Alexis de Tocqueville es el autor del famoso libro “La democracia en América”. En la Escuela de Estudios Internacionales de la UCV tuve la oportunidad de dictar el seminario sobre la historia de los EEUU. La verdad es que mi libro guía no fue el de Tocqueville sino el del Inglés Paul Johnson, quien había sido desde temprana edad educado en un colegio de sacerdotes jesuitas. En cualquier caso ambos materiales se complementan y se relacionan con un documental que puede verse en Netflix y que tiene como productor ejecutivo a Barack Obama se intitula “La palabra con G”, haciendo alusión a la “G” de gobierno. Me llamó la atención el tema del gobierno local o municipal y su importancia. Tocqueville lo llama la escuela más pura de la democracia directa y en su libro deja una impresión muy positiva de lo que está pasando a nivel local en EEUU a partir de principios del siglo XIX. Paul Johnson por su parte cuando habla sobre el tema explica que la gran revolución democrática de los EEUU estuvo en que cualquiera, sin distingos de clase social estaba llamado a participar en la política municipal que decidía una infinidad de situaciones de importancia y también que todos los cargos, incluyendo el “del que recoge los perros” están sometidos al soberano. Mientras tanto, en América Latina los gobiernos locales que fueron la clave en la fundación de nuestras ciudades estaban ocupados por las aristocracias criollas. De cualquier manera con la progresividad del igualitarismo, tesis que plantea Tocqueville, nuestros municipios latino americanos se hacen mucho más cercanos al pueblo y se empiezan a elegir los alcaldes por voto universal, directo y secreto. Esto ha resultado muy positivo debido a que prepara a quien aspira después, a ser gobernador o presidente, en el ejercicio del cargo. Lo mismo sucede con los concejales, un legislador local luego será un mejor parlamentario nacional si ha tenido este aprendizaje. Las pasadas elecciones en Colombia que ganó Petro se definieron entre cuatro ex alcaldes. En El Salvador y en México los dos presidentes vienen de ser alcaldes de sus capitales. Según datos recientes publicados por el Banco Mundial, el 80% de la población de América Latina vive en zonas urbanas, lo que prueba la importancia creciente del gobierno de la ciudad.
Lastima que en la Venezuela de hoy todos quieren ser presidentes, sin haber pasado por la escuela municipal. Algunos candidatos, en vez de insistir con sus aspiraciones de alcaldes, se están postulando a la más alta magistratura. Cada exitoso gobierno ciudadano servirá para impulsar un gran triunfo nacional y además para diferenciarse del oficialismo. Si en mis manos estuviera una estrategia a mediano plazo para lograr el triunfo presidencial, lucharía por incorporar a la mayor cantidad de dirigentes opositores a los gobiernos locales, desde allí es mucho lo que se puede hacer. El municipio es la unidad política primaria de la organización estatal, y concejales y alcaldes son los que están más cerca del pueblo. Hoy en la oposición hay gestiones brillantes a nivel local como por ejemplo la del alcalde del Hatillo, Elias Sayeb, a quien le espera si sigue por el camino que va un futuro brillante. En cualquier caso hay que involucrarse todo lo que se pueda con las organizaciones de base y con la gestión local. De todos y cada uno depende. Nuestros países y nuestra independencia vino de allí. En el Cabildo de Caracas se dió el grito de libertad. Es por ello, que nuestro himno nacional reza “seguid el ejemplo que Caracas dio”.
En el mismo orden de ideas, Tocqueville planteó la tesis del drama que significa en una democracia “la tiranía de la mayoría”. Una mayoría que se impone por que cada quien está en lo suyo, preocupado sólo de sus intereses individuales y deja en un grupo pequeño el manejo de las cosas estatales y fundamentales. La lección de Tocqueville tiene que ver con la necesidad de la vuelta a la política, que significa la lucha sin cuartel por el bien común. En este sentido, llama la atención que en la Venezuela de hoy en vez de hablar del peligro de la tiranía de la mayoría, se podría hablar del drama de que una minoría ejerza la hegemonía. Es lo que no podemos permitir. En una democracia la soberanía, que es el máximo poder, reside en la mayoría, y aquí hay un rechazo en todos los estudios de más del 70% a quienes hoy sin legitimidad de origen, ni de ejercicio ejercen el poder. El cambio depende en buena medida de la unión y en aceptar la ayuda de todas las fuerzas cansadas de más de 22 años de retroceso histórico.
@OscarArnal