El país ha sido sorprendido por la decisión del gobierno de Biden de liberar a los llamados narcos sobrinos de la pareja presidencia Maduro-Flores a cambio de siete ciudadanos norteamericanos que el régimen madurista mantenía presos sin razón alguna, lo que equivale a decir que los mantenía en calidad de rehenes.
Se abrió un debate, en el que, casi por consenso unánime, con algunas excepciones, se calificó la decisión norteamericana como una bofetada en el rostro de la mayoría de los venezolanos, una traición del gobierno de Biden a los venezolanos que luchan por el cambio democrático y un error político pues crea un precedente para que regímenes como el venezolano utilicen el mecanismo del secuestro de ciudadanos norteamericanos para luego lograr sus fines, cualquiera que estos fueran.
Es interesante observar las duras objeciones que se le ha hecho a dicha decisión, producto de una negociación de la que muy pocos sabían que se realizaba y en la que el gobierno interino fue obviado de la misma forma como viene ocurriendo desde hace rato cada vez que se discute cuestiones de fondo entre la administración norteamericana y el régimen de Maduro. Cuestión, a decir verdad, que no sorprende, pues Maduro ostenta el gobierno de facto y cuenta con todos los aparatos del Estado con la excepción de algo muy valioso y que es con lo que casi únicamente cuenta el gobierno interino, esto es, con los activos del país en el exterior.
Decía que es interesante porque una parte significativa de los que han criticado la medida no han dado su opinión ni su juicio sobre el informe de la comisión de los Derechos Humanos de la ONU sobre la tortura y tratamiento inhumano con la que el régimen trata a los presos políticos y donde se menciona con nombres y apellidos a la nomenclatura chavista empezando por el mismísimo Maduro.
Tenemos el caso, por ejemplo, por mencionar solo uno, de Enrique Capriles, cuyo silencio sobre el informe es realmente escandaloso. Pero, bueno, seamos sincero, tampoco eso nos sorprende de él, pues su posición opositora solo ha quedado para echar “mal de ojo” a Maduro y a su régimen.
El régimen chavista, es sin lugar a dudas, un delincuente político (y algo más). Estoy seguro, que duda cabe, que el gobierno de Biden lo sabe perfectamente, pero él (el gobierno norteamericano) actúa de acuerdo a sus intereses y recordemos que, precisamente, eso, intereses, es lo que prima entre países, donde no hay amigos.
Se le ha reprochado a Biden que les dio la espalda a los venezolanos, pero, obviamente sus prioridades son sus ciudadanos y no los venezolanos.
Los venezolanos siempre hemos esperado la intervención de fuerzas externas para resolver nuestra terrible situación y que sea esa intervención la que nos despierte de la semejante pesadilla que han significado estos veinte y tantos años de régimen chavista y nos hemos olvidado que la solución y la responsabilidad de solucionarlo es nuestra.
Sin embargo, yo veo algo bueno en esto de la liberación de los llamados narcos sobrinos (creo que como narcotraficantes, no parecen tener el peso que algunos le han atribuido en ese sórdido mundo, a pesar de los 800 kilos de drogas que intentaron pasar a los Estados Unidos. Por cierto, han quedado adjetivados por su propia defensa en el juicio, como un par de imbéciles).
Digo que algo bueno hay en el fondo de todo esto y es que el país volvió a escandalizarse, ha vuelto a sorprenderse. Y esto es realmente positivo en un país que ya se ha hecho tolerante con la impunidad, a no hacer nada y tampoco a condenar nada.
@enderarenas