Como buen comunista, el régimen chavista vive de la mentira. Es la esencia de su naturaleza. Vivir de ella y para ella. No puede ser de otra forma. Lo demostró la Unión Soviética en todo su esplendor y sus países satélites. Ocurre en Cuba y con la China de ribetes capitalistas y falso humanismo.
Los patriotas venezolanos que habían huido hace varios años, están regresando, porque la propaganda del régimen y organismos internacionales, aliada con algunos “analistas locales” indican que en 2021 la economía creció 4%, aunque el Fondo Monetario Internacional y la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) no están de acuerdo con esa estimación (señalan un decrecimiento entre -5% y -3%), y para 2022 pronostican que la cifra de incremento del PIB puede alcanzar hasta 20% (según el socio del saqueo de la bonanza petrolera Credit Suisse), pero la inflación –contradictoriamente- puede cerrar en 500% (FMI).
Con un ente como el Banco Central de Venezuela, manejado políticamente y que no rinde cuentas desde 2019, las cifras no son confiables ¿Quién sale favorecido de la incertidumbre? Lógicamente, el régimen. Es una costumbre de las autocracias controlar los centros de estadísticas que miden crecimiento económico, desempleo, salarios y otros indicadores socio-económicos. Proyectan cifras basadas –por ejemplo- en ingresos petroleros favorecidos por el alza de los precios, pero no explican cómo se puede aumentar una producción en una Petróleos de Venezuela (Pdvsa) destruida; tampoco se dice como una economía que no produce nada genera riqueza, o cómo mejora un sector productivo sin financiamiento legal. Lo cierto es que en el país predomina lo que Asdrúbal Oliveros califica como “la economía negra”.
Dice el analista Antonio de la Cruz que hasta el volumen de producción reportado por (Pdvsa) de 800 mil barriles diarios, es dudoso, porque la mezcla de crudos de mejor calidad importados de Irán con los pesados nacionales, ha permitido mostrar cifras mentirosas ya que esa porción representa cerca de 16% y por eso no se puede hablar de incremento.
La dolarización ocurrida hacia un par de años atrás, lógicamente impactó en la economía, nadie quería un bolívar devaluado y los precios de los productos hasta hoy, están referenciados con esa divisa, mientras el régimen incapaz de producir más conos monetarios no le quedó de otro que crear “el bolívar digital” y buscar una confianza obligada para imponerlo: sin embargo, cuando comience la devaluación el círculo vicioso comenzará a funcionar, es una cuestión de números no de intenciones.
En Bogotá, la capital de Colombia, hay venezolanos provenientes de las barriadas –principalmente- caraqueñas, que difícilmente retornarán a la patria. Aún con su precaria situación, los que se adaptaron tienen un transporte público digno, supermercados con productos de calidad, servicios públicos 24 horas al día, colegios y jardines públicos de primera y si gozan de sistema de salud son óptimos. Es una realidad que no se puede ocultar porque ese contacto es diario y esa realidad venezolana no existe hace años, aunque el régimen insista en tratar con privilegios a la capital en detrimento del resto del país.
Cuando el régimen anuncia con orgullo que 340 mil venezolanos regresan al país ocultan su gran tragedia: Escasez de productos, mala calidad de vida, desesperanza, persecución política e incertidumbre económica. Esta cifra es insignificante si se compara con los 6-7 millones (el total es difícil de determinar) que se marcharon. En Maracaibo y otras ciudades y pueblos de Venezuela, el efecto devastador se observa en urbanizaciones, edificios y barriadas, con cuadras de casas y edificios desolados y devorados por el tiempo.
En la lectura de un artículo de Raúl Fornet-Betancourt hay una definición interesante: “El daño antropológico”. Un fenómeno que se da cuando además del deterioro en los órdenes social, político y cultural existe, un daño a la condición humana”. El autor refuerza su apreciación con la cita de Francisco Javier Muller quien evoca el libro de Luis Aguilar León “Cuba y su futuro” y sus seis daños específicos: El servilismo, el miedo a la represión, el miedo al cambio, la falta de voluntad política y responsabilidad cívica, la desesperanza/desarraigo/exilio dentro del país y la falta de ética. Estos efectos ya forman parte de la “vida nacional” y se asumen como natural. Síntomas de una enfermedad invisible.
Siempre dudé de las inteligencias de Hugo Chávez y Nicolás Maduro, porque sus actos demuestran que fueron serviles de Fidel y ahora de Raúl Castro. El guión elaborado en La Habana se evidencia en el daño antropológico que muestra Venezuela. Una noche en plena época represiva (2019) un joven estudiante fue detenido arbitrariamente en un comando en Maracaibo, en la noche solo escuchó cuando dijeron: “De eso se encargan los cubanos”. La infamia del militar que esperaba la orden para torturar, demuestra hasta donde el país perdió su orgullo como nación y su entrega total a una funesta causa.
Quienes retornan a la patria, vuelven a la fantasmal ilusión de la Venezuela añorada, a tratar de atar los lazos rotos con amigos y familias destrozadas por “El daño antropológico”, porque muchos de quienes huyeron no regresarán, mientras otros –más resignados- aspiran a no sufrir más los embates de la xenofobia y la pobreza.
@hdelgado10