Neuro Villalobos: Nicolás en Harvard

482

“La verdad hay que saberla amar y sentir. Las nociones mal digeridas sólo sirven para atorar el entendimiento.” José Ingenieros.

A pesar de que la política es cosa muy seria, ella tolera el buen humor y muchas veces el sarcasmo con que se expresan quienes la ejercen  provocan risas. Para gobernar hay que tener un poco de humor ya que la sonrisa, la alegría que se transmite cuando las cosas se están haciendo bien permite disfrutar al máximo los días, y si son buenas noticias, hasta saludables son. Mark Stibich, experto en temas de bienestar personal, presenta una lista de diez beneficios del sonreir. Según él, ayuda a vivir más tiempo, alivia el estrés, mejora el estado de ánimo, es contagiosa, refuerza el sistema inmunológico, puede bajar la presión arterial, es analgésica, hace lucir mejor, pronuncia éxito y mantiene pensamientos positivos. De modo que hay que sonreir siempre que se pueda. Al mal tiempo buena cara, dice el refrán.

Además, el humor forma parte de la tolerancia que todo gobernante debe mostrar ante sus errores y la mordacidad de la crítica. Existen cómicos, al igual que muchos artistas, que cuando fracasan en su oficio se refugian en la política, pero hay políticos que no cejan en su empeño de poner permanentemente la cómica. Eso es muy distinto, y peor aún es confundir el buen humor con la burla, eso es un irrespeto.

La burla oficial frente al reclamo de sus ciudadanos debido a su incompetencia, su mediocridad, sus crímenes, sus robos, sus niveles de corrupción, sus desmanes y tropelías, su impunidad ante tan graves hechos, pasan a formar parte de la gran tragedia nacional. Eso no puede causar risa por lo que no podemos confundir, ni permitir que se confunda el humor con la comicidad.

El gobernante debe tolerar que el pueblo se ría de él, lo contrario, que el gobernante se ría y se burle de su pueblo es inadmisible. El régimen actual no soporta ningún reproche, reclamo, crítica u opinión adversa, mucho menos que se rían de él, pero se mantienen burlándose de todos y de todo lo que no provenga de su lado izquierdo.  En el gobierno usurpado creen que todo lo están haciendo bien, al extremo de que el hijo del atorrante mayor, “Nicolasito”, en una entrevista con Vladimir Villegas, tuvo el desparpajo de afirmar que su papá “es un mago de la Economía”, que “debería dar clases en Harvard” para demostrar cómo se administra un país.

Cuesta mucho creer que su ignorancia es de una dimensión más elevada que su sarcasmo, de su burla, porque llegó a decir que debería ser nominado al premio Nobel de Economía. No solamente es un irrespeto a todos los economistas y la ciencia que profesamos, sino una demostración más de su burla y de lo poco que le importa la opinión de los demás. Pero es comprensible ya que su ejemplo a seguir es la sinvergüenzura, la fatuidad y la catadura moral de sus padres, tanto el putativo como el genético.

Si es cierto lo que expresa Daniel Habif que “el éxito de un hombre se mide en la sonrisa de su mujer”, Cilia debería andar con una sonrisa permanente a juzgar por las declaraciones de “Nicolasito” y no con esas muecas fingidas, desabridas y forzadas que le produce el fracaso y el desbarajuste económico y ético de su marido y aún así tener que enfrentar las cámaras que, como los espejos reflejan verdades.

Por encima de su amor filial, “Nicolasito” debe saber que en Harvard no admiten monigotes con bigotes ni a serviles con o sin bigotes ya que sus expresiones no son más que el colmo del sarcasmo y una demostración de lo extenso y profundo de la descomposición moral que corroe el alma nacional. Las palabras son para pesarlas y no para contarlas o salir del paso. Por eso hay que hacer un uso atinado, preciso y adecuado de ellas, para no herir como los puñales o para ser evitadas como los venenos.

Neuro J. Villalobos Rincón

nevillarin@gmail.com