad de las tropas (hay brigadas compuestas por rusos opositores luchando en su contra), disciplina y administración de sus recompensas y castigos.
Ucrania es el centro de la tercera guerra mundial, aduce el antropólogo e historiador francés, Emmanuel Todd. Explica que lo ocurrido este último año ha demostrado que el ejército ruso no es el más poderoso, que las sanciones económicas no debilitaron a Moscú y que Ucrania no era débil e iba a ser aplastada con facilidad. Nada de eso sucedió. El fracaso de su “operación especial” y la mortandad de soldados, lo ha llevado a amenazar con una guerra nuclear y abandonar el tratado sobre su control firmado con Washington (2011) entre Barack Obama y Dmitri Medvéde, y ratificado por Joe Biden y Putin en 2021.
En la Estrategia de Seguridad Nacional (ESN-2022) del gobierno de Biden establece que el verdadero enemigo es China y que Rusia es una amenaza secundaria. No es casualidad la desestabilización sistemática orquestada desde Pekín, con el ocultamiento de la pandemia provocada por el Covid 19, desde mediados de 2019 y que luego se propagó por el mundo en 2020, causando incalculables daños materiales y humanos. Tampoco lo es que cuando el mundo se recuperaba del impacto, Moscú ordenara la invasión a Ucrania, el 24 de febrero de 2022, provocando el incremento de los precios del petróleo y la crisis de suministro de cereales y fertilizantes, y el aumento de la inflación y el decrecimiento mundial.
También es cierto que Europa y EUA han mostrado dificultades para unificar decisiones en temas como las sanciones económicas a Rusia, la ruptura de la dependencia del consumo de su gas y petróleo, y el suministro de armas a Kiev. A un año de la invasión a Ucrania, este país es el que pone los muertos y hace los sacrificios en defensa de los principios y valores de Occidente, en especial de la supremacía de EUA.
@hdelgado10