Neuro Villalobos: La indulgencia y el rigor

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“Cuando temerariamente los tiranos concitan el odio en los pueblos tardíamente se dan cuenta que la pasión generada entre las masas oprimidas se vuelca contra ellos y los derrocan.” Alfonso Ávila Mayor.

Los verdaderos líderes políticos conocen con certeza, y el mundo lo ha comprobado, que en política no existen amigos ni enemigos sino aliados y adversarios. Las diferencias entre unos y otros son notables y claras. Los amigos, y generalmente los enemigos, son para siempre, los aliados y los adversarios son circunstanciales. Entre los amigos se cultiva el amor, entre los enemigos el odio. Entre los aliados los une el interés común, entre los adversarios el germen de la derrota y hasta la destrucción del otro.

En líneas generales podríamos decir que a los amigos los une el afán por hacer el bien, mientras que a los enemigos, el interés por hacer el mal. Los aliados pueden unirse por una buena causa, los adversarios porque no les interesa o no les conviene esa causa. Así podríamos construir toda una teoría sobre lo que nos une o desune, tomando en cuenta los sentimientos, los valores o antivalores, el interés por el bien o por el mal, la duración de esas alianzas, y un largo etcétera.

Las lealtades ya no se congregan en torno a un ideal de libertad o independencia sino alrededor de un egocentrismo desquiciado que no repara en malear la historia, las religiones, la economía, la cultura, la política, la moral y la ética.

Hoy el poético canto de Neruda al padre de la patria no es más que un susurro en la oscura noche de un pueblo que sufre. Tanto los que nos desarraigamos llevándonos nuestra bandera de siete estrellas, como los que se quedan sintiendo el temor de que les tuerzan el pescuezo como al caballo blanco de Bolívar o el miedo a los malditos que han sido capaces de volver sus armas contra su pueblo.

El pensamiento de Simón Bolívar y sus aliados recogidos en miles de páginas que relatan sus vidas, su gesta emancipadora y sus glorias, se han visto empañados por una repetida falsificación de quienes se creen los únicos herederos de su obra inconclusa y de los mismos quienes con sus delirios en La Habana sueñan con ser libertadores, no de naciones, sino del mundo entero. Su campaña admirable hoy se remeda en lujosos y costosos aviones, con chequeras en blanco en manos inescrupulosas.

No dejamos de preguntarnos con asombro: ¿Qué razones tan abyectas impulsan a quienes Dios ha colocado en posición tan privilegiada para hacer el bien a los demás y lo que hacen es inocular el veneno de su propio resentimiento, odio y engaño al cuerpo social venezolano?

El odio, decía el Dr. Alfonso Ávila Mayor  “es un sentimiento contrario al amor, a la solidaridad humana, a la amistad y como veneno del propio espíritu una amenaza permanente para el odiado”. El odio que se expresa con ensañamiento en contra del pueblo venezolano es un acto de cobardía escudado con el control de todos los poderes del Estado.

La obsesión desmedida por el poder hace que se sientan siempre amenazados y los lleva a sentir un odio patológico que los impulsa al deseo violento de aniquilar a quienes considera que quieren quitarles el objeto de sus deseos. Se cumple en ellos lo expresado por Carlos Gurmendez cuando dice que en realidad odiamos porque presentimos y sentimos un peligro.

Ese odio satánico, ciego, negativo y estúpido nos ha hecho rodar en el abismo de nuestras desgracias; nos ha metido en una encrucijada que sólo siguiendo la sentencia de Omraan Ainvanhos podemos salvarnos ya que “ cada uno de nosotros debe saber cuando manifestar la indulgencia y cuando el rigor porque sobre este equilibrio está basada la vida en sociedad.” Y recordar que el ser humano siempre llega a sentir odio contra todo lo que lo oprime y ofende su dignidad.

Neuro J. Villalobos Rincón

nevillarin@gmail.com